En una columna anterior expresamos lo inconveniente que era insistir en un nuevo proceso constitucional, atendidas las urgencias sociales que aquejan a nuestros conciudadanos. Los resultados de las recientes elecciones a consejeros constitucionales parecen habernos dado la razón.
Sin embargo, un factor nuevo en este itinerario es la mayoría obtenida por el Partido Republicano. La obtención de 23 consejeros, de un total de 51, lo ha convertido en uno de los actores principales del nuevo proceso constitucional, al obtener el mínimo de votos necesarios para ejercer un veto a cualquier norma del anteproyecto constitucional que les incomode. Incluso, con la hipotética compañía de Chile Vamos, la oposición podría decidir la aprobación o modificación de cualquiera de las normas propuestas por el anteproyecto salido de la Comisión de Expertos.
Aunque, en principio, se trata de excelentes noticias para la estabilidad institucional del país -la izquierda deberá escoger entre la Constitución de Kast o la de Pinochet- la nueva situación presenta al mismo tiempo una difícil encrucijada para la derecha, dividida en dos almas que, a ratos, parecen irreconciliables: una derecha conservadora y patriota (los Republicanos) versus un grupo de políticos (Chile Vamos) que realmente parece no saber muy bien para dónde "va".
A Republicanos, la mayoría obtenida los obliga a equilibrar su labor en el proceso constitucional con las expectativas electorales que deben cuidar para el ciclo de elecciones que se acerca, el cual culmina con la presidencial de 2025. Esas expectativas dependen, de manera esencial, de que -tal como lo han hecho hasta ahora- mantengan su adhesión a sus principios fundamentales. Sobre todo, porque es probable que las próximas elecciones no se decidan tanto por lo que se diga o se deje de decir en el proceso constituyente, sino que por el ambiente que viva el país en lo político y económico.
Si el desastroso gobierno de Boric sigue el camino actual es muy probable que, con independencia del proceso constituyente, los Republicanos obtengan igualmente una alta votación en las elecciones que vienen.
Para la denominada "centroderecha", en cambio, el panorama es mucho más difícil. No es solo que Republicanos -con más de 3.400.000 votos- haya sido el partido más votado, no obstante que rechazaba frontalmente este nuevo proceso constitucional. Es que Chile Vamos, ondeando las mismas banderas de la seguridad pública que el primero, obtuvo apenas el mismo porcentaje de votos que el conjunto de votos nulos y blancos (cerca de 21%). Por eso el voto entregado a Republicanos puede interpretarse sin demasiadas dificultades como un voto de castigo del electorado a esa centroderecha que suele confundir diálogo con rendición ("La derecha chilena es una izquierda con dos años de retraso", dijo alguien, pues es lo que suele demorarse en adoptar como propias las banderas que le impone el progresismo).
Incluso después de las elecciones, Chile Vamos ha insistido en seguir votando con la extrema izquierda proyectos tan esenciales para esta como las 40 horas y el salario mínimo. De no tomar nota de lo que dice su electorado, es muy probable que, así como el anterior proceso constitucional se llevó por delante a la extrema izquierda, este nuevo proceso también barra con la centroderecha.
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