Oportunismo, políticas de Estado y cambio climático

Los políticos profesionales se preguntan acerca de la poca conexión que por estos días logran con la ciudadanía, con los electores en particular, ya que estos les permiten gobernar luego del proceso formal que hemos adoptado en nuestra democracia representativa aún vigente.


En la actualidad para explicar lo que sucede en política se repite la tesis relativa a la realidad líquida en que vivimos, en la cual la opinión pública cambia repentinamente; en donde las redes sociales son indomables; y donde las visiones de mundo representadas por los partidos doctrinarios parecieran no persuadir más a los votantes. 

Ante esta situación, los políticos profesionales, es decir, quienes hacen de la política su oficio no logran decodificar como llamar la atención de las audiencias, y menos como liderar las opiniones de sus electores.

Por ello, cada vez es más evidente que adoptan posiciones con encuestas en mano. En último término, la estrategia es adaptarse a las preferencias de los votantes y así mantenerse en el poder.
En esa perspectiva podríamos comprender el por qué los partidos políticos lejos de remontar siguen desfondándose.

La política la hacen una suma de personalidades dispuestas a estar en las redes todo el tiempo, levantando temas que empaticen con el interés mayoritario de la ciudadanía o al menos con una parte de ella.

Para dicho objetivo, en todo momento los políticos profesionales requieren saber de la opinión de los ciudadanos, intentando interpretar lo antes posible y de buena manera a sus audiencias. Así logran aumentar el apoyo del electorado por lo menos durante un corto tiempo.

Esta situación explica la banalidad o precarización de la política, en especial en el contexto de ampliación de las críticas y descontento ciudadano frente  a los fenómenos sociales asociados a las fuerzas de la globalización, es decir, desregulación financiera y comercial que en gran medida han sido la causa eficiente de la concentración de la riqueza, pérdida de identidad y de una sociedad dividida entre perdedores y ganadores de este proceso de interdependencia patrocinado por políticas de fomento a la seguridad jurídica de la inversión extranjera, bajas arancelarias, y estabilidad macroeconómica que ha ido erosionando  la cohesión social y política en muchos estados, pero que desde otra mirada, se ha valorado como la mejor alternativa para el crecimiento de las economías mundiales y nacionales.

La respuesta a estos lineamientos estructurados desde el ordenamiento económico mundial creado en Bretton Woods y otras organizaciones mundiales, está proviniendo desde los proteccionistas tipo Trump, en un sistema internacional que tiende a ver como una amenaza mantener las fuerzas trasnacionales o multinacionales libres y al servicio de sus propios intereses.

En este contexto, los políticos profesionales cada vez más sorprendidos ante la irrupción de nuevos movimientos sociales no logran conducir o liderar a sus sociedades, de hecho, a poco de ser electos tienden a caer en los sondeos que miden el apoyo ciudadano.

Por ello, la estrategia recurrente que se advierte entre los políticos es a desarrollar el “olfato” respecto a los temas que llamarán la atención de la opinión pública, para intentar adelantarse o al menos estar en sintonía.

Es decir, la adaptación al medio pareciera ser la única manera de estar vigente en política en el cambio de época al cual asistimos.

En consecuencia, estamos siendo testigos de un nuevo reparto de poder mundial, el cual tensiona las relaciones entre nuevas fuerzas proteccionistas y los actores que siguen fomentando las tesis globalizantes, mientras que otros se suman al oportunismo con base a los estudios de opinión y análisis de tendencias.

Esta última manera de entender el ejercicio del político profesional conlleva evidentes riesgos desde la perspectiva de las Políticas de Estado, ya que la tenacidad de los líderes tras ciertos desafíos mundiales, muy posiblemente, se diluya una vez que las encuestas arrojen una nueva demanda ciudadana.

Tras el oportunismo habrá logros y derrotas coyunturales de los políticos que la practiquen, sin embargo, muy posiblemente el quehacer político en general siga sin mostrar caminos de bien común y visiones de sociedad.

De esta manera los pragmatismos de los políticos profesionales no nos permiten tener esperanzas acerca de una superación del escepticismo, y de un retorno a la credibilidad en liderazgos consistentes y consecuentes que permitan restaurar la confianza en quienes sirven en política por ideales, estando primeramente al servicio de los demás, y no tras meras estrategias de posicionamiento. 

Por último, a pesar de que el gobierno actual en Chile pareciera más bien cercano a la estrategia de oportunidad respecto del cambio climático, ya que en general nuestra elite política, con muy pocas excepciones, se ha mostrado más bien distante de asumir los desafíos medioambientales de manera oportuna debido principalmente a que contamos con una economía extractiva y cuya estrategia de desarrollo ha significado un notablemente crecimiento económico del país (PIB per cápita).

En razón de ello, podríamos afirmar que no resultará fácil dejar de hacer lo que pareciera “sabemos hacer”: crecer, dar empleos y aumentar la prosperidad económica en base a la sobre explotación de nuestros recursos naturales.

Sin embargo, en esta ocasión y en vista a un bien superior debemos esperar, por el bien de la humanidad, que el oportunismo que estamos apreciando permita, por medio de un cambio cultural de la comunidad hacia la sostenibilidad ambiental, condicionar a los políticos profesionales de hoy y mañana a realizar cambios estructurales que debemos enfrentar en vista a los desafíos del cambio climático.

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