Por qué prefiero una Asamblea Constituyente

Se entiende que la UDI no dude en preservar la Constitución del 80, debido a que ésta la redactó, en gran medida, el fundador del partido y su máximo ideólogo, Jaime Guzmán. En la misma situación está quedando el sector conservador de RN. Pero nadie más. Son justamente los sectores de derecha que nunca cortaron el cordón umbilical que los ata a la dictadura de Pinochet.

A veces les da vergüenza -cuando pueden viajar por el mundo-, al contrastar un Chile próspero y moderno, regido por una constitución impuesta por una dictadura reconocida internacionalmente por su violación sistemática a los derechos humanos.Es menos conocido el hecho que gran parte de la población siempre la ha repudiado y, sus analistas serios hablan de un sistema político constitucional y no de una democracia.

Es un mito cultivado por cierta derecha que la asamblea constituyente es una institución democrática peligrosa y que sólo es pertinente después de revoluciones triunfantes. Su ejemplo es la Revolución Francesa, la ejecución del rey y los excesos de esa constituyente que terminaron en la dictadura de Bonaparte. No les importa que esto haya sucedido el siglo XVIII, cuando los imperios se recorrían a caballo.

No hay que ir tan lejos. Basta mirar a nuestros vecinos. La reforma de la constitución argentina es de 1994. Once años después que los militares argentinos entregaran el poder. Modernizó la misma y definió el texto constitucional, sobre cuya legitimidad plena no existía consenso. La causa inmediata de esta reforma fue el llamado “Pacto de los Olivos”, entre el presidente Menem y su predecesor Alfonsín.

Durante tres meses, en las ciudades de Santa Fe y Paraná –primera capital- se realizaron las deliberaciones que terminaron por reformar 43 artículos. Sobre un total de 305 constituyentes, 134 correspondieron al Peronismo, 74 a la Unión Cívica Radical, 32 a partidos de distrito, 31 al Frente Grande, 21 al Movimiento por la Dignidad e Independencia, y los otros 13, independientes de partidos.

Los “comisionados” constituyentes estuvieron reunidos en lugares simbólicos de la República, cumplieron su labor con diligencia y en paz. Y hoy día –con todo lo que puede protestar la oposición- nadie desconoce que la Constitución es de todos y todas, como diría su Presidenta.

Los que piden que la nueva constitución emane del próximo Congreso, olvidan solicitar algún tipo de mandato de sus electores para ponerse el traje de constituyentes. El elector es también un ciudadano que tiene opiniones sobre lo que debiera ser su ciudad o su país.

Una constitución hecha por parlamentarios afectaría la labor legislativa. Sería un “tiempo muerto” para el gobierno de turno, porque el Ejecutivo no contaría con un Parlamento disponible para sus iniciativas de ley. En suma, transformaría al Congreso en un ente dicotómico que estaría en el presente y en el futuro.

La nueva Constitución es una tarea de futuro y tiene que ser hecha sin responder a la coyuntura. El país sigue funcionando y todos los días podría salir alguna novedad sobre la constituyente.

Seguramente, los constituyentes serían elegidos conforme a una regla parecida a la actual elección de diputados. De acuerdo a ello, los constituyentes representarían las principales corrientes de opinión política que hoy se manifiestan en el Parlamento. Presumiblemente con variaciones marginales.

Una Asamblea Constituyente convocada en tiempo de paz, es la opción con mayor contenido de legitimación democrática. ¿Por qué el miedo a la Asamblea Constituyente?

Si todos estamos de acuerdo en que la democracia debiera ser participativa, trasparente, conforme a reglas y procedimientos. Las leyes que son producto de un debate público e informado, contienen una verdad moral que constituye la base de la democracia moderna.

El debate es una cuestión de principios democráticos. Lo deseable es que la carta constitucional sea fruto del consentimiento voluntario de sus ciudadanos. Para consentir hay que participar.

También, como muestra Argentina, ese debate debe tener un margen de autonomía frente a los poderes.

¿Cuál es el verdadero problema? Tal vez que aún no encontramos acuerdos profundos entre la derecha y la izquierda. La Asamblea Constituyente puede ser la promesa de un debate en el que todos están invitados a participar para lograr acuerdos. Después de todo, el fruto de su trabajo debe ser sometido a la aceptación del soberano, el pueblo.

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