Por qué el Rechazo es incertidumbre

Hace unos meses, en el medio Bloomberg se apuntaba que la propuesta de nueva Constitución para Chile era "razonable", logrando absorber la demanda por derechos sociales sin destrozar el sistema económico que impera en Chile bajo el alero de la Constitución de 1980, ratificada por uno de los plebiscitos más fraudulentos de nuestra historia. Esto quiere decir, entonces, que de ganar la opción Apruebo en el plebiscito que viene ya existe una hoja de ruta para el Chile del futuro.

¿Es un texto perfecto? Por cierto que no lo es. Pero ¿cuántos textos constitucionales "perfectos" han existido en nuestra historia, si la Constitución de 1833 se reformó a lo menos en 9 oportunidades en años distintos, la de 1925 en 10 oportunidades, y la de 1980 en más de 40 oportunidades, sin considerar siquiera la cantidad de artículos reformados en cada una de ellas? Poco se habla del plebiscito del 30 de julio de 1989, donde la dictadura militar propuso un paquete de reformas a la Constitución que ellos mismos habían creado, siendo aprobadas con el 91,25% de los votos a favor.

La Constitución vigente es tremendamente difícil de modificar, al exigir quórums tan altos y consagrar un engorroso procedimiento para materializar dichos cambios (con 2/3 y 3/5, según el capítulo que se trate). Sin embargo, la propuesta permite que la democracia se desenvuelva con mayor dinamismo, y habilita su reforma con 4/7 de los parlamentarios, contando además con un mecanismo de referéndum ratificatorio cuando la reforma sea sobre temas importantes.

Dicho lo anterior, y entendiendo que el texto propuesto es una clara hoja de ruta que nos abre a seguir perfeccionándola y que no se cierra con enclaves, trampas y vetos de un grupo político en particular que pueda estar sobrerrepresentado en el nuevo Congreso, el Rechazo, opción válida y legítima para aquellos quienes les disguste el texto constitucional propuesto, envuelve dentro de sí enormes efectos políticos, históricos y sociales, ya que, como indica el artículo 142 de la Constitución de 1980, "si la cuestión planteada al electorado en el plebiscito ratificatorio fuere rechazada, continuará vigente la presente Constitución".

Esto quiere decir que, constitucionalmente, volveremos exactamente al mismo punto en que nos encontrábamos la noche anterior al 15 de noviembre de 2019, en el contexto de la crisis social desatada y con la población cansada de la desigualdad y la discriminación al que las capas medias y bajas de la sociedad estaban condenadas. Lo cierto es que los promotores de la opción Rechazo no tienen, ni tampoco pretenden tener una hoja de ruta definida para el país, ya que el ordenamiento constitucional vigente continuará obligando a pactar con aquellos que sistemáticamente se han negado a los cambios estructurales que Chile necesita, y al que el 25 de octubre de 2020 el pueblo demandó cambiar con el 78,28% de los votos.

De ganar la opción Rechazo nos enfrentamos a un escenario político difícil, ya que la composición del Congreso Nacional no tan solo está teóricamente igualada entre las fuerzas progresistas y las conservadoras, sino que además propició la irrupción de la ultraderecha, quienes ya han anunciado negociar algunas reformas al texto vigente, desconociendo de facto el plebiscito del año 2020.

De ganar el Apruebo, ya tenemos un camino trazado que será necesario, como todas las Constituciones en nuestra historia, ir perfeccionando en el camino. Pero si triunfa el Rechazo el futuro se torna frágil, líquido e incierto, afectando en lo económico, y quedando a merced, una vez más, de aquellos quienes conciben derechos básicos como bienes de consumo, y que profitan del libertinaje económico y el conservadurismo moral en nuestra sociedad.

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