La aurora de una nueva DC

En estos últimos meses el país ha visto una crisis sin precedentes en el Partido Demócrata Cristiano. En efecto, en crisis anteriores que terminaron con éxodo de militantes, hubo por supuesto confrontación y debate, pero nunca como ahora. Se faltó a la disciplina partidaria y se naturalizó el uso de la violencia y la grosería para denostar a los dirigentes legítimos del partido como a toda su institucionalidad, a través de los medios de comunicación.

Los mismos que dirigieron el partido hasta hace algunos meses, y que en las últimas décadas lo llevaron de tener 100 mil militantes a uno que sólo suma 30 mil, y han provocado una merma electoral que tiene a la colectividad cerca de desaparecer, incluyendo el verdadero desastre en la elección de convencionales constituyentes en que el único elegido fue -curiosamente- el propio presidente nacional, son los que a partir del plebiscito de salida del proceso constituyente precipitaron su estrategia de salida, para constituir el nuevo partido que venían preparando desde comienzos de año y han creado un clima que ha hecho imposible la convivencia con el apoyo de quienes desde dentro, en procesos de reflexión, agreden y ofenden día a día a sus autoridades nacionales. Siendo libres de renunciar al partido que tanto les dio y que les hizo posible su carrera política, llama la atención su empeño en destruirlo con todos los medios.

Son los mismos que más allá de la merma electoral han contribuido, por acción u omisión, al deterioro del financiamiento y del patrimonio de la colectividad, como lo ha observado el Servel y como lo demuestran los antecedentes que ya obran en poder del Tribunal Supremo del partido.

De manera majadera se ha insistido en la incompetencia de la Directiva Nacional y en la ilegitimidad de la actual Junta Nacional y del Tribunal Supremo, órganos fundamentales de la estructura partidaria. ¡La debilidad de estos argumentos queda en evidencia, cuando, curiosamente intentaron una autoconvocatoria de esta misma Junta Nacional que desconocen y para ello recurrieron al propio Tribunal Supremo que cuestionan!

Estos detalles y estas inconsistencias en la estrategia de quienes buscan destruir al PDC, para permitir el desarrollo de sus propios liderazgos en la política chilena, convencidas y convencidos que son los llamados a instalarse en La Moneda después del gobierno del Presidente Boric, son suficientemente conocidos como parte del escenario al que nos estamos refiriendo.

Sin embargo, el objetivo de esta columna es situar con mayor precisión las causas de esta crisis y apuntar a una eventual salida en su próxima Junta Nacional. Algunos antiguos dirigentes y militantes, debemos entender que, con buena voluntad, se llama a restablecer una sana convivencia y la fraternidad que hasta hace poco caracterizó la convivencia entre sus militantes. Así, el foco de la crisis estaría en la soberbia y en la incapacidad de los actuales dirigentes nacionales para escuchar y acoger las distintas visiones y, por lo tanto, en el requisito de que dejen sus cargos para que de modo "mágico" esta crisis quede resuelta.

Diferimos frontalmente de este diagnóstico que expresa más un anhelo -bastante sesgado por lo demás- que una percepción clara de la dimensión de la crisis. Como se ha señalado por otros analistas, hacemos nuestra la tesis que aquí se confrontan dos almas, dos visiones, acerca del rol de la Democracia Cristiana en la política chilena.

Una visión conservadora que sitúa a la DC como un partido en el centro (que nunca se define); disponible para grandes acuerdos con la derecha (como el Rechazar para Reformar que enfrenta las dificultades y el chantaje político que observamos); abierto a algunas reformas siempre y cuando el modelo de la democracia cristiana alemana, es decir la economía social de mercado se mantenga, aunque aquí el neoliberalismo puro y duro ni siquiera se le parezca; y siempre que en la política estemos atentos a "la amenaza" del comunismo. Hoy, además, desconcertados por la existencia de un gobierno progresista que encabezan jóvenes, en particular el Presidente Boric, al que hay que criticar, justificadamente o no, para mantener abiertas sus expectativas presidenciales a las que ya nos hemos referido.

Por otro lado, una visión que invita a recoger lealmente y en serio las convicciones de nuestros fundadores que nos definieron como un partido de vanguardia, al que Radomiro Tomic definiera como "el escudo y la espada de los pobres". Se trata en esta óptica de traducir en la sociedad actual y en los problemas relevantes que afectan el desarrollo del país las orientaciones y los principios del humanismo cristiano para generar un nuevo modelo de desarrollo y alcanzar la justicia social en una sociedad cada vez más comunitaria. Ser un partido "revolucionario" capaz de enfrentar los grandes cambios en paz y con libertad como lo hiciéramos con Eduardo Frei Montalva. Para ello, modificar sus Estatutos de manera sustancial de modo que penetren y permeen sus estructuras los representantes de la sociedad civil y las demandas del pueblo organizado; y retomar y profundizar en su VI Congreso los avances que ya definió hace varios años su V Congreso. Y definir una política de alianzas, que no es nueva ni original, sino que tiene que ser la más amplia unidad social y política de todos quienes sean necesarios para concretar, en cada caso, los cambios necesarios. ¡Por supuesto, nunca con quienes apoyaron y participaron en la dictadura cívico-militar en nuestro país por respeto, a los miles de víctimas, incluidos, nuestros propios mártires!

Algunos, especialmente quienes se han ido y quienes se declaran en reflexión, y desafían diariamente la estructura y la disciplina partidarias, han dicho que la próxima Junta Nacional de este partido será un momento terminal para la DC. ¡Y no quepa dudas que harán todo lo necesario para que dicha reunión de la mayor trascendencia fracase!

Depende de los miles de militantes que, a lo largo del país, decidimos, sin ambigüedades, quedarnos en el partido, que esta Junta Nacional le hable al Chile del futuro y a los jóvenes desarrollando estas ideas de cambio. ¡La fraternidad y la sana convivencia serán la consecuencia de esta visión común construida democráticamente!

Que demos el ejemplo, como dijera nuestra Carmen Frei, digna heredera de su padre Frei Montalva, de ser "un partido, no una montonera". Así, esta Junta Nacional podrá ser el anuncio de una nueva aurora para la DC.

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