Hace 50 años, a mediodía de un día como hoy -es decir a un día y medio del golpe de Estado con los restos aún ardientes y humeantes del criminal bombardeo al Palacio de La Moneda- se firmó un documento que lleva la firma de 13 militantes de la Democracia Cristiana: Bernardo Leighton, José Ignacio Palma, Renán Fuentealba Moena, Fernando Sanhueza, Sergio Saavedra, Claudio Huepe, Andrés Aylwin, Mariano Ruiz-Esquide, Jorge Cash, Jorge Donoso, Belisario Velasco, Ignacio Balbontín y Florencio Ceballos.
Este documento, manuscrito en una hoja de cuaderno, y que muestra la urgencia de los firmantes por dejar manifestación pública de su pensamiento, es considerado un documento histórico en la vida política del país -no solo para la DC- y, al mismo tiempo, recordado como un acto heroico, dadas las condiciones de cruel represión impuestas por las Fuerzas Armadas desde las primeras horas del golpe.
Cuando se cumplen 50 años de la decisión de estos políticos de dejar constancia de sus convicciones y muchas veces se le recuerda y se le interpreta sólo como un acto de valentía y de coherencia republicana, estimamos indispensable revisar algunas de sus lecciones para el tiempo que estamos viviendo. En efecto, diría que la Carta de los 13 es un documento "vivo", que nos aporta verdad e historia, principalmente para la militancia de un partido como la Democracia Cristiana, que busca resolver una crisis institucional grave para volver a reposicionarse como una fuerza de cambio creíble para la sociedad chilena y su futuro.
Cuando, con cierta liviandad, algunos líderes históricos de la DC intentan señalar que el partido tenía una sola posición y que, de haber podido, ellos habrían suscrito el documento, estamos frente a una falsedad histórica inaceptable y que debe ser discutida en profundidad no sólo al interior de un debate partidista, sino que de frente a la sociedad chilena.
En efecto, si algo demuestra el gesto de los 13, es justamente la convicción de dejar constancia que desde la Democracia Cristiana era posible tener una mirada distinta a la institucional y prevaleciente en la militancia.
Así, frente a la postura de la declaración oficial del partido del 12 de septiembre de 1973, que "manifestaba que la acción de las FF.AA. era la única solución posible para salvar al país del caos en que lo había sumido el gobierno de Allende", los 13 señalaron: "Condenamos categóricamente el derrocamiento del Presidente Constitucional de Chile, señor Salvador Allende, de cuyo gobierno, por decisión de la voluntad popular y de nuestro partido, fuimos invariables opositores. Nos inclinamos respetuosos ante el sacrificio que él hizo de su vida en defensa de la Autoridad Constitucional".
La declaración oficial descansaba sobre un supuesto que se demostró trágicamente erróneo: "dado que nuestras FF.AA. tenían una historia que las distinguía de otras en el continente, el golpe abriría las puertas a un rápido retorno a la democracia". Al día siguiente los 13 contestaban: "En cuanto a nosotros, consideramos que nuestra suprema responsabilidad en esta hora, la que asumimos por encima de toda otra consideración, reside en proseguir la lucha por los principios de la Democracia Cristiana y por la restauración de la democracia chilena, fuera de la cual ellos carecen de vigencia".
Recordemos que, además, la directiva nacional de la época autorizó a sus cuadros profesionales y técnicos a colaborar con el gobierno en una curiosa definición: "colaboración técnica, profesional o funcionaria, dentro de la línea de nuestro planteamiento". Podríamos citar una larga lista, que no es el sentido de esta columna, de colaboradores DC que desmienten la idea que ello haya sido una excepción.
Y, no menos censurable, el partido y sus principales dirigentes de la época ofrecieron colaborar con la Junta Militar "en explicar internacionalmente la inevitabilidad del golpe de Estado", con todo el peso que el partido de aquellos años tenía. Los documentos desclasificados y otros trabajos académicos hacen indesmentible esta afirmación.
Por su parte, los 13 hablando a la historia y al futuro de este país, en relación con las mayores responsabilidades en esta tragedia aluden a "el dogmatismo sectario de la Unidad Popular que no fue capaz de construir un camino auténticamente democrático para el socialismo adecuado a nuestra idiosincrasia. Especial condenación merece la irresponsabilidad de la ultraizquierda" y, por otra parte, "a la derecha económica que, con fría determinación aprovechó los errores de la UP para crear un clima de tensión, de ceguera y de pasión política, que, unido a lo anterior, hizo imposible un consenso mínimo al descalificar a quienes lo buscábamos con objetividad y con cordura".
Y agregaban: "Así, estos sectores extremos alienaron psicológicamente a la opinión pública e incluso a numerosos dirigentes políticos y jefes militares, creando la sensación falsa de que no había otra salida para la crisis chilena que el enfrentamiento armado o el golpe militar".
La Carta de los 13, reitero, es un documento "vivo" que le habla y advierte hoy a la sociedad chilena sobre como uno de esos extremos -la extrema derecha política- y la derecha económica nuevamente hoy se conciertan para alienar a la opinión pública y hacer creer "que es necesario que el gobierno del Presidente Boric termine, que es necesario que se vaya".
Cuando, además, vemos una derecha liderada por los sectores más duros que se niega -habiendo transcurrido ya medio siglo- a hablar de Pinochet como un dictador y lo califica como un "estadista" o "el mejor presidente" y que se niega a firmar un documento propuesto por el gobierno, que simplemente establece un compromiso permanente con la Democracia y los Derechos Humanos, debemos denunciar esta estrategia de alienación de la opinión pública y de negación de una verdad histórica que no es interpretable como lo son los crímenes de la dictadura.
La carta señala, también, un derrotero hoy más vigente que nunca: "Los hechos que hoy lamentamos señalan que sólo en libertad, sustentada por la mayoría del pueblo y no por minorías excluyentes, se puede aspirar a la transformación humanista y democrática...". Ojalá que quienes deben escuchar, escuchen.
Frente a la opción de reconstruir un camino de verdadera y sincera convivencia en nuestra sociedad, de más y mejor democracia, de respeto irrestricto a los derechos humanos, no debemos olvidar nunca la necesidad de verdad, justicia y reparación para los y las miles de víctimas de la dictadura.
Y para que la Democracia Cristiana rinda sincero reconocimiento al aporte de los 13, debe asumir públicamente, con humildad, el reconocimiento de los errores que hemos señalado.
Nada de ello empañará su rápido compromiso con la defensa de los derechos humanos gracias al testimonio histórico de sus abogados, su carácter de oposición a la dictadura y su rol clave en la recuperación de la democracia con liderazgos que se expresaron en todos los ámbitos: sindicales, universitarios, profesionales y sociales. Los humanistas cristianos sabemos que "sólo la verdad nos hará libres".
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