La tarea es la nueva Constitución

El 4 de julio pasará a ser un día relevante en la historia de Chile porque culminó la labor de la Convención Constitucional y, solemnemente, el Presidente Boric recibió el texto que será sometido a plebiscito, el próximo 4 de septiembre.

Hay actores de la política nacional que pretenden un quiebre irreconciliable y una confrontación civil en torno a las opciones de Apruebo o Rechazo. Creen que así aseguran la victoria de sus respectivas opciones. Tales opiniones se ubican en la ultraderecha, pero también existen en la ultra izquierda. Hay que analizar esas estrategias.

Siempre la base de acción de la ultraderecha es crear temor y practicar el terror, lo hacen desde el poder y fuera de él. El invento del "Plan Zeta" en septiembre de 1973 justificó aberraciones atroces como la Caravana de la Muerte, el Plan Cóndor y la puesta en marcha del secuestro y desaparición de los opositores a la dictadura.

Otras veces la opción reaccionaria se disfraza y pide apoyo presentándose como el mal menor, así lo hizo el mismo Pinochet en el Plebiscito de 1988 ante el caos social y económico que generó el neoliberalismo a ultranza que la dictadura impuso, pero que intentó achacar a las fuerzas populares y democráticas. Mientras más extrema la amenaza de una confrontación sin control más crecía la ultraderecha, tanto que el repulsivo dictador, en medio de una terrible crisis nacional y responsable de crímenes inenarrables, llegó al 44%, ese alto porcentaje volvió a repetirse con Kast, en diciembre último.

El gran esfuerzo por un proceso de cambios hacia un Chile justo y digno se une a la lucha por ganar el plebiscito, con esa perspectiva no hay que hacerle el juego a la estrategia de confrontación de la ultraderecha y caer en un extremismo insensato, se equivocan quienes creen que las proclamas del todo o nada son el único recurso para cohesionar las filas de quienes les apoyan. Ahora hay que sumar fuerzas y lograr la mayor amplitud si de verdad el objetivo es tener una nueva Constitución. El chovinismo partidario no es lo que se requiere.

Hay situaciones efectivamente dramáticas como lo expresó en sus palabras, serena y macizamente el Presidente Allende, el 11 de septiembre de 1973, que el mismo definió como "definitivas"; pero es muy claro que no todas las circunstancias son semejantes y hay que prestar atención a cada momento político concreto para no caer en las trampas que tiende el adversario.

El eslogan del chovinismo partidario o de grupo sectario reduce al nicho de los puros, duros y maduros. Por eso, no hay que confundir la firmeza de principios y la fuerza de las convicciones con el sectarismo político, su efecto es más negativo aun cuando ese llamado reduce la convocatoria y condena a ser minoría. Es lo que no debe ocurrir en el próximo plebiscito, es demasiado importante la decisión que tomará el pueblo de Chile y hay que bregar con amplitud para ser mayoría.

El grupo ultraconservador de la sociedad chilena hace mucho rato que trabaja con cuantiosos recursos, soterradamente y maniobra para revertir su condición de minoría, remarcada por el 80% de apoyo que tuvo el rechazo a la Constitución de 1980 en el plebiscito de octubre de 2020. Por eso, difundieron "generosamente" los yerros y despropósitos del proceso de la Convención Constitucional, amplificando cuanta metida de pata hubo dándole tuvo gran publicidad.

Al parecer en la ultra izquierda no toman nota de cómo la derecha manipula y usa los despropósitos cometidos porque para cada error hay una justificación y siguen igual, da la impresión que piensan que la realidad es la que se equivoca y no quien comete el error. Ese modo de sentirse dueños de la verdad, es la soberbia que da vida al sectarismo para el cual siempre son los demás los que se equivocan, viéndose a sí mismos, como infalibles.

Ahora bien, no caer en el lenguaje visceral de la ultraderecha no significa ignorar que estamos ante una decisión histórica. La estabilidad democrática requiere una nueva Constitución que exprese la superación definitiva del régimen autoritario y del Estado subsidiario que lo representa. En esa línea el Apruebo necesita una campaña amplia, que le hable a los indecisos y no se limite a los convencidos, que sume voluntades y logre ensanchar las fronteras de quienes bregan por una nueva Constitución para Chile.

Son muchas insatisfacciones acumuladas, hay franjas de la sociedad en que domina el odio, la violencia, una ira inconducente y un inconformismo ciego. Es cierto que hay descontento con la desigualdad que agobia la sociedad chilena, pero también se da un intenso arribismo, fuerte individualismo y ausencia de espíritu de organización colectiva.

La dispersión política conlleva fragmentación social y un apoliticismo reaccionario, pero lamentablemente hay ultras que lo ven como algo positivo y lo dicen en la consigna "el pueblo unido avanza sin partidos" validando el mensaje ultraconservador. Hay que sobreponerse y superar ese clima porque no conduce al cambio hacia un país justo y solidario como aspiramos, incluso esa bronca visceral fermenta ideas revanchistas que sirven a la ultraderecha.

El resentimiento violento y destructivo no es transformador ni progresista, pero lamentablemente en sectores radicalizados de la izquierda se idealiza. Balaceras indiscriminadas contra la vida de esforzados trabajadores forestales, asaltos despiadados a adultos mayores para financiar excesos consumistas, usar el narcotráfico para destruir las organizaciones sociales, en fin, son muchos los hechos y casos en que el lumpen aplasta el bien común.

Por eso, la opción del Apruebo debe tomar distancia de aquellas conductas cuya violencia irracional aniquila la convivencia social y sólo lleva agua al molino del rechazo ultraconservador. El proceso de cambios en Chile requiere alcanzar una tarea esencial, se debe reconstituir una mayoría nacional sólida que avance hacia un Estado social y democrático de derechos en que los grupos irracionales que fomentan la división y el quiebre del país y de la vida en comunidad sean aislados y el proceso de cambios logre seguir avanzando.

Por eso, es fundamental aclarar que hoy el vehículo de mayor inestabilidad institucional es mantener a una Constitución que está muerta, como el propio presidente de la UDI reconoció en Canal 13. La nueva Carta Fundamental, nacida en democracia, es perfectible, pero condenar el país a la vigencia de un texto constitucional repudiado por el 80% del electorado es irresponsable. En suma, el fin de la Constitución de 1980 y una nueva Constitución traerán gobernabilidad democrática y estabilidad institucional para avanzar en dignidad y justicia social.

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