A veces no hay como referirse a cierta acción, opinión o conducta por la perplejidad o rabia que provoca, es lo que me pasa con las reiteradas y provocadoras declaraciones de personeros de derecha o ultraderecha que desconocen con sarcasmo y malevolencia las crueles, brutales y sistemáticas violaciones a los derechos humanos y la práctica implacable del terrorismo de Estado, realizadas por el régimen dictatorial instaurado el 11 de septiembre de 1973.
En el debate público, a esa inhumanidad se le llama "negacionismo", una actitud que ha recrudecido en los últimos meses llegando a la infamia de burlarse o caricaturizar uno de los aspectos más estremecedores de la violación de los derechos humanos, como fue la violencia sexual ejercida en contra de hombres y, especialmente, mujeres en condición de presos y presas políticas.
Esas vejaciones inenarrables, denominadas "leyenda urbana" por una parlamentaria de ultraderecha, la vesania en contra de mujeres indefensas rompió todo límite y escrúpulos, convirtiéndose en una de las prácticas más terribles y aberrantes del régimen castrense.
La afición por el libremercadismo del sector de ultraderecha les ha incitado, incluso al comercio de merchandising relativo a la "gesta" criminal del putsch militar. Esa es la esencia de su ideología: cualquier cosa se puede comprar y vender. No les interesa el respeto a la dignidad del ser humano y mucho menos el dolor de las víctimas y sus familias.
El terrorismo de Estado implementado para tomar, mantener y perpetuarse en el poder, cubre de oprobio y vergüenza a los patrocinadores, sostenedores y encubridores de la dictadura y esa responsabilidad histórica, precisamente, es lo que quieren tapar con el negacionismo, el olvido y la amnesia.
No hay justificación de ninguna especie para que se cometieran esas atrocidades y la fuerza política que lo desconozca usando como excusa el socorrido y manoseado argumento del "contexto de 1973", en realidad, se está reservando la posibilidad de volver alguna vez, si lo requieren sus intereses, a instigar y repetir tales increíbles atropellos a la dignidad del ser humano.
El sarcasmo negacionista hacia las violaciones de los derechos humanos es el reflejo de un desprecio absoluto a la dignidad del ser humano cuyo resultado final no podría ser otro que la ley de la selva en la civilización humana. Una sociedad dominada por el imperio de bandas armadas crueles y salvajes impulsadas sólo por el afán de prevalecer a cualquier precio.
Por eso, es fundamental doblegar ese cruel negacionismo que conlleva sólo el impacto destructivo del revanchismo ultraconservador frente a los avances civilizacionales de las últimas décadas. El afán negacionista provoca una infamia que sólo destruye.
Chile no debe caer en el abismo de la incivilidad y debe prevalecer el compromiso de hombres y mujeres, jóvenes y personas mayores de alcanzar una sociedad en que el hombre deje de ser el lobo del hombre y se transforme en su hermano.
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