La Media Mayoría

En realidad, a pesar de lo irónico que puede leerse el título, estas líneas no buscan hacer escarnio de las decisiones que un conglomerado político como la Nueva Mayoría ha tomado en el último tiempo. Acciones legítimas, por cierto, toda vez que cada movimiento o grupo tiene derecho a hacer lo que estime pertinente según sus objetivos colectivos o institucionales. Pero cuando se participa en el espacio público, y los derroteros escogidos convocan y afectan a tantos, se debe estar disponible para el escrutinio.

Lo concreto es que con la decisión de la Democracia Cristiana (teniendo como antesala la que adoptara el Partido Socialista con respecto a Ricardo Lagos), se abre un nuevo foco de discusión con respecto a alianzas, pactos y programas, no solo en el bloque, o a estas alturas caminando a ex bloque - oficialista sino del resto de las fuerzas.  Porque la política electoral es competencia y esta no se hace solo con relación a los caminos que uno elige sino también los posibles contendores.

Ir a primera vuelta con candidato propio significa, en la práctica, tener la oportunidad de definir más nítidamente qué es lo que se propone al país. Porque, aunque su nombre involucre un estadio o fase inicial, solo un paso en una senda más larga hacia La Moneda, en términos estrictos puede también ser terminal si alguno de los postulantes logra más del 50 % de los votos. Algo que bajo las actuales circunstancias se ve difícil, pero eso no resta el efecto que tendrá para el país en términos de definiciones y propuestas. Y de confrontación, claro está.

Pero esta no será la primera vez que ocurra.  Ya en 2005 Sebastián Piñera (RN) forzó a su aliado en la Alianza por Chile Joaquín Lavín (UDI) a medirse en las elecciones y no en primarias. Fue así como pasó a segunda vuelta con Michelle Bachelet y, aunque fue derrotado, fue uno de los elementos que le permitió instalarse como candidato para los comicios siguientes, los de 2009.  Y ganar.

Es probable que la DC confíe en que las fuerzas emergentes de todo tipo, entre ellas el Frente Amplio, permitirán desfondar por la izquierda el pacto que ya han sellado en torno a Alejandro Guillier radicales, socialistas y, este fin de semana, comunistas, y posiblemente, aunque en política pueden ocurrir muchas cosas, el PPD.  Y de seguro en el análisis está también restar votos a la centro derecha, más aún con el discurso duro que Piñera ha entregado al país durante su campaña.

Pero hay que abrir escenarios.  Esto también puede tener más de pragmatismo y ser una estrategia para, de no prender en apoyo general, bajar a Carolina Goic y negociar una mejor posición en el eventual nuevo gobierno (léase cargos en el Ejecutivo) a cambio de su respaldo.  A ello le llaman algunos negociación.  Otros, simplemente, chantaje.

Todo esto vale principalmente en la medida que se siga pensando según el clivaje izquierda/derecha tradicional.

Al mirar más allá, quienes sienten que existen polaridades que complementan con fuerza las que abraza la izquierda (control estatal/privado de los medios de producción y áreas estratégicas de la economía, conservadurismo/liberalismo valórico) tienen la oportunidad de hacer un aporte que permita traspasar con contenido aquellas barreras y lograr una adhesión renovadora.

Entre tales, lo que se ha llamado la nueva forma de hacer política. Algo que no pasa solo con no meter las manos (lo cual es de sentido común básico, pero menos lo es cuando hablamos de caudillismo, clientelismo, conflictos de interés, tráfico de influencias, transparencia) sino con la toma de decisiones más colectivas, donde se vaya dejando atrás el temor a la participación ciudadana vinculante.

Porque mientras más ciudadanos se involucran en las decisiones mayor cross checking existe, que es el mecanismo de fiscalización cruzada o de contrapesos del poder. Lo decimos desde la convicción de que quienes viven en los territorios tienen el legítimo derecho a participar en las definiciones que les afecten, sean estos territorios de nivel nacional, regional, comunal o muy local.

La discusión sobre el modelo de desarrollo extractivista también debe ser parte del escenario.  A la señora que le instalan una termoeléctrica que contamina su aire, su agua, afecta su calidad de vida, que esta sea del Estado o de una empresa privada no significa mayor diferencia. 

Hablar de recuperación del control de los recursos naturales, para rentar sobre su explotación sin mayor discusión sobre el cómo y sus impactos en los ecosistemas que nos albergan, es una visión que queda al debe en términos de los cambios que muchos demandan.  El planeta así nos lo demuestra día a día.

Más democracia y sus derivados como descentralización, participación ciudadana vinculante, regionalismo e incluso asamblea constituyente. Más responsabilidad socioambiental y elementos asociados a una matriz energética diversa con énfasis en el ahorro y la eficiencia, el agua como un derecho humano, y conceptos como resiliencia y capacidades de carga.

Quizás la decisión de la DC no sea tan buena noticia para la Nueva Mayoría, pero por lo menos puede ser positiva para continuar con cambiar esos sentidos comunes que mueven la sociedad. 

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