Nuevo proyecto región

Hace unos días, una candidata me preguntó cuáles eran los principales problemas de Magallanes. Mi respuesta fue clara y directa: el desarrollo económico de la región está siendo sofocado por una combinación nociva de normativas obsoletas, negligencia política, sumisión a intereses foráneos y una clase dirigente anclada en la prosperidad de los noventa, sin visión ni valentía para encarar el futuro.

Magallanes sostiene su economía sobre dos pilares fundamentales: la salmonicultura (23% del PIB regional) y el turismo (15%). Sin embargo, ambos sectores están siendo deliberadamente asfixiados. La salmonicultura está bajo ataque constante de una legislación ambiental restrictiva, la injerencia de ONG extranjeras manoseadas con agendas disfrazadas de ecologismo radical y la Ley Lafkenche, que ha permitido la expropiación de facto de enormes extensiones marítimas en nombre de un indigenismo instrumentalizado.

Con mejores condiciones, esta industria podría representar hasta el 70% del PIB regional y generar más de 3.000 millones de dólares anuales. Sin embargo, de las 4.700.000 hectáreas de canales y fiordos disponibles, solo se usa el 0,045%, es decir el 4,5% del 1% de ese territorio: una cifra irrisoria que está provocando la despoblación acelerada de nuestra región y el abandono sistemático del Estado.

Por su parte, el turismo, con escasa promoción y sin nuevas infraestructuras, es una máquina de generar divisas que el gobierno central exprime sin reinvertir en la región. Magallanes aporta la mayoría de los ingresos nacionales en este rubro gracias al Parque Torres del Paine, pero esos recursos desaparecen en Santiago. Se necesita urgentemente una estrategia regionalista y soberanista para contrarrestar la depredación fiscal: promover nuevas rutas como el camino a Cabo Froward, mejorar el acceso a Puerto Williams y, sobre todo, terminar de una vez el camino en Tierra del Fuego que unirá el estrecho de Magallanes con el canal Beagle. Es evidente que la parsimonia responde a una estrategia ideológica deliberada para aislar esa zona y bloquear su potencial económico.

Mientras tanto, en el lado argentino de Tierra del Fuego hay más de 200.000 habitantes, universidades, dos aeropuertos internacionales y un gobierno que, en lugar de paralizar proyectos, refuerza su posición estratégica con inversiones millonarias, como la nueva base logística antártica en Ushuaia. Mientras Argentina avanza con un discurso soberanista y geopolítico claro, Chile sigue anclado en la inercia y el centralismo paralizante.

Si Magallanes no reacciona pronto, seremos relegados al margen de la historia. Vivimos en un mundo cada vez más territorialista y despiadado (Ucrania es testigo de ello). Para asegurar nuestra relevancia en el escenario geopolítico, necesitamos modernizar aeropuertos y puertos de inmediato: instalar descongelamiento eléctrico en la pista de Punta Arenas, construir una pista de 3.000 metros en Puerto Williams y extender la de la Antártida a 2.300 metros con sistemas descongelamiento y desarrollar la aproximación 3D para ambas pistas. Estas no son mejoras cosméticas: son medidas estratégicas esenciales para competir con la creciente presencia argentina en la región, que busca consolidarse como la puerta de entrada principal al continente blanco.

La Universidad de Magallanes también debe ser parte de esta revolución. Es inaceptable que una región con una posición geopolítica clave tenga una universidad que no lidere en investigación aplicada a sus desafíos. Se necesita un reajuste radical de su personal: expandir la matrícula de Medicina de 50 a 250 alumnos para paliar el brutal déficit de 16.000 médicos en Chile, liderar proyectos de repoblación de especies marinas como erizos, ostiones y centollas, y reforzar el control político y académico sobre nuestro mar, islas y Antártida. No es casualidad que Trump haya puesto su ojo en Groenlandia: los territorios con baja densidad poblacional son los más vulnerables a la influencia extranjera.

Por otro lado, las leyes de excepción económica, como la Ley de Zona Franca, la Ley Austral y la Ley Navarino, necesitan una reforma inmediata y sustantiva. Magallanes entero debería ser declarado Zona Franca, eliminando el IVA y el impuesto de primera categoría fuera del recinto franco. Esta es la única vía para convertir a la región en un verdadero polo de desarrollo y un bastión económico para Chile.

Todo esto me hizo recordar que hace 30 años, el "Proyecto Región" del exintendente magallánico Ricardo Salles sentó las bases del crecimiento regional. Hoy, nos encontramos sin liderazgo, sin estrategia y sin un plan integral. La desorientación política y estratégica nos han dejado a la deriva. Es hora de retomar una visión audaz, con decisiones firmes y estrategias concretas. No podemos seguir dependiendo de la burocracia centralista ni de intereses foráneos que buscan debilitarnos. La historia nos está alcanzando.

¡Viva Magallanes!

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