Desde hace algún tiempo, hemos venido insistiendo en la necesidad de estudiar la creación de un Ministerio de Seguridad Pública, que se aboque exclusivamente a la tarea de asegurar la mejor convivencia posible, en todos los rincones del territorio nacional.
En nuestra opinión, esta medida, que aleja a las policías de toda contaminación con el ministerio del Interior, el más político de todo el gabinete, puede generar las condiciones para un actuar mucho más tecnificado y no contaminado con evaluaciones de política interna, propias de esa cartera.
Así lo han hecho muchos países, con excelente resultado y no parece juicioso que, dadas las condiciones de nuestra realidad, nos neguemos a legislar al respecto.
La vuelta a la democracia develó una cierta transformación de la institución de carabineros, mucho mas militarizada que la policía básicamente preventiva y responsable del orden público, que es la responsabilidad esencial de ese cuerpo, desde su creación.
Se requiere, entonces, un cierto proceso de recreación de esa institución, ya no solo para que pueda asumir, de manera mas eficiente su función esencial sino, además, para intentar recuperar la confianza ciudadana, cuestión imprescindible, para una relación armónica entra ésta y su policía, cuestión que se ha deteriorado demasiado fuertemente, en los últimos años, especialmente en los últimos hechos que la población reprocha.
Algo mas alejada de la contingencia, la policía de investigaciones, la PDI, ha podido sortear de mejor modo la exposición a situaciones conflictivas, permitiendo que mantenga un más alto récord de reconocimiento ciudadano, exigencia siempre necesaria, para el cumplimiento de la función que se les ha encomendado.
Es cierto que “nadie que tiene poder está pensando en repartirlo”, por lo que siempre es complejo pedir a un Ministerio que renuncie a parte de el.
Sin embargo, la exigencia de mayor tecnologización de la función policial, la preventiva y de orden público y la propiamente investigativa, aconsejan, como en las mejores experiencias exitosas, del mundo moderno, alejar lo más posible a las policías de las contingencias de la política, que es, sin duda, el rol fundamental del ministerio del Interior.
Estoy convencido que, transversalmente, hay un cierto consenso, entre parlamentarios, tanto de gobierno como de oposición, acerca de discutir esta modificación institucional, desprovistos de los temas propios y legítimos, de la discrepancia política.
Ello debiera permitir al gobierno promover esta discusión, con un proyecto de ley sensato, que aborde las exigencias de contar con policías modernas, dotadas de toda la tecnología necesaria y, por sobre todo, alejadas de toda sospecha de aprovechamiento por sectores políticos, especialmente de la autoridad pertinente, que muchas veces, de manera natural, tratará a las instituciones policiales, desde la perspectiva de su función principal y, por cierto, la función del ministerio del Interior es, por su propia definición, el seguimiento de la responsabilidad política de la conducción del gabinete.
Las policías deben estar lejos de aquello. Por eso, reivindico, una vez más, la necesidad de discutir, con altura de miras, la creación del Ministerio de Seguridad Pública.
Estoy seguro que ello se podría constituir en un verdadero “gran acuerdo” que la ciudadanía respaldaría.putado
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