Puntos de encuentro entre cristianismo y marxismo

La candidatura de Daniel Jadue, sigue dando que hablar y trae a la palestra muchos temas que parecían olvidados, uno de ellos es el tema de cristianismo y marxismo.

El marxismo puede ser considerado primordial como un grupo de preguntas, un método, para entender la sociedad. El marxismo no necesita ser una ideología dogmática que dé o tenga respuestas para todas las preguntas.

El primer punto de encuentro está en que las comunidades cristianas de base comprometidas en el trabajo pastoral y político buscan la referencia de la palabra de Dios a un momento o período particular y a la forma en que las fuerzas de la sociedad se alinean e interactúan, examinarán las acciones de lo que sucede en la sociedad y sus instituciones. Ese análisis coyuntural tiene propósitos muy prácticos, sopesar las circunstancias y decidir cómo actuar. Lo que hace marxista a este análisis es su uso sistemático de las estructuras y del reconocimiento como un hecho social la lucha de clases.

Otro punto de encuentro, y probablemente uno de los más significativos, son los intentos por construir el socialismo en América Latina, y luchar por el respeto a los derechos humanos.

Así mismo, los cristianos progresistas y marxistas se hermanan en la defensa de procesos de países hermanos donde, contra largos bloqueos económicos y grandes esfuerzos, se han satisfecho las necesidades básicas de la población en forma más justa, logrando una independencia que es nacional, económica y política, así como han establecido formas de vida y de participación cívica que manifiestan una mayor solidaridad y libertad.

Quienes se comprometen en procesos de transformación saben que lo que la ideología dominante llama libertad es una ilusión, las nociones convencionales de ella son en realidad un engaño; simplemente cubren la libertad de unos cuantos para que mantengan su riqueza, derivada de la explotación.

Las convergencias entre cristianismo y marxismo tienen que ver con que ambos piensan en una sociedad justa y creen que su construcción puede despertar las mejores energías humanas colectivas e individuales. Este esfuerzo por materializar la utopía revela otra convergencia ya que la utopía marxista de una sociedad sin clases y la convicción cristiana de un Dios trascendente apuntan ambas más allá de cualquier logro humano. El socialismo es el vehículo que hará justicia a los pobres y oprimidos, esa es una suficiente justificación moral y ética para esta unidad.

Parece importante poner algunos ejemplos de esta coincidencia:

El ex jesuita mexicano José Porfirio Miranda con sus libros "Marx y la Biblia: crítica a la filosofia de la opresión" (1971), "El cristianismo de Marx" (1978) y "Comunismo en la Biblia" (1981) plantea que el centro del mensaje bíblico es que la acción de Dios (en Israel y en Jesucristo) es instaurar la justicia entre los seres humanos, y en ello coincide Marx con postulados básicos de la Biblia.

Para llegar a un tipo de contacto con el marxismo, algunos teólogos han visto la sociedad existente como practicante de la idolatría, ya que la riqueza de unos pocos prevalece sobre la vida de los seres humanos.

Franz Hinkelammert sigue el análisis que hace Marx del fetichismo en "El Capital". En un principio los seres humanos produjeron "valores de uso" para su propia subsistencia, por ejemplo, cosecharon para comer. Sin embargo, en un momento dado empezaron a producir bienes por su "valor de cambio". En ese punto empieza el fetichismo: los seres humanos son dominados por los bienes que producen. Los bienes se han vuelto "sujetos" aparentemente actuando por sí mismos, mientras que los seres humanos se convierten en objetos. A aquellos que producen los bienes -los trabajadores- se les impide organizar cómo serán divididos y distribuidos. Las cosas sólo empeoraron con el "fetichismo del dinero" y el "fetichismo del capital".

Assmann argumenta con firmeza que éstas no son simplemente figuras literarias y que el fetichismo es una categoría esencial para entender al capitalismo. El mundo se vuelve al revés y la realidad se oscurece. La gente no puede ver la esencia de los fenómenos sociales, sino únicamente su apariencia. Las cosas mueven a las personas, ya que el fetichismo ha cambiado las cosas en sujetos y los sujetos en cosas. Al hacer fetichista la realidad, el sistema capitalista es por su misma naturaleza idólatra.

Sin duda entre marxismo y cristianismo hay muchos coincidencias, y junto con la asunción del papa Francisco, en América Latina y África al menos, ha habido un renacer de este encuentro que vuelve a reorganizarse lentamente en entorno a la comunidades cristianas de base y una iglesia popular; para sumarnos en la construcción de ese otro mundo posible.

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