Haber vivido tantos años me han permitido conocer una época fascinante de la humanidad, que incluye a Chile, y que jamás pensamos 60 o 70 años atrás, en materias tecnológicas que dejan casi perdidas las profecías del milenio anterior.
Hace 50 años el hombre llegó a la luna (salvada sea la duda que aún prolifera entre los científicos); ha conocido los agujeros negros en la astronomía, ha penetrado los secretos del genoma humano hasta pronosticar la posibilidad cierta de crear robots que reemplacen al trabajador humano o clonar prácticamente todas nuestras realidades hasta el Ser humano mismo, reemplazando la esencia de le Ética a niveles tan maravillosamente peligrosos que ya se pronostica que el hombre mismo, ser humano de la próxima generación, puede destruir el mundo en el año 2050.
Es decir, no sólo produce un miedo serval, sino que la agonía paradojal es que mientras más alta es nuestra capacidad tecnológica, más alta es nuestra locura que nos retrata como un verdadero Quijote contemporáneo multiplicado al infinito.
Es legítimo dudar que sea verdad, porque también se había profetizado antes, ¿pero si fuese creado en vida de nuestros hijos avalado por la palabra de cientos de científicos, la racionalidad de políticos sensatos en el mundo entero (véase una entrevista de Ricardo Lagos en el día de ayer) y frases pertinentes como la de Santo Tomás de Aquino, “El consenso Universal es criterio de verdad”
Pero además, hay paradojas y contradicciones que también ponen en duda la racionalidad del actor principal de esta eventual catástrofe “la humanidad en su conjunto”.
El costo y gasto anual en armas y guerras y gasto militar se comparan con la pobreza africana, el analfabetismo, las muertes por cáncer donde aún cuesta lograr el financiamiento suficiente de la Ley del cáncer que presentamos con el profesor Jorge Jiménez, en ese entonces la recientemente elegida senador Carolina Goic y el suscrito en el año 2014.
Esta es la paradoja del Milenio, una capacidad tecnológica basada en una Inteligencia claramente superior al hombre y la mujer paralela a la ultrariqueza, la desigualdad que este Hombre tolera.
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