No todos los pobres son democráticos, no todos los ricos son autoritarios

Los resultados de la votación en el Plebiscito Constitucional  y su distribución territorial, al menos en la Región Metropolitana, han abierto una eje de discusión bien relevante, la correlación entre desigualdades de clase y el tipo de voto.

Los resultados marcaron una distribución territorial en donde la opción del Rechazo a una nueva Constitución Política, quedó concentrada a nivel nacional en las comunas Vitacura (66,95), Lo Barnechea (61,63) y Las Condes (55,75), Colchane (74,06) y Antártica (67,74). Para muchos esta distribución, al menos en la Región Metropolitana debe ser leída en términos de “lucha de clases”. Entiendo hay un supuesto detrás de este tipo de análisis “de clase”: la correlación entre situación de clase y tipo de voto, dimensión de la cultura política.

Este tipo de esquema estuvo muy anclado en la herencia del marxismo ortodoxo, el cual suponía a la clase obrera como la clase revolucionaria con la misión histórica de eliminar el capitalismo. El obrero estaba destinado casi apriorísticamente, solo por su condición de clase, a hacer la Revolución socialista. No solo la historia demostró que tal cosa era incierta, la primera revolución socialista se construyó precisamente sobre la base de un sistema bastante feudal de relaciones de producción, sino que además posterior a dichas revoluciones la clase obrera evidenció una gran complejidad para llevar a cabo su promesa.

Las relaciones de producción y el desarrollo de las fuerzas productivas no fueron variables suficientes para explicar cómo se constituía la clase y por qué no cumplía con su rol histórico, en otros términos, como una fracción devino en “nueva” burguesía dentro de los socialismos reales.

Algunas pistas sobre aquello tenía Charles Bettlheim (1964) al apuntar, “cuando el sujeto jurídico no es un verdadero sujeto económico, existe un divorcio entre el proceso real de producción y de distribución, por una parte, y por otra el proceso que ha sido buscado por los que gozan del poder jurídico sin disponer de la capacidad efectiva”.

En el análisis de clase neo marxista se reconoce precisamente cómo la estructura de clase no es más que uno de varios elementos en la constitución de la clase social. La “formación de clase”, la “lucha de clase” y la “conciencia de clase”, así como las relaciones de subordinación/explotación, constituyen aquello que se define como clase (Eric Olin Wright, 2009).

Los estudios neoweberianos por su parte han contribuido a comprender que la “situación de clase” debe ser leída siempre en relación a la “situación del mercado” (Goldthorpe,1982). Las diferentes posiciones dentro de los mercados de trabajo explican las diferencias en las oportunidades de vida, incluso cuando la relación estructural de clase sea la misma. Un ejemplo, el profesor de colegio público no tiene la misma situación de clase que el profesor de colegio privado.  

Ambas tradiciones permiten comprender que en efecto se expresó una distribución territorial del voto, pero no podemos sostener que esa distribución sea correlacional al nivel de desigualdades y de pobreza si solo observamos esa variable. Lo Barnechea, Vitacura, Las Condes en efecto concentran las menores tasas de pobreza multidimensional a nivel país, con 17,2%, 3,5% y 4,2% respectivamente según Informe del Ministerio de Desarrollo social y Familia sobre Taza de Pobreza por comunas, 2017, sin embargo Colchane en el mismo año tuvo la mayor tasa de pobreza a nivel nacional, con 63,5% y fue a su vez la comuna que este 25 de octubre, más votos por el rechazo sumó, 374 votos para un 74,06%.

¿Qué quiere esto decir? En primer lugar que los supuestos pobres no son necesariamente quienes mantienen una cultura política más crítica respecto de su situación de clase, menos aún son “portadores” de una cultura política democrática. A su vez, quienes se encuentran en situaciones de clase más acomodadas no están predeterminados a ser sujetos conservadores, sostenedores de un statu quo.

El Apruebo no fue un voto de izquierdas, tampoco un voto de los sectores más desfavorecidos, y menos un voto marcado por la situación de clase. Las tres cosas son falsos esquemas que nos harían correr el riesgo de mal comprender el escenario político chileno actual, especialmente ante la elección de constituyentes el próximo 11 de abril 2021. Hay quienes creen que la comuna de residencia “garantiza” la posición política del constituyente, lo que sería un gran error estratégico.

Quien ha protagonizado la lucha social en Chile en la última década no ha sido la clase obrera, sino los estudiantes. Una clase o grupo social se vuelve revolucionario en tanto no tiene nada que perder, cuando pierde toda sujeción positiva. Les estudiantes no tienen nada que perder, salvo el futuro y ese decidieron ganárselo. Quienes se levantaron ante el alza de los 30 pesos no fue la clase trabajadora de La Pintana o Puente Alto, fueron les estudiantes, incluyendo los del sector Oriente.

Si existiera tal correlación entre cultura política democrática y nivel de desigualdad y pobreza, expresado en la situación de clase o no, Chile no habría tenido que esperar 30 años para aprobar el fin de la constitución de 1980 y estaría viviendo sin dudas, una gran revolución social, tan grande como sus desigualdades e injusticas sociales. Pero no es así y no lo será. El cambio social, la constitución de las fuerzas políticas que son también económicas, es mucho más compleja y difícil de encuadrar.

Referencias. Bettelheim, Charles (1964) “Formas y métodos de la planificación socialista y nivel de desarrollo de las fuerzas productivas”. En Rev El Trimestre Económico . Vol 31 N 124

Goldthorpe, John (1982) “On the service class: its formation and future”. En A. Giddens y G. Mackenzie (comps.) Social class and the division of labour. Cambridge: Cambridge University Press.

Olin Wright, Eric (2009) “Understanding class. Towards an integrated analytical approach”. En New Left Review, N 60.

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