Nuevas caras antiguas

En Chile, organizaciones nazi-fascistas hubo desde fines de los años '30, estimuladas por la dominación de Hitler en Alemania y Mussolini en Italia, y sus pretensiones de levantar un imperio mundial. Las fuerzas de izquierda les disputaron en ásperos choques callejeros la presencia política y social. Las milicias socialistas fueron esenciales en esa etapa de defensa de la democracia. La llamada "matanza del Seguro Obrero", en 1938, resultó ser un hecho siniestro y criminal que sofocó -en el gobierno de Arturo Alessandri- los afanes "putschistas" de ese movimiento nazi-fascista.

Décadas después, apenas ocurrido el triunfo popular que llevó a la Presidencia a Salvador Allende, en septiembre de 1970, apareció el llamado Movimiento Nacionalista Patria y Libertad, de estrategia golpista y objetivo explícito de derrocar el gobierno e instalar un régimen de fuerza, acompañando tales propósitos con la retórica incendiaria y demagógica de su cabecilla, Pablo Rodríguez; situando en esa fecha la irrupción de una nueva organización fascista en Chile.

Prontamente se aplicó a cumplir las funciones desestabilizadoras entregadas por sus jefes, es decir, la formación e instrucción de grupos de choque para generar desorden y desgobierno en zonas urbanas, y la voladura de líneas férreas para interrumpir el abastecimiento de las ciudades y de torres de alta tensión para atentar contra las comunicaciones radiales y televisivas, en una de esas acciones, en Concepción, quedaron las huellas de Michel Townley, el agente de la DINA, quien manipuló -años después- los explosivos que quitaron la vida al genral Prats y esposa en Buenos Aires, así como a Orlando Letelier y Ronnie Moffit en Washington.

El intento de golpe militar que sacudió al país en contra del Presidente Allende, el "tancazo" del 29 de junio de 1973, fracasó. A los pocos minutos que el general Prats lograba rendir y desarmar a los últimos sublevados frente a La Moneda, la jefatura de Patria y Libertad, encabezada por Rodríguez, entró rauda a la embajada de Ecuador pidiendo asilo político. Los instigadores usaron la vieja frase que dice "soldado que arranca sirve para otra batalla..." y huyeron cobardemente, mientras que más de una veintena de compatriotas perdieron su vida en la balacera que estremeció esa mañana el centro de Santiago.

Instaurada la dictadura, los extremistas de Patria y Libertad ingresaron a los aparatos represivos, primeramente al Sifar (Servicio de Inteligencia de la Fuerza Aérea) y después a la DINA, y terminaron masacrando presos políticos. El jefe del movimiento fue amnistiado por Pinochet y consiguió situarse en un rol de asesorías directas al dictador. Las ideas corporativas, propias del fascismo europeo, expresadas por Jaime Guzmán en la cúpula del grupo sucumbieron a la preponderancia neoliberal de los Chicago Boys, esgrimieron un nacionalismo que no fue más que biombo de las privatizaciones y el desmantelamiento del Estado.

Ahora, luego de medio siglo, reaparece ese rostro intolerante, falaz, violento, seudonacionalista, con prepotente soberbia. Se llamen nacional libertarios o republicanos son las mismas caras antiguas. Pero, no pueden ser idénticas a la experiencia anterior. Hay un ingrediente que hace 50 años no sobresalía con el desparpajo con que hoy se presenta: el extremismo ultra mercantilista, este factor indica que la ultraderecha se juega a favor de un grupo minoritario de la sociedad, el megaempresariado financiero y tecnocratizado que exprime a diario el mercado en su beneficio.

El vínculo de la ultraderecha hacia los sectores populares está en la violencia retórica en contra del Estado y sus debilidades, unido a lo anterior, culpar de la incapacidad en el combate al crimen organizado a la ineficacia y corrupción de los gobiernos democráticos. No es el interés de la agresiva intolerancia del neofascismo la solución de las dificultades del Estado sino que su jibarizacion.

Esa es la impronta del crecimiento de estas organizaciones extremistas, ahogar el Estado y reforzar la dominación del mercado, las fuerzas antidemocráticas se fortalecen socavando los pilares del régimen democrático. Incluso más, en aquellas naciones donde han llegado a la Presidencia mediante elecciones, con rapidez han caído en la tentación de coquetear o propiciar golpes de Estado que les permitan perpetuarse con la totalidad del poder.

Es el reto de estos comicios presidenciales, si prevalece el espíritu y la voluntad democrática del pueblo de Chile o se imponen las fuerzas extremistas, ultristas de derecha, profundamente antinacionales que pretenden desbaratar las políticas públicas y hacer del Estado un mero ente represivo. Ante ello, el bloque político Unidad por Chile expresa a los demócratas chilenos como entendimiento fundamental para ganar esta batalla histórica.

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