A días de que el Presidente Boric cumpliera un año en La Moneda, el 8 de marzo, la derecha política y económica rechazó en la Cámara de Diputados el proyecto de reforma tributaria, presentado por el Gobierno para financiar pensiones dignas y otros gastos sociales en el país. La aguda desigualdad que afecta a Chile estuvo de fiesta.
Como señaló el ministro de Hacienda, Mario Marcel, luego de 8 meses de estudio y debate en la Comisión de Hacienda, de más de un centenar de indicaciones y de la presentación de informes y opiniones de organizaciones sociales y sectores interesados se llegó al momento decisivo: la aprobación o rechazo del proyecto en la sesión plenaria de la Cámara, imponiéndose los intereses económicos más retrógrados y la visión ultraconservadora de la oligarquía financiera.
La derecha ciega en su codicia golpeó duramente a la mayoría de la población frenando el proyecto del Gobierno negándose a dar curso legislativo a la reforma tributaria, herramienta esencial en el esfuerzo del Presidente Boric de lograr una inversión social eficaz y lo suficientemente maciza para hacer frente a la aguda desigualdad social que crispa la convivencia nacional y así reponer la legitimidad del régimen democrático.
En este alevoso ataque a la justicia social resultó, especialmente penosa, la conducta de una exigua minoría de congresistas de procedencia supuestamente progresista que restaron sus votos a la iniciativa posibilitando con ello el triunfo de la derecha.
Más penosa es la queja de unos "opinólogos imparciales", quienes pretenden culpar al ministro Marcel por la mezquina conducta de quienes rechazaron la reforma tributaria, en concreto, esas opiniones propician que el Ejecutivo acepte modificaciones que anulan, vaciando de contenido, las disposiciones propuestas y, por tanto, se someta a los intereses económicos defendidos por el bloque opositor. Esto resulta evidente dado que el ministro Marcel ha debido reducir considerablemente la profundidad de las disposiciones establecidas en esta reforma ante la cerrada oposición de la derecha a mínimos cambios que signifiquen justicia tributaria.
Así, consumada la felonía, la derecha y algunos de sus aliados pseudo centristas, con total desfachatez, pretenden disimular la vileza del hecho tratando de instalar la responsabilidad en el gobierno achacándole "intransigencia". Lamentablemente, al defender inmensas fortunas y desorbitados ingresos nada les detiene y recurren a todos los medios a su alcance para impedir un avance económico y social.
La voracidad de los grupos financieros, bajo la dictadura, generó una crisis inmensa que arruinó el continente en los años 70-80, y ahora se repone la misma codicia que tuvieron los grupos fascistas que asolaron Chile y América Latina, los que no tenían respeto alguno por la dignidad de las personas ni por el patrimonio de las naciones.
Por eso, en los sectores acomodados ha crecido la ultraderecha autoritaria y populista. Son los que no quieren aportar ni un peso a la equidad social y encuentran inesperados socios en personeros que alguna vez tuvieron un compromiso democrático y que ahora, simplemente, se ganan una efímera figuración pública adorando lo que ayer rechazaban.
La reforma tributaria es fundamental para enfrentar los gastos sociales comprometidos en el programa de gobierno, en especial, el aumento de las pensiones. Por eso, ante el chantaje de la derecha no puede ponerse de rodillas. Hay que avanzar con dignidad hacia la justicia social.
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