La élite plutocrática chilena intenta consolidar ilegítimamente la instalación de una nueva Constitución, cuyo objeto es generar un orden institucional oligárquico bajo el paradigma del liberalglobalismo.
Esta institucionalidad, maniobrada por la plutocracia chilena, está implementando el soporte ideológico liberalglobalista, circunscrito a dos ejes: El primero es la derogación de la soberanía nacional, reemplazándola por una popular, ajena a la historia chilena, mediatizada por el reconocimiento de otros pueblos, lo que instituiría el primer paso de disolución de la soberanía del Estado en tanto cuanto surge la pregunta ¿en qué pueblo reside la soberanía?
En segundo lugar, la supeditación de la soberanía a la dignidad de las personas, determinado aquello por los tratados y acuerdos internacionales, no tiene como fin los derechos humanos, aquello es sólo una instrumentalización, sino que subsumir la soberanía a poderes supraestatales, e intereses y agendas transnacionales como la de género.
La propuesta constitucional propone un "cazabobos" como el "Estado social", no porque no sea digno de implementarse, sino que es una proposición mentirosa, porque lo que se propone en la práctica sería un régimen procedimental para garantizar derechos individuales, sin existir las condiciones objetivas para garantizar, de ese modo, el bien común.
Este proceso es ilegitimo, pero tanto para la élite del odio de clase como para la élite de los intereses corporativos la mayoría da lo mismo, por que en un caso, la mayoría es la clase y para otro caso, la mayoría la da el acuerdo entre las élites. O sea, la mayoría no es el pueblo, sino que son ellos en si mismos, por lo tanto, la representación popular universal no es necesaria, porque ellos se arrogan ser el pueblo, se arrogan la soberanía, nadie más. Y como ellos se autoperciben "mayoría", o sea, legitimidad en si mismos, ellos son la verdad, nadie tiene la verdad, sólo ellos. Por lo tanto, se arrogan el derecho a calificar la libertad de prensa y de opinión como desinformación.
Así, como el pueblo detuvo la intentona totalitaria del 4 de septiembre de 2022, el pueblo de Chile, debe no sólo derrotar esta nueva intentona totalitaria en diciembre de 2023, también a sus portadores y promotores.
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