La convención y un nuevo punto de amarre

La reciente elección de Elisa Loncon como presidenta de la Convención Constituyente, además de ser un acto de reivindicación pública, se trasforma -en términos de transmisión cultural- en un mensaje para todo el país, de que nadie está condenada a un destino o a vivirlo con pasividad, sino también a poder ser un activo agente de cambio y aspirar a su propia reivindicación como tal.

La cobertura del mensaje del domingo es uno que reciben todos aquellos y aquellas que han sido víctimas de violencias y silencios, ya que una autoridad como Elisa Loncon produce identificaciones a partir de trayectorias similares. Eso en principio es bueno para el país y también para vidas personales, incluido en términos de salud mental.

Bajo esta perspectiva, la posibilidad de transformaciones sociales posibles tiene en tanto condición necesaria, como país al igual que con las personas, la elaboración de un duelo de experiencias anteriores que permita recrear creativamente el futuro. La convención nos dio por enterado de la heterogeneidad que nos habita, pero para permitirnos entonces como poder albergar lo heterogéneo, rehuyendo la dinámica de pertenencias excluyentes. Un corte que nos devuelve a la política. Un nuevo punto de amarre tras la disputa hegemónica, como todo aquello que no está objetivamente determinado.

Siempre habrá resistencias que no permitan las transformaciones tanto personales como sociales, como puede ser un orden social determinado. Pero hay otras que la impiden, como asumir permanentemente una posición de fatalidad. El discurso de la presidenta de la convención, representante de un pueblo originario, fue capaz de convocar a un país inclusivo y solidario para todos y todas. Pensar la política es pensar lo común. Construir ese nosotros, el gran desafío político de los liderazgos actuales fue logrado, esta vez, por una mujer mapuche.

Por otra parte, tanto énfasis reiterado en su currículo académico, incluso de quienes apoyan su liderazgo, casi como una justificación por ser mujer y mapuche, como si ser electa democráticamente no la habilitara suficientemente, es expresión de que los juicios con ella serán más exigentes. Persiste la base transversal de clasismo, como el hueso más duro de roer, que atraviesa las claves políticas y alimenta las desconfianzas con todo tipo de discriminaciones.

La capacidad de impulsar una dinámica colectiva, que al mismo tiempo conviva con las identificaciones y sea también sostenida por la convicción de los sujetos singulares, será ahora, luego del domingo, el gran desafío de la Convención Constituyente. Y que será extensivo a la presidenta de la convención por el importante rol que juega. Donde ahora es ella, en forma inédita la autoridad, trastocando la atávica relación entre aquella y lo subalterno.

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