La voluntad ciudadana eligió, en diciembre de 2021, a Gabriel Boric como Presidente de la República para el período establecido entre marzo de 2022 y marzo de 2026. Un líder de izquierda, perteneciente a las nuevas generaciones del país. La tarea de gobernar no ha sido fácil, recibir el país luego de la pandemia, que se precipitó casi inmediatamente después del estallido social y simultáneamente al proceso constituyente que pretendía dejar una nueva Constitución Política del Estado, por cierto que ha resultado ser un desafío mayor al que pudo pensarse en una situación nacional sin tales enormes impactos en la realidad chilena.
Ahora bien, el nuevo gobierno logró reponer la gobernabilidad democrática al derrotar el proceso inflacionario, estabilizar la economía y recuperar la normalidad de la marcha institucional del país. Uno de sus logros es un royalty que llega directamente a las comunas y retomar la explotación del litio, a través de Codelco, para que sus recursos cubran necesidades de la población chilena.
Sin embargo, Chile se ha visto severamente afectado por la extrema violencia de acciones de grupos extremistas en la macrozona sur, también por el alza del crimen organizado, así como por el enorme volumen adquirido por la inmigración irregular a Chile, en particular, la procedente desde Venezuela. Así, ese proceso político es un tema del debate nacional, con toda la tensión de las últimas semanas.
Paralelo a ello, se han inscrito las listas de candidaturas a las elecciones municipales y regionales del 27 de octubre próximo, lo que es un aliciente para el debate político y de ideas que ganara amplio espacio en las semanas venideras. Asimismo, paulatinamente, se va instalando el tema presidencial que abre otro desafío para el debate democrático de las fuerzas políticas.
En este clima de cambios bruscos de alto impacto es una cuestión esencial evaluar la situación presente y trazar un rumbo de mediano y largo plazo. Antes que dividirse por un régimen sin destino estratégico como el de Maduro, salvo perpetuarse como sea, hay que reflexionar y mirar el horizonte para formular las bases conceptuales que fundamenten la unidad en la diversidad de la izquierda y la centroizquierda, con vistas a la segunda mitad de esta década que ya está aquí.
El aumento del crimen organizado, a nivel global, conlleva la necesidad de implementar una política de Estado para garantizar la seguridad de la población. Así como, sigue pesando la concentración de la riqueza y la desigualdad que conllevan odiosos desequilibrios en el ejercicio de derechos fundamentales como la Educación y la Salud. Y el déficit habitacional es una penosa carga en la vida de muchísimos hogares. Que la Justicia no sea igual para todos y todas es otro de los grandes temas.
Al mirar el horizonte, Chile no puede dedicarse solo a la extracción de materias primas, y sin caer en el voluntarismo del primer proceso constituyente, hay que abrir nuevas vías de la industria minera, alimentaria y en la aplicación de la ciencia y la tecnología en beneficio del país, con sustentabilidad ambiental.
El fracaso de los dos procesos constituyentes por cierto que debilitó el prestigio y la autoridad democrática del sistema político. La política espectáculo lo socava diariamente, también el bloqueo por la derecha de la reforma de pensiones y la colusión para alzar el precio de artículos esenciales como los medicamentos. Además, la ineptitud de las empresas eléctricas crea una nueva e inmensa preocupación en el ámbito de la seguridad de la población, así como el término de la producción de acero en Huachipato no puede ser ignorada y exige una propuesta, de acuerdo al interés nacional.
El Presidente Boric realiza un sostenido esfuerzo para afianzar el régimen democrático, pero los partidos -por diversas razones- no le apoyan como debieran. El descrédito de la política, la demagogia y el populismo, que dañan severamente el carácter y la calidad de la democracia, son parte de los principales desafíos del periodo. El tema de los derechos humanos es un valor fundamental. No hay excusas en este ámbito. No importa si el dictador se viste de blanco o de rojo, los delitos en contra de la dignidad humana hay que condenarlos igual.
Tampoco en nuestra sociedad está resuelta la violencia en contra de la mujer y se siguen violando los derechos de la niñez, la población se conmueve con situaciones tan aberrantes como inaceptables. En términos generales ha recrudecido la violencia que se extiende y envenena las relaciones sociales. Hay grupos delincuenciales que actúan con una criminalidad que no se conocía. Ante ello, se trata de establecer cómo el Estado responde a estas exigencias.
Hay que abrir una etapa de intercambio de ideas y opiniones para dar respuestas a los requerimientos económicos, sociales, culturales y políticos que revitalicen el prestigio y la legitimidad de la institucionalidad del país. En la gobernabilidad democrática los actores son diversos y el pluralismo político es insustituible, pero la responsabilidad de la izquierda chilena, históricamente, ha sido fundamental en la viabilidad y fortalecimiento del régimen democrático. Ese es el desafío.
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