Hace casi un año, el Gobierno presentó una reforma tributaria prometiendo recaudar el 1,5% del PIB para prioridades sociales. Este proyecto repite errores del pasado, priorizando eslóganes sobre fundamentos técnicos, y su impacto ha sido el opuesto: Estancamiento económico y promesas incumplidas.
Por ejemplo, el proceso de repatriación de capitales recaudó menos del 10% proyectado, evidenciando plazos inadecuados, tasas excesivas y desconexión con la realidad económica. Estos errores no solo han generado un déficit fiscal mayor, sino que han afectado principalmente a los sectores más vulnerables.
La reciente creación del Subdepartamento de Ingresos Públicos en la Dipres, con Nicolás Bohme, economista clave en la reforma tributaria, nos despierta serias dudas. Es contradictorio que quien participó en el diseño de una reforma que ha sido incapaz de cumplir sus metas ahora sea responsable de revisar los ingresos fiscales del país. Este equipo, encargado de consolidar datos y proyectar ingresos, enfrenta el desafío de corregir errores previos, pero persiste la sombra de estimaciones fiscales imprecisas. Para 2024, los ingresos efectivos podrían ser hasta $4.000 millones inferiores a lo proyectado, lo que demuestra la fragilidad de los modelos utilizados.
El enfoque del Gobierno sigue siendo atascado en el dogma: Reducir impuestos a empresas mientras incrementa gravámenes a altos ingresos y profundiza inequidades tributarias. Esto ha reducido el crecimiento del país en 8 puntos porcentuales desde 2000 y podría agravar la fuga de capitales y la precariedad laboral. Mientras tanto, la informalidad supera el 30%, según el INE, y el empleo sigue deteriorándose, alejándonos de cualquier aspiración de desarrollo en el corto plazo.
Una vez más son sabias las palabras del expresidente Frei: "Sin crecimiento ni inversión no hay nada". Enfrentamos el riesgo de quedarnos sin ambas. A pesar de lo que dicen las autoridades, el desarrollo es inalcanzable sin crecimiento e inversión, un desafío que se intensifica este año para economías como la chilena, por lo que es muy probable que el legado económico del Presidente Boric sea el peor desde el fin de la dictadura, con un crecimiento promedio de 1,7% o incluso menos.
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