La razón frente al odio

En medio del gravísimo impacto del paro empresarial iniciado en octubre de 1972, en los primeros días de noviembre, el Presidente Allende tomó un rumbo decisivo, tanto para Chile como -en especial- para su gobierno: un cambio de ministros que incorporó a los comandantes en jefe de las Fuerzas Armadas al gabinete.

Así, el comandante en jefe del Ejército, general Carlos Prats, ocupó el cargo de ministro del Interior. En ese momento los conjurados tuvieron que ceder y retrocedieron, las organizaciones que orquestaban el paro de octubre de ese año 1972, cuyo impacto lamentablemente descalabró la economía, se vieron en la obligación de ponerle término.

El paro golpista de los gremios patronales se efectuó en medio de un clima de odios y desgobierno cuya dirección estuvo en el entonces Partido Nacional, liderado por un oligarca de pasado nazi, Sergio Jarpa, cuya estrategia golpista guiaba la acción política de la derecha. Las paredes eran rayadas con la palabra Djakarta, aludiendo al golpe de ultraderecha en Indonesia, donde se ejecutó una represión con decenas de miles de asesinatos impunes.

Entonces, a inicios de noviembre, cuando la crisis amenazaba con dejar sin abastecimiento a la población, el gabinete tuvo nuevos miembros que lo fortalecieron, pero también vio alejarse a varios ministros, entre ellos Aníbal Palma, que ante la cercanía de las elecciones parlamentarias inició su campaña en la circunscripción senatorial más decisiva, la de Santiago.

Fue una lucha difícil, cuesta arriba, en medio del trabajo desestabilizador de los grupos de choque de la ultraderecha entrenados para realizar provocaciones y el desgobierno que, luego de levantarse el paro patronal, recurrirían a atentados explosivos para volar vías férreas y agravar el desabastecimiento y el mercado negro.

Además, allí se postulaban figuras políticas como el líder socialista Carlos Altamirano y el también líder comunista Volodia Teitelboim, quienes junto a Palma se agrupaban en el Partido Federado de la Unidad Popular, frente a la Confederación Democrática y sus figuras principales, el exPresidente Eduardo Frei Montalva y el nombrado Sergio Jarpa.

Ya entonces los foros televisivos adquirían un rol central en el debate político. En uno de ellos, Jarpa trató a Palma de "quiltro" que no debía meterse en pelea de "perros grandes", arrogándose jactanciosamente con esa autodefinición la condición de "político peso pesado". De ese modo, alimentaba el odio y encendía las descalificaciones necesarias para impedir cualquier tipo de entendimiento que pudiera abrir paso a una solución que evitara la violencia y el quiebre institucional en el dilema que vivía el país.

Así, Jarpa hizo cuanto estuvo a su alcance como jefe del Partido Nacional para crear el clima de desgobierno requerido y bloquear e imposibilitar la marcha del régimen democrático y generar el putsch militar. Con un falso y cínico nacionalismo, financiado desde el exterior, agrupó el conservadurismo más visceral para hundir la democracia chilena, pregonaron por la libertad para ahogarla implacablemente.

El costo social es imposible de medir. Con el golpe de Estado fue destruida la democracia. Miles de víctimas fueron asesinadas. Decenas de miles flagelados y torturados. Cientos de miles salieron al exilio. El patrimonio nacional entregado a los incondicionales. Ganó el terrorismo de Estado con el apoyo de la derecha y grupos ultraconservadores o enceguecidos sectores antipopulares que se sumaron al fascismo.

Con el esfuerzo de los demócratas chilenos la verdad que se ocultó tantos años, finalmente, pudo conocerse. El horror y el terror fue el régimen de gobierno que impusieron. Por eso, el 2020 cuando murió Jarpa, en la derecha dijeron un par de palabras de rutina, no se atrevieron a defenderlo, es indefendible.

En cambio, la izquierda chilena supo luchar en medio del dolor, la represión del fascismo y el derrumbe de la democracia. Por eso, el Presidente Allende es recordado con devoción junto a miles de patriotas que no se sometieron al fascismo. También Aníbal Palma, fallecido la semana pasada, fue despedido con el cariño y reconocimiento de las fuerzas democráticas y populares que valoran su dignidad y consecuencia en la lucha por la libertad y la dignidad para Chile. A pesar de lo que sufrió no pudo ser doblegado.

Esa es la diferencia, entre la jefatura civil del golpe fascista y la sobria firmeza de hombres y mujeres que, sin armas ni medios materiales, con su sola fortaleza moral y política, bregaron por los auténticos intereses de Chile en la etapa más difícil de nuestra historia.

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