En 2018, Steven Levitsky y Daniel Ziblatt publicaron el libro "Cómo mueren las democracias". Esta obra, ampliamente comentada y analizada en Chile y el mundo, vuelve a estar en la palestra debido a los acontecimientos que ocurrieron en el Capitolio de Estados Unidos el día 6 de enero del 2021.
Para ambos autores, los "guardianes de la democracia" son los partidos políticos y sus líderes, a los cuales se les asigna una mayor responsabilidad en proteger y velar por principios y normas democráticas.
Tras la victoria electoral de Joe Biden, Donald Trump se mostró reacio a reconocer los resultados electorales, acusando fraude y amenazando con múltiples querellas que no tuvieron validez jurídica en los hechos. Sus sucesivas acusaciones e incitaciones a manifestarse motivaron a un grupo de personas a marchar y entrar violentamente al Congreso, de forma inédita e histórica, con un resultado de cinco muertos.
Este acontecimiento llevó a distintas personalidades y autoridades políticas de nuestro país a realizar múltiples críticas, mostrándose sorprendidos por el devenir del suceso. Sin duda alguna, lo ocurrido en el país del norte no es una causa, sino una consecuencia de variables y/o factores estructurales -globalización, hastío contra el "establishment" político, crisis de representatividad, entre otros- y nacionales de dicho país. En este sentido, la persona individual de Donald Trump es irrelevante, es decir, funcionó como un canalizador y sintetizador de un conjunto de malestares de la sociedad civil estadounidense que no desaparecerán cuando éste deje la presidencia el 20 de enero del 2021.
La xenofobia, el racismo y la corrupción son elementos que siempre estuvieron presentes en Estados Unidos. Sin embargo, con Donald Trump como presidente se hicieron ostensiblemente notables y aumentaron en comparación con otros gobiernos.
¿Se pudo haber evitado el "asalto al Capitolio"? ¿Se podría haber evitado las múltiples medidas autoritarias y populistas de Trump? Levitsky y Ziblatt (2018) nos recuerdan que el Partido Republicano ni marginó ni dejó fuera de la lucha del poder a Donald Trump, como si se hizo con otras figuras populistas y potencialmente autoritarias en el pasado ¿Cuál es la razón de aquello? precisamente, el cálculo electoral pragmático de estar en la Casa Blanca, y lo que supone hacerse de ese "botín electoral" tan preciado en el mundo.
En nuestro país, la coalición política de derechas "Chile Vamos" (conglomerado que agrupa a Evopoli, RN, UDI y el PRI), acaban de firmar una lista única con el Partido Republicano de José Antonio Kast para competir en las elecciones de constituyentes que se realizarán este 11 de abril.
Esta elección será una de las más importantes en nuestra historia, por su condición de ser paritaria, con escaños reservados para pueblos originarios y con amplia participación en su origen y proceso de la ciudadanía chilena.
Los adherentes del Partido Republicano de Kast, son reconocidos por su defensa a la dictadura, hostilización de sus adversarios -o "enemigos", probablemente en su cosmovisión- políticos y férreos opositores a la inmigración. Todo esto pareció no ser relevante para los líderes partidarios de derechas -algunos autodeclarados como "liberales"-, que privilegiaron el cálculo electoral pragmático a la defensa de valores prodemocráticos como ocurrió en Estados Unidos, cuando el Partido Republicano declaró a Donald Trump como candidato oficial a la presidencia.
El diputado y vicepresidente de Evopoli, Francisco Undurraga, declaró que este pacto "no se proyecta ni exige contenidos". Mario Desbordes, uno de los líderes de RN, tras conocer la candidatura a constituyente de Teresa Marinovic -reconocida pinochetista- por el distrito 10, declara como "inaceptable faltar a los acuerdos entre gallos y media noche! [sic]".
Para evitar que candidatos potencialmente autoritarios y populistas lleguen al poder -con resultados nefastos para minorías y sociedad civil-, Levitsky y Ziblatt (2018) remarcan lo que la politóloga Nancy Bermeo denomina como "distanciamiento".
Básicamente, se trata de mantener a estos líderes potencialmente autoritarios al margen de listas electorales; desafiliar a militantes extremistas de sus filas; eludir alianzas con partidos y candidatos antidemocráticos; aislar sistemáticamente -en vez de legitimar- a los extremistas y forjar una alianza en común para derrotarlos. Todo lo anterior, es exactamente lo contrario a lo que hizo Chile Vamos al firmar una lista única para competir en las elecciones de constituyentes para redactar la nueva Constitución.
En una de las elecciones más importantes de nuestra historia, el haber privilegiado el pragmatismo electoral por sobre el respeto a los valores democráticos y a un sentir ciudadano mayoritario, opuesto completamente a lo que representa el Partido Republicano, podría traer consecuencias negativas en el proceso constituyente y permitir, como se presentó en Estados Unidos, una ventana única de participación de este partido de extrema derecha para influir en una nueva Constitución que, por cierto, rechazan completamente.
La decisión de formar acuerdos políticos con partidos y/o líderes que fomentan la animadversión hacia minorías, que defienden el legado de la dictadura y frenan permanentemente los cambios sociales, puede traer consecuencias negativas de mediano y largo plazo para la convivencia democrática que aún no podemos dilucidar ni vivir. Observar lo que ocurre en otros países con movimientos y/o partidos similares nos permite aprender y ponderar los beneficios y costos de este tipo de decisiones. No por nada Angela Merkel rechazó categóricamente la elección de un candidato liberal que contaba con el apoyo de AFD -partido de extrema derecha alemana- y su propio partido de la CDU. Inclusive tachó de "imperdonable" este apoyo conjunto al candidato electo.
¿Cómo mueren las democracias? Sin duda por un conjunto de medidas estructurales y coyunturales, a las cuales se inscribe abrir puertas electorales a grupos extremistas y contrarios a valores democráticos.
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