La política como profesión

En estos días se ha hablado mucho de la importancia de la seriedad, la experiencia y la prudencia como elementos esenciales del quehacer político. Lo increíble es que todo eso es lo que ha estado ausente desde hace años en la política chilena. Los sectores políticos, con tal de ganar votos, han ofrecido a los electores personas surgidas desde la farándula, como Flor Motuda, Kathy Barriga o Maite Orsini; agitadores de todo tipo que se han hecho conocidos por cosas como las tomas estudiantiles o por sus activismo en alguna ONG.

En otras palabras, durante años a Chile no se le han ofrecido políticos realmente profesionales sino advenedizos y oportunistas. Por eso, en la política nacional predominan diletantes, narcisos, frívolos y pontificadores de toda especie. En términos estrictos, imperan personas sin vocación política que se dedican a asuntos políticos por motivos de diversa índole. Algunas por vanidad excesiva, otras porque simplemente les es rentable.

No es raro que nuestros políticos parezcan no tener convicciones claras, sino más bien lemas aprendidos que les permiten satisfacer a sus nichos o que les permiten actuar como Fouché, según la ocasión. Por eso un día dicen una cosa y al siguiente otra totalmente contradictoria. Como los mueve la vanidad o la simple caza de rentas, tampoco abordan sus labores políticas de modo serio y responsable. No se preparan respecto a sus tareas legislativas o gubernamentales y peor aún consideran que saben lo suficiente para llevar a cabos sus diversas ocurrencias.

No es raro que la política en Chile este sumida bajo una preocupante incompetencia y demagogia política tanto a nivel del poder Ejecutivo como Legislativo. Eso sin duda acrecienta la desconfianza de los ciudadanos en los partidos. Basta ver cualquier encuesta para darse cuenta. Pero además, esto amplifica la desconexión de los propios actores políticos respecto a la ciudadanía y sus preocupaciones. Están tan ensimismados que sus debates no son respecto a asuntos públicos importantes, sino respecto a sus contrapartes. Se dedican al chisme y la reyerta, no al debate.

El problema base de la política chilena tiene relación con que los partidos no producen profesionales políticos, no forman cuadros, sino que ofrecen franquicias y cupos sin mediar otra cosa que la posibilidad de obtener más votos. ¿Válido? Sí. El inconveniente es que con eso hacen de la política un espectáculo y también la vuelven presa de candidatos buenos para ganar elecciones pero mediocres en sus cargos.

Chile necesite volver a tener políticos profesionales, que ganan votos pero también ejercen de forma responsable y eficiente los cargos en que son electos o nombrados. Obviamente, eso exige que los partidos preparen mejores políticos para evitar seguir elevando a la categoría de eminencias a ineptos sin ideas o con unas que han sido un fracaso donde han sido aplicadas.

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