La conmemoración del 50° aniversario de la muerte del Presidente Allende significó un duro golpe para quienes han pretendido negar la, cruenta y masiva, violación de los derechos humanos en Chile y el terrorismo de Estado como instrumento principal de perpetuación del régimen militar instalado tras el golpe de Estado del 11 de septiembre de 1973.
Las evidencias de los crímenes y felonías de la dictadura fueron concluyentes e irrefutables. Las pruebas y antecedentes sobre la conjura golpista financiada desde Estados Unidos por la administración Nixon; la traición de Pinochet al juramento a la bandera y al honor militar; las aberraciones aplastando la dignidad de hombres y mujeres indefensas, ejecutadas por la DINA y luego la CNI; la criminalidad ilimitada de la Caravana de la Muerte, la Operación Cóndor y otras atrocidades; en suma, los asesinatos y crímenes inauditos quedan registrados como imborrables en la conciencia del país.
Ante la fuerza de la verdad extendiéndose en los diversos espacios de opinión disponibles, el negacionismo tuvo que retroceder. El hecho más notorio de ello es la interesada confesión de culpabilidad de un grupo de condenados por crímenes de lesa humanidad, suscrita y difundida desde el penal de Punta Peuco.
Es una declaración de parte de los más viles criminales de la etapa más cruenta y terrible de la dictadura, verdaderos amos de Chile en ese período, que sembraban el terror en ciudades grandes y pequeñas, incluso en países cercanos; llegando con el terrorismo de Estado a Mendoza, Asunción, Lima, México, Buenos Aires, Washington y Roma, a través del llamado "departamento exterior" de la DINA.
Fueron un Estado dentro del Estado, es decir, una agrupación estatal de carácter represivo, constituida por la Junta Militar, convertida en una organización terrorista de Estado que actuó haciendo uso de un poder sin contrapeso alguno. Un grupo de criminales sádicos que dependían directamente de Pinochet y sembraban la muerte y la desolación en cada una de sus acciones. Estos asesinos eran sus propios jefes, el mando superior era Pinochet.
Por eso, ahora no pueden pretender desligarse de la responsabilidad criminal directa que les corresponde. En su conocimiento está el destino de los detenidos desaparecidos, ellos les apresaron, secuestraron, torturaron, asesinaron e hicieron desaparecer. Eso es lo que deben dar a conocer al país y a las familias de las víctimas.
Conceptual y prácticamente el negacionismo fue derrotado. La fuerza de la memoria histórica fue superior, más constante y persistente. Los crímenes del terrorismo de Estado no serán olvidados. El futuro de Chile exige el compromiso irrestricto con el respeto a los derechos humanos y el fortalecimiento de la institucionalidad democrática.
El Presidente Boric logró la firma de los expresidentes democráticamente electos para el compromiso de respetar siempre la vigencia de tales principios. Además, relevantes figuras de otros países han incorporado su nombre a ese propósito fundamental.
La derecha política se quedó fuera. Penosa decisión. Están angustiados por la amenaza electoral de los ultraconservadores que se presentan como "republicanos" y se supeditan al fanatismo dogmático de sus posiciones. Sin embargo, la historia proseguirá su marcha y el avance civilizacional de respeto a la dignidad del ser humano y de afianzamiento del régimen democrático se reforzará en el tiempo. Así ocurrió con otras grandes evoluciones de la humanidad, así sucederá también ahora. Son valores que perdurarán y no podrán ser desconocidos.
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