La verdad y la justicia son esenciales

La causa de la verdad y la justicia nació el mismo 11 de septiembre de 1973, al fragor de la resistencia antifascista y en defensa del régimen democrático que era derribado, desde el Comité Pro Paz impulsado por el cardenal Silva Henríquez, creado después del golpe de Estado por iglesias de diferentes confesiones y credos religiosos.

Luego de su forzosa disolución, fueron la Vicaría de la Solidaridad y la Comisión Nacional de los Derechos Humanos, así como los partidos de izquierda y fuerzas antidictatoriales, diferentes ONGs y las familias de las víctimas, las que constituyeron un amplísimo arco de chilenos y chilenas que dieron continuidad a la brega por verdad, justicia y reparación.

A través de un constante y sacrificado esfuerzo se logró contar ya bajo la dictadura con una valiosa información acerca de las violaciones de los Derechos Humanos y del terrorismo de Estado, posteriormente, iniciada la transición democrática fueron la Comisión Rettig y la Comisión Valech las instancias que reunieron decenas de miles de testimonios que probaron que los malos tratos, crueles y degradantes, así como, la desaparición y el asesinato de los opositores constituyeron una práctica habitual del Estado dictatorial, bajo el mando de Pinochet.

También, en los años '80, la denuncia de periodistas indoblegables fue fundamental ante la durísima represión a las jornadas de protesta contra el régimen, en especial, la voz de Manola Robles resultó ser una brisa constante, de verdad indoblegable, frente a la mentira institucionalizada de la dictadura.

La investigación periodística también fue decisiva. Fue un hito el libro de Patricia Verdugo "La caravana de la muerte", que estableció la verdad sobre los escalofriantes asesinatos ejecutados por Arellano Stark, por órdenes directas de Pinochet, en las principales unidades militares del país. Chile se estremeció al conocerse esa furia asesina en contra de los presos políticos.

Ahora se ha conocido que miles de soldados conscriptos de la época entregaron, durante la década pasada a la Subsecretaría de Derechos Humanos, sus testimonios con una verdad estremecedora e irrefutable, comprobando desde su posición de ex militares las atrocidades cometidas por la dictadura. Esa verdad es un nuevo avance en la derrota de la estrategia de impunidad que la derecha ha mantenido durante décadas. Cómo impedir el conocimiento de la verdad no fue posible han ensayado la táctica del silencio de modo de eludir la inequívoca responsabilidad política que les corresponde.

Ahora bien, ante estos nuevos testimonios resulta ser profundamente negativo que las autoridades y/o funcionarios respectivos no procesaron esa información como correspondía, pero a pesar de la dilación, no cabe duda, que pasará a formar parte de la verdad histórica que tantos años ha costado reunir para que se vaya configurando una certeza objetiva e irrefutable de lo que fue ese terrible periodo de nuestra historia.

La verdad y la justicia emergen como pilares esenciales e inamovibles del Chile digno y justo al que aspiran las nuevas generaciones. Debemos perseverar en ese propósito. La lucha de nuestros mártires así lo exige.

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