La neotransición

En el inicio de los '90, al retornar el periodo democrático, hubo una reconfiguración total del poder de los partidos políticos de nuestro país. Estos se organizaron en dos marcadas coaliciones: Una llamada Concertación de Partidos por la Democracia -de tendencia centro-izquierda- y la otra de nombre Alianza por Chile -de centroderecha-. La primera gobernó el país por cuatro periodos consecutivos mientras la Alianza ejecutaba el rol de oposición.

Esto lo recuerdo porque lo obvio a veces se olvida. La Concertación pavimentó una transición democrática ordenada, aunque con los contratiempos naturales propios de esos años. Recordemos que era un escenario de gran convulsión política, en donde, literalmente, había fuerzas que habían tomado las armas como opción y tenían a su merced los bancos -que en esa época eran escenarios sangrientos por la crudeza de los asaltos ejecutados en ellos-. Puedo recordar un nombre entre varios: El grupo Lautaro.

Aun así, la "concerta" sacó la tarea adelante de manera más o menos exitosa. Sin embargo, el tiempo hizo lo suyo y como dice la canción, cambia todo cambia. Es, tal vez, lo que pasó con el resultado de las elecciones pasadas. Naturalmente, las personas buscan un cambio positivo en sus vidas, y las votaciones democráticas evidencian eso, una deliberación institucionalizada de la gestión del cambio por un futuro mejor.

En un escenario semejante al vivido en la década del 90, desde el punto de vista de la convulsión política y social, el plebiscito del año pasado zanjó la opción de cambio constitucional para nuestro país. De la misma forma las elecciones pasadas también lo hicieron y con muchas sorpresas por delante.

Esto trajo un escenario político nuevo, donde las fuerzas partidistas nuevamente se están reconfigurando. Hoy, a la luz de la votación por constituyentes, el escenario político quedó dividido en tres tercios. Paradójicamente igual que en el año 1970 -lo que es un dato, nada más-.

Pues bien, parece posible que estemos ante una neotransición, donde la respuesta a los dolores sociales deberá darla la vilipendiada política, por medio de la escritura de la nueva Carta Magna. Sin embargo, como hay actores nuevos cuya etiqueta independiente se irá diluyendo con el tiempo, vale la pena poner énfasis en algo principal.

Tal vez la enseñanza de los que conocemos el retorno a la democracia desde la experiencia y la vida -que muchas veces vale más que leer un libro- es la capacidad que tuvieron los políticos de antaño de negociar y acordar. Para los electos convencionales serán esas decisiones, queriendo o no, las que botarán las piezas del dominó en donde comenzará a reorganizarse la política partidista nacional.

Porque, si no quieren caer en la irrelevancia política, obligatoriamente deberán ceder. En ese momento el desgrane del choclo partidista será interesante. Por tanto, la obligación de conversar acercará a unos y alejará a otros.

Mientras tanto, quienes tenemos un compromiso con la democracia, y con la superación de los dolores de nuestra sociedad, estaremos muy atentos a este escenario de reconfiguración. Porque, tal como ocurrió en los 90, queremos y esperamos que este nuevo orden institucional y político sea prudente, con altura de miras y con mucho diálogo que permita que el país mejore y no se estanque. Todos queremos un Chile mejor, pero no a cualquier precio. Los actores de esta neotransición tendrán la llave para abrir o cerrar la puerta al país que soñamos.

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