Miraba con atención la opinión sobre el alto valor del balón de gas que daba en sus redes sociales el diputado Gonzalo Winter, en la cual hacía la analogía que "la explicación" de los 117 mil pesos por balón era que este programa piloto era como "poner un restaurante", y que los primeros platos sería de mayor valor y que paulatinamente iría bajando.
Sin caer en el "te lo dije", ya que creo que de manera ordenada y bien planificada, la faceta empresarial del Estado puede funcionar, pero aquí nuevamente nos encontramos en las ensoñaciones de parte de la izquierda con la fantasía del Estado-empresario.
Chile es un país de buena salud en materia de edificación de políticas públicas, somos unos pocos países en Latinoamérica donde los estudios previos y el sometimiento a proyectos al control previo y a la rentabilidad social deben superar un exigente proceso en el Sistema Nacional de Inversiones, por eso es muy poco común que alguna iniciativa de los gobiernos tengan un estrepitoso fracaso, tal vez, al mediano o largo plazo no den los resultados esperados, pero aquellos es algo que siempre puede suceder.
Lo que sí no había visto es un programa diseñado para solucionar una necesidad muy requerida por parte importante de la población, en especial por pensionados, como es poder acceder a gas licuado a un mejor precio. La idea macro no resultaba descabellada, el Estado es intermediario en la importación de medicamentos y con la Cenabast hay un precio mucho más accesible. Pero, una cosa es la intermediación en la compra o venta y otra muy distinta la distribución. Cualquier persona que haya trabajado o haya tenido experiencia en algún negocio de compra y venta sabe que en los costos finales se agravan todas las variables que hay, desde que el gas sale de la faz de la tierra y llega a nuestra casa. Estas dinámicas conocidas, ¿adivinen por quiénes pueden ser desconocidas? Por burócratas ideologizados que nunca han vendido nada en su vida.
Si uno recuerda al ministro Jackson en dependencias de ENAP, extasiado con su gorro de color, que combinada a la perfección con los galones del programa "Gas a precio justo", su alegría no era tanto una suerte de conciencia de estar lanzando una política pública exitosa, era más bien un barrista que llega temprano al estadio y empieza a saltar y cantar por su equipo antes que empiece el partido y obviamente, mucho antes de saber si va a ganar o perder.
El ministro Jackson veía en este plan una suerte de ícono para decirnos a nosotros, quienes somos de derecha y no creemos en el Estado dándosela de empresario o emprendedor, salvo que sea estrictamente justificado, que ahora sí, que el Frente Amplio con su "magia y superioridad moral" nos iba a demostrar que la derecha estaba equivocada y esta administración iba a inaugurar la era del "gobierno interviene en la economía". Lamentablemente para el señor Jackson, el fracaso fue estrepitoso.
Pero para la izquierda siempre hay "un pero", según ellos era un mero "plan piloto", o continuando con el diputado Winter, un restaurante en sus primeras semanas. Seamos claro, las ideas del Estado lanzándose a la piscina de la economía es siempre complejo, cuando un emprendedor quiebra se expone en su totalidad de su patrimonio monetario y a la tranquílese de su familia inclusive, a diferencia del Estado, aquí nadie responde y pagamos todos.
Al final este programa, que era otra ensoñación del ministro Jackson, nos demuestra que las ideologías sin sustento en la vida real y doméstica, son dogmas dañinos. Como la idea es siempre mencionar algo positivo, podemos decir que lo único positivo de este "programa piloto" es la fantástica capacidad del ministro Jackson es combinar sus gorros con los de los balones de gas.
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