Los peligros del negacionismo colonial, patriarcal y ecocida de la nueva derecha regional

El triunfo de Donald Trump en Estados Unidos y la reciente victoria de Jair Bolsonaro en Brasil, pueden ser vistos solo como el comienzo de la aparición de una nueva derecha en la región abiertamente neofacista y pos liberal, la cual a diferencia de las anteriores derechas tecnocráticas y neoliberales de los últimos 30 años en América Latina, marcadas por el consenso de Washington y la hegemonía económica y militar de Estados Unidos, estaría atravesando un giro discursivo ante la irrupción cada vez más evidente de China, quien está disputando el centro mundial del capitalismo histórico. 

Una nueva derecha, que ante el claro proceso de desoccidentalizacion del mundo, como resultado del fortalecimiento de los BRICS y el auge de los nuevos progresismos en América Latina en la década de los 2000, se dio cuenta que lo que estaba en juego son los valores mismos de la civilización occidental, por lo que hará todo lo posible por postergar aquella decadencia utilizando un nuevo lenguaje de negación del otro, que tomará distancia de las ideas “globalistas” impulsadas por organismos internacionales como el Banco Mundial y Fondo Monetario Internacional en los últimos 70 años.  

De ahí que esta nueva derecha promueva una retórica negacionista de la existencia racismo, sexismo y ecocidio existente en el planeta de manera diferente a como lo ha hecho desde la posguerra a nuestros días, ya que se dio cuenta que la única forma de subsistir en el tiempo es construyendo nuevos enemigos del orden imperante, en donde tanto liberales como progresistas son parte del problema al subordinarse económicamente a China.  

Es así como el fetichismo tecnológico, consumista e individualista de la derecha más neoliberal de los 90 ya no sea suficiente como forma de dominación, sino que se le agregará esta vez una nueva cacería de brujas, en donde movimientos indígenas, inmigrantes, afrodescendientes, ecologistas, feministas, animalistas, LGTIBI, etc., serán desde este punto de vista, los nuevos anti-patriotas y meramente un subproducto de un marxismo cultural que estaría cooptando gobiernos, grandes medios de información y organismos de la ONU como la UNESCO, UNICEF, FAO, OMS, entre otros.  

No es de extrañar entonces que esta nueva derecha neofacista y pos liberal apoyada por grandes sectores cristianos y nacionalistas se declare explícitamente anti-globalista y que impulse una nueva cruzada en contra de la llamada “ideología de género” y  de la “ideología climatista”, a través de una crítica a la corrección política del establishment, el cual según esta mirada estaría imponiendo al mundo una dictadura de lo políticamente correcto, solo por evidenciar procesos históricos como lo son el  eurocentrismo, el androcentrismo, el especismo, racionalismo, antropocentrismo, así como la construcción de privilegios de ciertos grupos sobre otros. 

Planteamiento negacionista, que en el caso de la llamada ideología de género, responde a una estrategia política proveniente del Estado Vaticano y de Joseph Ratzinger en los 2000, la cual estaría buscando una nueva cruzada para postergar así el debilitamiento de la iglesia católica en el mundo, amenazada ante las innumerables denuncias de abuso sexual a menores dentro de diferentes congregaciones.

De ahí que junto a las iglesias evangélicas busque impulsar un discurso discriminador que no hace más que naturalizar el binarismo de género en toda América Latina, para así frenar cualquier tipo de avance en lo que refiere a derechos. 

Asimismo, movimientos como “con mis hijos no te metas”, buscan echar atrás  leyes de educación sexual, leyes de aborto y leyes de identidad de género implementada y que se están discutiendo en varios países de la región, lo que lo hace ir contra no solo de organizaciones feministas sino incluso contra políticas públicas liberales de los mismos gobiernos, inclusive de derecha. En consecuencia, son sectores que buscan  reforzar un sistema  patriarcal, ecocida y cristiano céntrico, impuesto desde hace más de 500 años, en donde la mujer se puso asimétricamente cercana a lo natural y corporal mientras que al hombre se le puso más cercano a lo cultural y a la razón, desde una ontología dualista del mundo, la cual se ha universalizado dramáticamente, afectando violentamente a los cuerpos-territorios en toda Abya Yala.  

De ahí que estas expresiones discriminatorias vayan acompañadas también por una fuerte racialización de ciertos grupos inferiorizados por occidente (negros, indígenas, chinos, árabes, musulmanes, pobres) a través de una criminalización de la inmigración, que puede ser visto como un extractivismo de los cuerpos, en donde solo algunos tienen la opción de transitar libremente por el mundo, apropiándoselo, mientras que otros son vistos con sospecha en las diferentes fronteras de los países.   

Un discurso negacionista también hacia la crisis socio ambiental actual, que lo complementa con expresiones como “fraude del cambio climático”, planteado explícitamente por Donald Trump, Jair Bolsonaro y sus partidarios, dejando en evidencia que esta nueva derecha negacionista está dispuesta a ir incluso contra de las propias organizaciones internacionales que creó después de la posguerra, la Declaración Universal de los Derechos Humanos, así como contra todas las cumbre y acuerdos sobre el medio ambiente firmados por los distintos países, afirmando que la lucha contra el calentamiento global sería también otra consecuencia mundial del marxismo cultural y de China. 

Es decir, como si el marxismo ya no creyera lo suficiente en el conflicto de clases entre burgueses y proletarios, sino en un nuevo conflicto de género entre hombres y mujeres, un conflicto sexual entre heterosexuales y homosexuales y un conflicto ambiental entre cultura y naturaleza.

Una curiosa interpretación del marxismo sobre una nueva conciencia de género, sexual y ambiental, considerando lo profundamente androcéntrico, heternormativo, eurocéntrico y antropocéntrico que ha sido a lo largo de su historia, y por lo demás lo sigue expresando en los procesos más progresistas de la región como lo son los Socialismos del Siglo XXI, como también  los gobiernos de China y Rusia, en donde el sexismo, la homofobia y el extractivismo siguen colonizando nuevos cuerpos-territorios en el mundo. 

De ahí que la llamada guerra comercial entre Estados Unidos y China sea más bien una guerra por el control total de los territorios, los cuales si no están organizados peligran los bienes comunes que sostienen la vida en el planeta. 

En definitiva, si en el siglo XX la amenaza nuclear fue la gran preocupación en el mundo entero, en el siglo XXI la amenaza ambiental puede ser mucho peor,si no se hace algo a tiempo. 

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