Desde ya hace algunos años vivimos una experiencia política desconcertante, mercada por gobiernos que van sucesivamente de izquierda a derecha, incluso de repetición de presidentes como nunca en la historia del país. Hemos entrado en dos procesos constitucionales fracasados y en una pugna política sin destino alguno. Las oposiciones en todos los casos han sido odiosas, sin proyectos claros, solo buscando como hacerle difícil la gestión al gobierno del momento para que en la próxima elección el votante lo rechace y ellos se hagan del poder. Puro afán electoralista y poco interés por el bien del país.
Pero lo más grave de todo, sin una visión de país compartida que nos pueda llevar al logro de un objetivo común como sociedad. Sabemos que avanzar hacia un desarrollo, con mayor equidad y mejor calidad de vida, supone alinear muchos factores entre los cuales, sin duda tiene un rol fundamental el crecimiento económico. Hay que tener mayores recursos para repartir, de lo contrario solo se reparte la pobreza.
Ahora lo más importante que debemos tener claro es que ningún país puede avanzar si no hay una visión común compartida del país que se quiere. Eso se hace evidente en países desarrollados, por ejemplo los escandinavos, que tienen la mejor calidad de vida en condiciones climáticas adversas. Ellos han construido su camino con una clara visión compartida de sociedad. El crecimiento y desarrollo no es fruto de leyes, de normas y proyectos que van naciendo según necesidades y no tienen un sentido común. No es un pegoteo, no es fruto de permanentes improvisaciones.
Debemos aprender de nuestra propia experiencia como país. El mayor ciclo virtuoso de Chile ha sido el de los 30 años de gobierno de la Concertación. Un proceso no exento de errores, hasta ayer cuestionado por algunos y hoy valorados por todos, incluso por el Presidente Boric y muchos del Frente Amplio que ayer lo cuestionaban.
Lo esencial de ese periodo fue que hubo una visión compartida de sociedad. Existían diferencias propias de la acción política, pero la sociedad no se perdía porque tenía un horizonte compartido; alcanzar el desarrollo pero con equidad. Los gobiernos, con una visión clara y realista de la situación país, iban levantándolo piedra tras piedra. Se podía planificar a más largo plazo porque existía una continuidad de políticas, planes y acciones. Porque el objetivo país no se logra de un día para otro, ni menos en el periodo de un gobierno determinado.
Todo esto, no exento de álgidos debates que ayudaban a hacer un mejor camino y también con errores propios de toda obra humana, pero el resultado entre sumas y resta fue una gran multiplicación.
Es hora de que retomemos la senda y al parecer hay esperanza. Los resultados de esta última elección nos han ratificado lo que la mayoría de los chilenos ya afirmaron en los dos procesos constitucionales; no queremos nada con los extremos. El país no quiere más experimentos o volteretas. Quieren que retomemos el camino virtuoso que nos hizo salir de la pobreza al 40% de la población y mejoró la calidad de vida de todos los chilenos. El país prefiere a un "diablo conocido que a otro por conocer".
Es hora de que el Socialismo democrático y todos quienes participaron en la antigua Concertación levanten la alternativa de la Concertación 2.0, adecuada a la realidad actual, a las nuevas condiciones del país. Su experiencia es real, no basada en promesas, como lo que puede ofrecer la derecha, que hasta ahora no ha tenido un camino virtuoso con el poder después de la vuelta a la democracia y tampoco tiene un proyecto claro de país.
La visión compartida de esta Concertación 2.0 debe ser más: de un país que busca realizar procesos y no refundaciones, que quiere levantarse con una visión más fraterna que de odio, que prefiere el diálogo a la confrontación, que quiere un mayor crecimiento, pero con equidad.
Estoy seguro de que los millones de chilenos que vivieron la experiencia de una mejora significativa en su calidad de vida con los gobiernos sucesivos de Aylwin, Frei, Lagos y Bachelet aprobarán retomar el camino virtuoso para nuestro país. Porque ya lo conocen y lo prefieren frente a otros experimentos. Es hora de que la centroizquierda despierte y presente esta alternativa anhelada y esperada por los chilenos para las próximas elecciones, para cambiar así esta gran desconcertación por una nueva Concertación.
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