La amenaza activa

Mis principios, muy bien, gracias. La Democracia Cristiana ha sido criticada por tomar anticipadamente una decisión que pudo realizar en segunda vuelta. Varios de los que se han destacado en esta crítica han dado el paso de apoyar a Evelyn Matthei como candidata. Pueden tomar esa determinación, sin por ello denigrar a quienes toman otra. Sabiendo que no hay dos candidaturas equivalentes en la centroizquierda, y teniendo a todos sus socios tradicionales aglutinados tras una misma opción, el PDC decidió la forma en que debía actuar en primera y segunda vuelta.

Quienes critican esta decisión toman una opción política legítima, pero harían bien en informarnos cuál será su resolución en segunda vuelta. Cuando la candidatura de Matthei es duplicada en preferencias por Kast, y la candidata de Chile Vamos viene de ocupar el primer lugar para pasar al tercero, lo menos que podemos esperar es que quienes están desde el centro apoyando a Matthei nos informen cuál es su preferencia para la última etapa.

Cuando hay dos alternativas, en democracia lo correcto es tomar posición. Hay razones para dirimir en conciencia, sin necesidad de acusar al que opina distinto de traicionar sus principios porque la descalificación ética parte de la base de que se evalúa del mismo modo y se opta diferente por un interés mezquino. Algo que no se prueba, sino que se supone.

Debiéramos votar por lo que conocemos, no por lo que tememos. Quienes postulan a la Presidencia con mayores posibilidades no nos resultan unos desconocidos y podemos reflexionar sobre la base de lo que se proponen hacer junto a sus equipos. Durante el tiempo de campaña unos y otros no se volverán ni ángeles ni demonios. A lo que debiéramos temer es a una sensación difusa de peligro que cambie la formación de un juicio fundado por el fomento de un prejuicio. La decisión es nuestra como comunidad y lo que suceda está en nuestras manos. No escapa a nuestro control. Quien nos haga dudar de esta certeza no está jugando limpio.

Lo que no se puede permitir es que, a nombre de la democracia, se les informe a los militantes de un partido en específico de que gozan de media ciudadanía, porque alguien ha decretado que tienen una restricción: tienen derecho a elegir, pero no a ser elegidos cuando se trata de la Presidencia. La inconsistencia no es democrática.

El peligro viene de la intolerancia

Si hay algo que temer en Chile es a quienes están dispuestos a imponer sus ideas a los demás e implementar cambios que corresponden a sus deseos, con independencia de lo que pueda querer o pensar la mayoría. No estamos en tiempos de las grandes ideologías que querían construir la sociedad y el hombre nuevos. Al término de la Guerra Fría, hace 35 años, no sobrevivieron ni sus ideologías ni sus amenazas. Pensar que los peligros nos puedan llegar de un período histórico ya remoto no tiene mayor sentido.

Uno cree que mantiene sus opiniones del pasado hasta que se da cuenta de que no puede aplicarlas hoy a ninguna situación concreta. Sólo entonces se percata del paso del tiempo y de que es necesario volver a considerar lo que le pareció obvio. Los actuales enemigos de la democracia no están en los libros de historia, sino que se imponen en muchas elecciones en el mundo. Se han especializado en usar las reglas de la democracia para atentar contra la democracia.

En nuestros tiempos son otras las amenazas activas que socavan nuestra convivencia. Algunos desean que los demás se adapten a su modo de pensar y de vivir. Si no están de acuerdo, que se atengan a las consecuencias.

La derecha dura no busca implementar un proyecto para todos, sino que todos acepten su proyecto. Aumenta la exclusión de los modos de vida que no les parecen aceptables. Predomina el monocolor. Se trata de establecer un país en el que no cabemos todos en igualdad de condiciones. A estas alturas no hay uno solo de los que rasgan vestiduras que no sepan que Matthei está siendo una estación intermedia para llegar a Kast. Una cosa los llevará a la otra. Solo que el paso intermedio los hace poner buena cara, sabiendo perfectamente en que terminarán.

La incertidumbre está al frente

Al elaborar un programa común de gobierno, los partidos de centroizquierda no tienen que mudar o renunciar a sus propuestas fundamentales, al contrario, tienen que confluir entre formulaciones que resultan estar muy próximas. No se ve cómo se puedan traicionar los principios que inspiran a un partido si sus propuestas más representativas pueden ser reconocidas como compartidas.

Desde ya podemos saber que el programa de la candidatura de Jara no contendrá ninguna sorpresa ni algo que atente contra el consenso de 9 partidos. No hay nada que temer de un programa que fortalece la democracia, busca la integración social y se juega por un crecimiento con equidad.

Con una coalición reforzada y marcado acento social demócrata, con un programa reconocible y predecible, con un liderazgo integrador, lo que se tiene es el predominio de las certidumbres. En una coalición amplia, que valora el pluralismo, no hay posibilidad de que exista un partido hegemónico, un proyecto autoritario ni una conducción populista. Lo que tenemos son personas conocidas que actúan tal cual las conocemos.

Es el programa republicano el que nos lleva a un Chile que no podríamos reconocer. Difícilmente el que nos acostumbremos a portar armas nos hará a todos más seguros, más bien cuando tengamos alguna diferencia nos acordaremos de que tenemos una a mano y el otro también. Tendríamos un país diferente con barrios militarizados y con una profusión de sistemas de vigilancia.

Tendríamos una sociedad con mayor represión activa si se aplica un modelo moral autoritario, donde se criminaliza la diferencia. Un sistema en que los que tienen más tributan menos lleva a tener servicios sociales más reducidos y al debilitamiento de la protección social. La confianza ilimitada en la mano dura contra la delincuencia por necesidad se irá ampliando en la misma medida que el concepto de delincuencia se vaya también ampliando. Cuando se renuncia a la cohesión social en una sociedad más diversa y plural, lo que queda es el disciplinamiento por represión.

El proyecto de la centroizquierda es el consenso de los pluralistas que buscan acuerdos nacionales con los que piensan distinto. El proyecto republicano es el acuerdo de los similares que buscan alcanzar la mayoría para imponerse por sobre los que piensan distinto. Todos estamos llamados a optar.

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