El proceso democrático chileno experimenta un preocupante deterioro ético-político. Las prácticas partidistas, que junto con herir de muerte los partidos tradicionales, han llevado a la reconfiguración del sistema de partidos.
El sistema de partidos como sistema de representación, si no logra expresar políticamente las tendencias que la sociedad contiene realmente y sólo lo hace en términos de la formalidad; el cúmulo de presión social que impacta sobre la institución legislativa lo lleva a la degradación moral y a la creciente perdida de legitimidad.
¿Por qué? Porque si bien la gente elige lo que está, lo que está no es necesariamente lo que quiere la gente.
Junto con lo anterior, ante la existencia de un gobierno que renuncia a la seguridad de la población y sólo gestiona los negocios de los poderosos, el desarrollo de una izquierda totalitaria promotora del odio y la violencia, una derecha, cuyos partidos no disimulan ser partidos de clase y un centro político que se ha vaciado ideológica y políticamente y que va en camino a su desaparición, hacen de la escena política un futuro en penumbras.
El futuro en penumbras se visualiza por el desamparo social en que se encuentra la sociedad chilena, una sociedad en orfandad ante la violencia y los abusos, en donde el Estado no disimula la defensa de los intereses particulares.
Esto se agrava aún más con una sociedad, cuyo tejido social sigue desmantelado y no presenta, por lo tanto, mecanismos de control social que cumplan una función social de representación y contención efectiva y de canalización de demandas y descontentos, función que debería ser cumplida también por los partidos políticos y el parlamento, pero que ya está claro que no lo hacen.
Entonces, surge la pregunta de cómo recuperar la esperanza social para Chile.
Difícil pregunta dado que hoy en día no existe nada claro para responder aquello, pero si está claro que la gente es sensata y trata de buscar lo más cercano a la sensatez, aunque no sea lo óptimo, ya que la ley natural y el sentido común lleva a hacer lo bueno o lo más cercano a aquello.
Sin embargo, el contexto es un escenario de tragedia, entonces el sentido común en la medida que se acrecienta la tragedia también asume las lógicas de la tragedia debido a la desesperación y al disgusto que la gente acumula.
Por lo que no es descartable un futuro penumbroso de violencia de no avizorarse un giro razonable y hacer que Chile, un navío a la deriva en El Cabo de Hornos, vuelva a tener un timonel que dirija el buque, sortee el mar montañoso y lo lleve a puerto.
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