La Ilustración bajo ataque: el oscurantismo digital

Europa vivió una transformación radical con la Ilustración (siglos XVIII-XIX): se consagra la capacidad del ser humano para creación de la ciencia, la tecnología a través de la razón crítica para mejorar permanentemente su destino. Esta certeza ha creado un desarrollo económico, tecnocientífico y social extraordinario, hasta nuestros días, a una velocidad históricamente muy corto. Paralelo a esos cambios, el enorme debate intelectual de la Ilustración -por esto también llamada "el Siglo de las Luces"- cambia radicalmente el pensamiento político: se crea el corpus teórico y filosófico contra el absolutismo monárquico de la época, tanto que este resplandeciente siglo termina en la Revolución Francesa en 1789 y se instalan las bases ideológicas para el desarrollo de los derechos individuales, sociales y políticos con un poderoso planteamiento anti dogma, construyendo los cimientos de lo que hoy llamamos la "libertad de expresión", que se resumen en una paráfrasis del planteamiento de Voltaire: "Aunque no esté de acuerdo contigo, me moriría por defender tu derecho a expresarte".

En rigor, en "el Siglo de las Luces" se desarrollaron los fundamentos claves de la democracia contemporánea: separación de poderes estructurados para controlarse mutuamente de cualquier exceso, falta o abuso de poder; soberanía popular, eligiendo directamente a sus representantes a través del voto libre; un debate político antidogmático con la libertad de expresión como base; y la promesa inalienable de los derechos individuales y colectivos garantizados.

Sin embargo, hoy asistimos a una preocupante inversión de esa promesa. En plena era digital, cuando la tecnología debiera seguir expandiendo los horizontes del saber, de la solidaridad y cooperación -que son las condiciones humanas con las cuales hemos logrado los homo sapiens nuestra supervivencia por sobre todos los demás homínidos-, vemos cómo se utilizan sus herramientas para desinformar intencionadamente para polarizar, crear odios viscerales entre grupos sociales, políticos, de orientación sexual y de género, y destruir los consensos básicos que sostienen nuestras democracias y derechos para tener una convivencia civilizada.

El progreso digital se ha convertido en el vehículo de una nueva forma de oscurantismo contemporáneo: a través de la desinformación en las redes sociales, premeditadamente anticiencia, cultura y conocimiento, con el solo afán de distribuir la ignorancia como método de dominación: el mismo sello político en los mil años de oscurantismo absolutista religioso medieval, echando por la borda todas las enseñanzas que heredamos de la Ilustración

Las redes sociales, epicentro del debate público actual y colonizadas por fuerzas ultrareaccionarias, poseen un ciberejército de todólogos, agitadores político-religiosos e influencers antisistema democrático que propagan el resurgimiento de ideologías oscurantistas autoritarias.

Las corrientes políticas ultrareaccionarias globales ya no necesitan golpes de estado, basta la desinformación política diseñada para manipular la opinión pública digital a través de la mentira organizada para un fin político-cultural: crear una conciencia colectiva que normaliza un pensamiento político antidemocrático. La desinformación anti periodística con fines políticos se ha convertido en el mayor desprecio a la evidencia y a los datos comprobados, los cuales deben regir en democracia si queremos tener una convivencia civilizada.

En rigor, la desinformación política en redes sociales es un golpe de Estado digital permanente contra la democracia para reinstalar el oscurantismo medieval autoritario.

Este fenómeno, liderado por movimientos neoultraderechistas, no solo erosiona las instituciones democráticas, sino libra también una cruzada contra la cultura y el conocimiento. Desde negar el cambio climático y desacreditar a Darwin o Einstein, hasta llegar a asegurar que la tierra es plana y que las vacunas son innecesarias, se promueve una desconfianza hacia la ciencia, la educación, el conocimiento y el pensamiento crítico.

La administración Trump, patriarca de la cruzada oscurantista de la ultraderecha global, lo ilustra elocuentemente: elimina el Departamento de Educación (ED, por su sigla en inglés); en ciencia, recorta presupuesto para investigación y desarrollo (I+D); en conocimiento crítico, interviene la autonomía universitaria imponiendo su agenda ideológica regresiva; y todo esto enmarcado en el desmantelamiento del sistema democrático, desde dentro.

El caso chileno

En el caso chileno, esta práctica de desinformación intencionada con fines políticos tuvo su máxima expresión, hasta ahora, en el plebiscito constitucional de 2022. La orquestación masiva de todos los medios digitales -y tradicionales conservadores que se hicieron eco directa o indirectamente de la mentira premeditada- difundieron, entre otras caricaturas de la realidad, que la ciudadanía perdería su casa y los fondos de pensiones por un cambio radical del derecho a la propiedad; o que la soberanía territorial de Chile estaba amenazada por consagrar la plurinacionalidad de Chile otorgando derechos jurídicos territoriales a los indígenas (ver: ¿Perderé mi casa o mis fondos de pensiones con la nueva Constitución?).

Independientemente de los múltiples, para algunos, errores y, para otros, horrores, tanto de la propuesta en sí como de algunos de sus integrantes, la desinformación extrema orquestada fue una de las causas del altísimo voto que la rechazó: 61,89%; como también, que provocó una participación histórica inédita, la más alta: 85,86%.

Sobre lo que no queda ninguna duda es que la desinformación en las redes sociales es, en la coyuntura política actual, la herramienta más eficaz para la manipulación política y la desestabilización del sistema democrático. Es de esperar, en el caso chileno, que no se use ni menos abuse de esta herramienta antidemocrática en el debate presidencial a celebrarse el 19 de diciembre de 2025.

Con la desinformación en la esfera digital lo que está en juego es mucho más que una disputa política: es el sentido mismo de la modernidad democrática. Si la Ilustración nos legó el ideal de que todo ser humano tiene derecho al conocimiento, al bienestar material y a la libertad, hoy ese legado se encuentra bajo amenaza. En su lugar se promueve una sociedad basada en la ignorancia; la fragmentación social a través del odio inducido entre grupos sociales; la exclusión socioeconómica; y el miedo, que es la paralización de la razón por sólo la angustia emocional, que es como quiere tenernos el poder antidemocrático oscurantista autoritario para controlarnos.

Frente a esta deriva, es urgente defender la cultura, la ciencia, la educación del pensamiento crítico, y la política aplicada para el bien común, como pilares fundamentales del progreso humano. Para ello debieran trasladarse al universo digital las leyes y el Código Penal que ya sancionan la desinformación y los discursos de odio, políticos, misóginos y LGBTIQfóbicos. Porque esto no es un problema de libertad de expresión, sino de su defensa para que fuerzas oscurantistas involucionistas autoritarias no la destruya.

No podemos continuar permitiendo que el ecosistema digital, con todo su potencial, se convierta en la herramienta de una involución histórica irreversible.

El legado de la Ilustración no solo nos enseña que el conocimiento nos hace libres al ser capaces de encontrar verdades dentro del proceso racional basado en datos verificables, sino también que es lo único que puede salvarnos del retorno a las sombras con el triunfo definitivo del mal oscurantista autoritario.

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