La Democracia Cristiana y su desafío

El PDC elegirá a su directiva nacional. Lo hará en un clima difícil en la política chilena y en su convivencia interna.

Será fundamental saber abordar de verdad los grandes temas que le permitan intentar recuperar la confianza de los chilenos y el rol protagónico, conductor y orientador que tuvo  en la política de nuestro país.

En esa línea no se pueden dejar de asumir situaciones que hoy deben ser motivo de preocupación del PDC para enfrentar con mayor serenidad y seguridad los grandes desafíos que hoy tiene la política en Chile.

En primer lugar y como toda familia debemos analizar seriamente nuestra propia convivencia interna y la forma de hacer  política entre los Demócrata Cristianos.

Esa convivencia interna está muy dañada. Las legítimas discrepancias que no son nuevas en la historia de la DC las hemos transformado en verdaderas “guerras internas”,  en donde ha ido desapareciendo la convivencia comunitaria y la fraternidad en la forma de relacionarse. 

Hoy en la DC opera la política de establecer verdaderos estancos controlados y orientados por caudillos más preocupados de hacer crecer su “lote” interno que de proyectar el pensamiento de la DC hacia la comunidad. 

Aquellas diferencias que en muchas ocasiones eran oportunidades para dialogar y buscar los consensos, fortaleciendo nuestra democracia interna,  las hemos transformado en  visiones casi irreconciliables, en lo político y en lo humano.

Tenemos un partido muy herido en su vida interna. Con conductas y actitudes que no son propias de una organización inspirada en los valores que decimos representar. En varias oportunidades hemos dejado a un lado la solidaridad entre camaradas e incluso en casos concretos no hemos actuado con el compromiso que se requiere detrás de las decisiones que se han definido en nuestras propias instancias.

Otro de los desafíos es nuestra propia organización y su fortaleza estructural y orgánica. Tenemos un partido ausente en múltiples realidades territoriales y/o funcionales del país.  Ausencia que no es tan solo electoral. Lo más grave es que esa ausencia es política y estructural. Tenemos orgánicas partidarias que no representan nada. Solo existen en el papel.  Es decir estructuras fantasmas que solo fomentan el vicio de la sobre representación para temas de poder interno. 

Hoy somos una agrupación sin contacto real con la sociedad, salvo donde tenemos representación parlamentaria. Y esa presencia tampoco responde a una estrategia común partidaria. Es lo que cada parlamentario ha podido realizar en su preocupación por mantener esa presencia en el congreso.

Nuestro abandono de las organizaciones vecinales, juveniles, funcionales, territoriales, gremiales es notorio y evidente para toda la sociedad.

Un tercer gran desafío es saber interpretar los nuevos tiempos que se viven en la política chilena y mundial y tener la capacidad de construir en base a los principios permanentes de la DC lo que debe ser nuestra propuesta de desarrollo de la sociedad. Propuesta que debe buscar consolidar la presencia del pensamiento humanista cristiano en el sentimiento de la gente y en los principios que inspiren el desarrollo del país.

En un mundo en que se ha ido imponiendo la visión individualista y materialista del desarrollo del hombre es vital tener la capacidad, personalidad, voluntad y convicción de promover y defender las ideas del social-cristianismo más allá de cualquier consideración electoral o de poder.

Y para ello se requiere de una organización que crea en sus ideas y por sobre todo que esté compuesta por militantes que asuman el compromiso político de desarrollar en forma permanente y sistemática la acción política como una tarea  de servicio y de búsqueda de la realización de los proyectos  que representen esas ideas.

Estos vitales cambios tan necesarios  para hacer renacer a la DC requieren también de una definición muy realista de lo que debe ser su accionar en conjunto con otros sectores políticos.

Es imposible y poco democrático pensar en un camino exclusivamente propio. La misión de la DC requiere de aliados con los cuales avanzar en la construcción de esa sociedad más justa y buena que nos decía Aylwin. 

Se debe asumir la tarea de buscar, sin complejos, los acuerdos, pactos o alianzas que sean necesarios para avanzar en forma  coherente en la consolidación de ese objetivo político.

Durante los últimos 25 años fue un actor importante de esa forma de hacer política. Las experiencias  y vivencias adquiridas debe servir para discernir muy bien sobre cómo y con quien es posible ese camino conjunto que tenga como elementos centrales el éxito de los objetivos definidos y el fortalecimiento de la presencia humanista cristiana en el quehacer de la política chilena.

Soy de los que creo absolutamente en la vigencia del pensamiento y el aporte del PDC en Chile. Este instrumento partidario  que hoy existe puede lograr evitar aun la desaparición de ese aporte al país.

Este desafío requiere de ese compromiso integral  y  asumir los nuevos tiempos que nos exigen saber renovarnos y por sobre todo reencontrarnos entre  nosotros mismos y con la ciudadanía, para ser fieles a Chile y a lo que el humanismo cristiano representa en su desarrollo y la búsqueda de ese bien común que nos permitió identificarnos en forma entusiasta  con las aspiraciones de los chilenos.

Aún se puede recuperar esa mística y confianza en  nuestras ideas y por sobre todo  reconquistar  la adhesión de los ciudadanos  que necesitan de un social cristianismo  con la personalidad que se requiere en la épica misión de cumplir lo que nuestros  padres fundadores se propusieron al asumir hace ya varias décadas la valiente tarea de cambiar las estructuras que impiden el desarrollo y la felicidad de las personas.

Debemos volver a ser familia. Debemos volver a nuestras raíces. Debemos demostrar que somos consecuentes con lo que pensamos y practicamos.

Debemos volver a compartir con la ciudadanía y estar en aquellos lugares donde ellos nos requieren.

Debemos volver a ser vanguardia  y por sobre todo  a caminar sin miedos de ninguna especie en esa tarea tan emblemática y tan desafiante.

Y además de volver a ser fieles a nuestra historia y a lo que fue la forma de hacer política. Debemos saber asumir la responsabilidad de ser un partido que responda con creatividad y audacia a la gran tarea de asumir los cambios que implica la realidad de un nuevo siglo, con una ciudadanía que exige un PDC  renovado y presente realmente en la realidad social, cultural y política de Chile.

Debemos volver a creer en nosotros mismos. Debemos volver a ser democrata cristianos.

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