Las exigencias para la DC

Para nadie es un misterio que la DC ha experimentado un retroceso electoral enorme en la última década y hoy ha dejado de ser una fuerza política relevante. Se podrá decir que, en general, los partidos políticos tradicionales están en crisis tanto en Chile como en otras latitudes, y que ello significa un deterioro irresistible que conduce a su desaparición.

Esa constatación, que tiene parte de realidad, no puede inhibir a sus militantes de examinar en profundidad las causas que explican esta decadencia y de producir un debate serio y profundo que, más que buscar acuerdos, permita encontrar -basada en los principios cardinales del humanismo cristiano- una renovada identidad que en diálogo permanente con la sociedad actual ilumine y lidere el camino hacia lo que Maritain llamó "un ideal histórico-temporal concreto" como objetivo de "una acción política de largo alcance", puesto que trabajar por su concreción implica un proceso, un movimiento permanente hacia su realización nunca acabada.

Lo anterior supone lucidez y consecuencia para no transar nunca -lo que denomino- los principios cardinales del humanismo cristiano que son nuestra inspiración y nuestra luz y que aspiramos puedan ser asumidos por todos, incluyendo aquellos cuya formación no provenga de una iglesia cristiana.

Por ejemplo, el amor al prójimo, que se traduce en la dignidad de toda persona humana y que es el fundamento del reconocimiento de todos los derechos humanos que la sociedad, conforme su desarrollo, va reconociendo e incorporando, sea en su dimensión espiritual, económica, social y cultural.

Por ejemplo, nuestro sentido de trascendencia que confiere un imperativo de responsabilidad que nos obliga a trabajar ahora por un mundo mejor que explote sus recursos naturales con una óptica amigable en armonía con el bienestar de la persona humana y la conservación de su medio ambiente.

Por ejemplo, nuestro respeto irrestricto al pluralismo que conlleva una aceptación de la diversidad social, cultural y política de la comunidad humana, pero que no nos conduce a la división y a la separación, sino que nos obliga a la unidad en la fraternidad.

Por ejemplo, voluntad de acoger críticamente los aportes de otros humanismos que históricamente han surgido con posterioridad a nuestro humanismo cristiano y muchas veces combatiéndolo.

Sin embargo, supone también lucidez para entender que el contexto social y el entorno son siempre cambiantes, para incorporar en todo momento elementos que nos acerquen al ideal histórico-temporal concreto sobre el que nos proponemos trabajar como organización política y para cuya realización necesariamente tenemos que invitar a todos.

Si pensamos en el Chile de hoy, en una rápida síntesis, tenemos que caminar y aportar visiones y respuestas en temáticas como:

1) Hacia un modelo de desarrollo integral que no se confunda exclusivamente con el crecimiento económico -siempre necesario por supuesto- y que permita dejar atrás la etapa neo-liberal del capitalismo que ha profundizado el individualismo y la competencia -enemigos por supuesto de toda sociedad comunitaria e inclusiva- y que ha hecho del mercado el elemento rector de todas las actividades humanas

2) Hacia un reconocimiento constitucional de los derechos humanos en sus dimensiones espiritual, económica, social y cultural cuyo respeto sea obligatorio tanto para el Estado como para los privados

3) Hacia una organización política que reconozca la importancia de los territorios y permita una efectiva descentralización con poder efectivo para las regiones

4) Hacia una integración -con respeto a la diversidad en muchas dimensiones– de nuestros pueblos originarios, con especial preocupación por el conflicto ancestral del Estado chileno con el pueblo mapuche cuya solución es un imperativo histórico para una sociedad comunitaria y fraterna

5) Hacia una política migratoria que integre como iguales a la vida ciudadana a los miles de extranjeros que escogen vivir y aportar constructivamente al desarrollo de nuestro Chile

6) Hacia una sociedad que respete e integre plenamente a las mujeres en todas las dimensiones del desarrollo profesional y ciudadano con una mirada que tienda a la paridad de derechos y deberes

7) Hacia una democracia más fuerte y más directa que permita expresar y recoger permanentemente las expresiones de la ciudadanía en todos los ámbitos

8) Hacia una política internacional soberana que refuerce los organismos internacionales para trabajar por la paz y superar el hambre en el mundo

Es la tarea que nos impone el momento actual de la sociedad chilena, en que estamos frente a un gobierno que se propone grandes transformaciones -gobierno del que no formamos parte, pero que contribuimos a elegir- y cuyo éxito cuenta con nuestro compromiso.

También estamos frente a una Convención Constitucional que realiza un trabajo inédito en nuestra historia republicana y cuyo éxito -ante el cual no podemos ser neutrales- marcará la historia en la que queremos transitar con el ideal histórico-temporal de trabajo que seamos capaces de proponerle a Chile.

Es cierto que tenemos tiempo, pero también es cierto que es urgente iniciar esta reflexión seria y profunda si queremos convocar a las jóvenes generaciones como en el pasado -y en otros contextos- lo hicieron con éxito nuestros fundadores.

Nueva identidad y nueva organización parecen ser las exigencias. Es la tarea apremiante que espera a la nueva directiva nacional de la DC y por la que -con ese objetivo- la mayoría de los militantes votamos.

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