Jamás desertar

Iniciamos el año político en el país, ese que parte en marzo, terminadas las vacaciones de verano y que coincide con el comienzo del año escolar y sus ajetreos. Asimismo, esta vez también se realizan las elecciones nacionales, regionales y comunales del Partido Socialista.

Cada proceso electoral interno del socialismo chileno tiene su impronta, en esta ocasión, desde marzo en adelante se vivirá con la particularidad que le otorga coincidir, en noviembre, con el proceso de renovación de la Presidencia de la República y del Congreso Nacional. Es decir, como corresponde en democracia, este año, está en manos de la ciudadanía la decisión de elegir quien ejercerá la Jefatura del Estado y el peso que las diferentes fuerzas políticas tendrán en el Congreso Nacional.

Se trata del más importante de los derechos políticos de las personas, el sufragio universal, ejercer el derecho a voto, el momento en que cada ser humano vale exactamente igual que todos los demás seres humanos. Un momento irrepetible, sobre todo en el mundo atrozmente desigual que se ha configurado en la primera parte del siglo XXI. Al votar se materializa un principio democrático fundamental, el pueblo es el soberano, es el dueño del poder establecido y lo ejerce mediante el sufragio universal. Por eso, por lealtad al pueblo, el Presidente Allende prefirió morir en La Moneda antes que rendirse a los usurpadores golpistas.

Elegir a los gobernantes es parte esencial del camino de las transformaciones sociales y económicas en democracia, tal como lo hiciera el Presidente Salvador Allende durante el gobierno popular, a lo largo de los mil días durante los cuales abrió una vía sin precedentes, en democracia, pluralismo y libertad, que fue destruida por la dictadura fascista.

Ese legado fue asumido por nuestra Dirección Clandestina, encabezada por los compañeros Exequiel Ponce, Carlos Lorca y Ricardo Lagos Salinas que supieron luchar en las más adversas circunstancias y señalaron que el restablecimiento de la democracia hacía necesario el entendimiento del centro y la izquierda, de la entonces duramente perseguida Unidad Popular y la Democracia Cristiana. La brega por la democracia tuvo un alto costo. La vía democrática de los socialistas chilenos se forjó con la sangre de nuestros mártires.

En nuestros eventos, asumiendo ese legado histórico, los socialistas chilenos hemos coincidido en la necesidad de promover la más amplia unidad de las fuerzas democráticas para derrotar, ayer a la dictadura, y hoy frenar la arremetida de los grupos ultraderechistas que imitando experiencias ajenas, pretenden una regresión autoritaria en Chile, conculcar las libertades alcanzadas y borrar los derechos conquistados, haciendo retroceder los derechos reproductivos de la mujer y transgredir los derechos sociales de la clase trabajadora.

Aunque globalmente el neoliberalismo atraviesa por una etapa de fuertes conflictos y contradicciones, especialmente, por la decisión de Trump de imponerse por la fuerza, aplicar considerables aranceles de ingreso a los Estados Unidos, recurriendo a medidas proteccionistas las que descalificaron durante mucho tiempo, en una decisión que desautoriza el discurso libre mercantilista de las últimas décadas, Trump se olvida del libre mercado y, simplemente, trata de imponer la ley del más fuerte, aún así, la derecha reaccionaria chilena pretende reducir las políticas sociales achicando el Estado, recortando el gasto fiscal y acrecentando las ganancias de la oligarquía tecno financiera.

La ultraderecha es un sector profundamente reaccionario, no son conservadores en el sentido que aspiren a resguardar intereses y tradiciones que sean añejas y se vean superadas por el paso del tiempo, son extremistas altamente regresivos que pretenden retrotraer el país al dominio absoluto de los dueños del gran capital aunque para conseguirlo tengan que propiciar la confrontación social. La ideología de los social cristianos, seudo libertarios y republicanos concibe la democracia como una cáscara que cubre la dominación sin contrapesos de los controladores de un puñado de mega consorcios. Esa lógica entiende la pobreza como "natural" y perenne.

Estos grupos extremistas pretenden castigar a la izquierda desde una mirada anti Estado que valora las políticas públicas cómo estériles e ineficaces, con esa agitación elemental han crecido en sectores populares empobrecidos y muy vulnerables ofreciendo seguridad ante los pandilleros narco o los rufianes del crimen organizado, a través de la represión policial o castrense. No depende de ellos pero lo prometen igual.

Las organizaciones sociales tradicionales se ven superadas por estos grupos mafiosos que cooptan dirigentes a través de la coerción o el soborno, en lo propositivo, simplemente, prometen lo que no van a cumplir: orden, pero lo que sí harán, como Milei y otros, es reducir la institucionalidad pública e impulsar la proliferación de negocios turbios o no del entorno en el poder.

Algunos estrategas, alguna vez progresistas, argumentan que para crecer en convocatoria democrática hay que dividirse porque así se llega a más sectores, o sea, que la división fortalece. Esta curiosa teoría presenta la dispersión como favorable a la unidad. A pesar de su incongruencia esta estrategia inconducente ha dominado el escenario en situaciones anteriores, como el 2009, cuando ganó Piñera, en definitiva, el resultado de la estrategia de dispersión de las fuerzas ha sido la derrota.

En consecuencia, la tarea esencial de los socialistas chilenos es abogar por unir y agrupar al conjunto de los partidos políticos, fuerzas sociales y corrientes culturales en el gran esfuerzo de configurar una mayoría capaz de gobernar el país. Dos alternativas que surjan desde la izquierda y la centroizquierda, enfrentándose entre sí, muy probablemente, conducirán a un resultado desfavorable. En la lucha por la unidad social y política del pueblo chileno, hay un sola vía: jamás desertar!!!

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