Los que se dividen son derrotados

Aunque el resultado de las elecciones del 26 y 27 de octubre, obviamente, no constituye un certificado que consagre la victoria de la derecha en los comicios que definirán al Presidente de Chile en noviembre de 2025, la presión mediática penetra en las filas populares y algunos ya creen que la regresión conservadora no se podrá frenar.

Y aun cuando los partidos y liderazgos, con militancia o independientes, de izquierda y centroizquierda recogen un apoyo en torno al 40% del electorado, hay sectores importantes del progresismo que se ven pesimistas, en medio de un clima político de tensiones por expectativas que no se lograron o sinsabores por perdidas electorales que no se esperaban o resultan ser muy dolorosas.

También en la acción gubernamental hay dificultades, los datos económicos no fueron los esperados, en particular hay aumentos de precios que afectan al mundo popular, así como la derecha se ha dado maña para contener y/o postergar objetivos tan importantes como la reforma de pensiones. Se produce en el trámite legislativo un bloqueo de las fuerzas opositoras que no se logra superar, cayéndose en una confrontación que redunda en menguados espacios publicitarios para quienes participan en ella.

Además, pidiendo mayor iniciativa política, hubo presiones por un cambio de gabinete, pero en el presidencialismo que rige el país esa es una decisión exclusiva del Mandatario, quien ratificó a su equipo de gobierno. La idea que desde el Parlamento se podría teledirigir un ajuste ministerial se demostró, una vez más, como un grave error.

En medio de estas incesantes contingencias se genera mucha ansiedad y se pierde claridad, por eso hay que trabajar en lo que hoy es primordial: Tener un buen resultado en las elecciones de segunda vuelta de los gobernadores regionales, autoridades que cada día serán más importantes en la institucionalidad del país.

Una vez cerrada esta etapa, lo central será el necesario diálogo político y social, colocando en el centro lo que une por sobre lo que divide, con vistas a configurar una perspectiva que agrupe, encauce y produzca un horizonte compartido y una mirada unitaria de las diversas formaciones que han afianzado la democracia y que bregan en contra de la regresión conservadora de los grupos de poder autoritarios y populistas que pretenden retornar a La Moneda.

Hay quienes se apresuran a marcar distancia en el seno del bloque de gobierno. Esa línea de acción es artificiosa, no hay diferencias estratégicas que puedan efectivamente fundamentarse como para justificar un quiebre, peor aún que provoque una división. La derrota espera sin prisa, pero con seguridad, a los que se dividen, a quienes resultan ser incapaces de poner el interés nacional como lo fundamental. Por cierto, no se trata de abandonar legítimos intereses, así como, los que se aprovechan de la voluntad unitaria de sus interlocutores también en nada ayudan.

En estas últimas elecciones hubo conductas reprobables, desleales, de personeros que no cumplieron con los acuerdos o compromisos que personalmente suscribieron, pero la causa democrática es más grande y profunda que esos comportamientos impropios. A la postre, por encima de las dificultades, los hombres y mujeres imprescindibles son los que son coherentes con sus valores y no se hunden en el oportunismo.

Lo trascendente es seguir bregando por unir a la izquierda y la centroizquierda en una alternativa que dé continuidad a los avances democráticos y prosiga el camino hacia un Chile más digno, justo y solidario.

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