Hay 2 dichos que quiero traer a colación con respecto a estos casos: "Mal de muchos, consuelo de tontos" y "No hay que ser más papista que el Papa".
La clase política ha hecho mofa y un festín de los problemas que ha tenido la Lista del Pueblo (LDP), en especial los quiebres que provocaron que se fueran retirando paulatinamente 17 de los 27 convencionales que fueron electos; recientemente han criticado el daño a la fe pública causado por el caso Rojas Vade.
No dejó de observar con cierto cinismo esas reacciones. Veamos en primer lugar ¿Por qué nace Lista del Pueblo? Somos un país pequeño que tiene 40 movimientos y partidos políticos oficiales que van, ideológicamente, desde la extrema derecha hasta la extrema izquierda. Es decir, la ciudadanía dispone de una amplia gama de partidos para elegir por quien votar. Aun así aparece la Lista del Pueblo y en su primera elección consigue 15% de los votos. Una votación superior a la de casi todos los 40 movimientos políticos pre-existentes en Chile, algunos con más de 60 años de historia.
La Lista del Pueblo responde a una necesidad insatisfecha, "los partidos políticos, y su forma de operar, no están dando respuesta a las demandas de la gente". Se habían convertido en entes endogámicos cerrados a la ciudadanía, siempre los mismos rotándose los cargos, transformados en verdaderas maquinarias de poder, donde ocupar cargos en la administración ha llegado a ser más importante que comunicarse con las necesidades de la población. Las peleas entre fracciones, al interior de los partidos políticos, han sido vergonzosamente conocidas; las peleas entre los partidos de una misma alianza o pacto han sido también vergonzosamente conocidas, casi nunca son fracturas ideológicas o doctrinarias, casi siempre la manzana de la discordia es una cuota específica de poder.
Al final los partidos políticos se convirtieron en maquinarias ávidas de poder y cargos. Ya más adelante se verá en qué se usa el poder, lo importante "aquí y ahora" es conquistarlo, tener cargos, tener ministerios, tener diputados, tener concejales, tener senadores, tener alcaldes. Los principios y la doctrina se sacrifican al dios "cargos". Por eso fue posible que políticos de centro y de izquierda le pidieran fondos al testaferro de Pinochet, por eso Penta ha financiado ilegalmente la política, por eso algunos parlamentarios han recibido aportes de empresas que supuestamente estaban fiscalizando, por eso algunos han votado leyes a pesar de manifiestos conflicto de interés (como el caso del Código de Aguas). Todos sabemos que la lista de corrupciones es angustiantemente larga y daría para varios libros.
Por ello la clase política en vez de festinar los fracasos de la LDP tendría que preguntarse ¿Por qué hubo un 15% de ciudadanos estuvieron dispuestos a votar por gente desconocida a nivel nacional, incluso a nivel local, que estaban improvisando un movimiento? Creo que ese sería un ejercicio bastante más útil que rasgar vestiduras por lo que ha pasado con la Lista del Pueblo y con Rojas Vade.
Los constituyentes fueron elegidos en un país en el cual prácticamente todas las instituciones han mostrado, en los últimos años, síntomas graves de fatiga moral y corrupción: colusiones entre empresas que pueden haber causado muertes (farmacias) sancionadas con un curso de ética, abuso de posición dominante de algunas grandes empresas en contra de sus proveedores pymes, uso de información privilegiada en perjuicio de los accionistas minoritarios, sobresueldos y honorarios no justificados en las Fuerzas Armadas, obispos y pastores escondiendo casos de pedofilia y apropiación ilícita, personas de altos ingresos robando objetos que son parte del patrimonio nacional, empresarios expulsando de "su lago" a personas que tenían derecho a estar, ahí por ser un bien nacional de uso público, etc., etc.
Aquellos que creen que cuando elegimos a los constituyentes éramos un país política y moralmente virgen y lleno de principios y valores están en un profundo error. La Lista del Pueblo, cuyos púberes postulados no comparto, surge en medio de la descomposición moral de la sociedad chilena y, aunque no nos guste, sigue fiel a su propuesta más importante, representar a los ciudadanos de a pie, "a pesar de los partidos políticos".
Los que algo entienden de política saben que un movimiento ideológico, a nivel nacional, no se crea en los tres meses que pasaron desde el triunfo del Apruebo en el plebiscito y la fecha dada para inscribir candidaturas de convencionales, especialmente en medio de una pandemia que no permitía reunirse y organizarse. La LDP se forma entre gallos y medianoche, sin tiempo suficiente para discusiones ideológicas, doctrinarias y de principios de acción política; por ello la diversidad de criterios se comienza a avizorar a poco andar. ¿Cuán mala era la relación entre los partidos políticos y la ciudadanía que, a pesar de esos inconvenientes la LDP consiguió un 15% de los votos para constituyentes?
Surge la pregunta ¿tienen los políticos y sus partidos la altura moral para exigirle a la LDP y a Rojas Vade más de lo que se les ha exigido a las empresas coludidas, a los altos mandos de instituciones saqueadas, a los parlamentarios corruptos e inconsecuentes, a los pastores pedófilos? Casi ninguno de los cuales ha recibido sanciones ejemplares.
Hecho este punto, seguramente muchos lectores pensarán a este señor le podríamos decir "Mal de muchos consuelo de tontos", porque no se puede jugar al empate entre los errores de la LDP y los muchos errores de los otros actores de la sociedad, y en parte tienen razón; a quienes me espeten ese refrán yo les retrucaría "pero no podemos ser más papistas que el Papa" ¿Por qué la Convención Constituyente no debería que ser un reflejo de lo frívola, cínica, inmadura, corrupta, mentirosa que ha sido nuestra sociedad en los últimos años? Como en la sociedad, hay también muy respetables y buenos constituyentes que van a hacer contribuciones importantes, pero también hay de los otros de los que se parecen a los empresarios que se coluden, que evaden impuestos, que despiden sin causal justificada, que luchan de manera brutal para eliminar la competencia no para que haya más competencia, o a los curas y obispos que escondieron la pedofilia y la apropiación ilícita, o a los altos mandos de las Fuerzas Armadas que se han enriquecido, o los jueces que prevaricaron, o los fiscales que no han reconocido sus conflictos de intereses e ideológicos, o las universidades que han dictado carreras para las cuales no había mercado etcétera, etcétera y un largo etcétera.
Adicionalmente, es cierto que Rojas Vade le hizo un daño enorme a la fe pública de Chile, ya muy alicaída (recordemos los niveles de aprobación de la políticos e instituciones en las últimas encuestas), es cierto que le mintió a sus más de 30.000 votantes, quienes lo eligieron pensando que estaba dando una lucha por los enfermos de cáncer; es cierto que dañó los sentimientos de los enfermos que están sufriendo Cáncer de verdad, y por ello no debiera ejercer como constituyente. La Convención deberá hacer los reglamentos para su salida; sin embargo, por favor olvidémonos un poquito de la moralina y hagámonos cargo que Rojas Vade no es una excepción dentro de la política chilena, no es una excepción dentro de los niveles de corrupción que hemos conocido en los últimos años en nuestro país. Los políticos, los empresarios, la ciudadanía más que apuntar con el dedo a Rojas Vade debería buscar los mecanismos para sancionar hasta inhibir la repetición de actos de corrupción en las empresas y sus ejecutivos, en la justicia, en las instituciones de todo tipo.
Emulando a Sabina, en Noche de Bodas, "Que la corrupción no valga la pena y ser honesto no salga tan caro". Termino con otro refrán: "Obras son amores y no buenas razones".
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