Cuando las instituciones funcionaban, las relaciones de Chile con el mundo las dirigía el Presidente de la República, las desarrollaba la Cancillería y las apoyaba todo el país. Así ocurrió hace 40 años cuando Chile estuvo al borde de la guerra con Argentina por el conflicto del canal Beagle, pese a que el presidente de facto era el dictador Augusto Pinochet.
Y así sucedió en 1972, cuando Salvador Allende habló ante las Naciones Unidas y recibió una ovación que no ha vuelto a repetirse. Todo el país concordó en que Allende defendió en ese foro la nacionalización del cobre, que un año antes había aprobado el Parlamento con el apoyo unánime de senadores y diputados.
Pero esa tradición de levantar una sola voz en defensa del prestigio y la imagen del Estado, bajo el liderazgo del Presidente de la República y la acción de la Cancillería, se perdió el pasado fin de semana. La tradición de unidad en temas internacionales se quebró cuando Chile se dividió ante el Pacto Mundial para la Migración Segura, Ordenada y Regular, aprobado por más de 150 países en la ciudad de Marrakech, en Marruecos.
Y fue el propio presidente Sebastián Piñera quien sembró la división. Lo hizo al mostrar dos posiciones diferentes ante el pacto migratorio aprobado el lunes 10 de diciembre, el mismo día en que se conmemoraban 70 años de la Declaración Universal de los Derechos Humanos.
Horas antes de que el documento fuera firmado por las delegaciones, incluyendo una delegación de parlamentarios chilenos que no se enteró de lo que ocurría en Santiago, Piñera decidió que Chile no suscribiera ese pacto.
Una decisión sorprendente, porque el 27 de septiembre, cuando habló en Nueva York ante las Naciones Unidas, el mismo foro donde fue ovacionado Allende, Piñera se mostró de acuerdo con el pacto para las migraciones. Textualmente dijo.
“Frente a esta situación, el compromiso de mi país, Chile, es claro y categórico. Estamos generando una política migratoria que sea segura, ordenada y regular, en perfecta armonía con la Declaración de Nueva York y el Pacto Mundial para la Migración”.
Pero este fin de semana, dos meses y medio después, afirmó lo contrario y dijo que “el Pacto de Migración contradice algunos de los principios y objetivos de nuestra política de migración ordenada segura y regular”. El encargado de comunicar tan drástico cambio no fue por cierto el Canciller, como habría correspondido si las instituciones funcionaran. El vocero que entregó la información fue el subsecretario del Interior, Rodrigo Ubilla.
Y ahí la sorpresa fue en aumento, porque los argumentos de Ubilla para explicar por qué Chile no firmaba el pacto, en línea con el Presidente Donald Trump y otros representantes mundiales de la derecha más extrema, fueron una especie de trabalenguas digno del concurso de televisión “Pasapalabras”:
“Nuestra posición es clara. Nosotros decimos que la migración no es un derecho humano”, precisó el subsecretario.
En septiembre, el Presidente Piñera también recurrió al concepto de la “claridad” para señalar por qué estaba de acuerdo con el pacto. Dijo entonces que el compromiso de Chile con el acuerdo mundial para las migraciones era “claro y categórico”.
Ahora el subsecretario, el segundo hombre del ministerio del Interior, no el Ministro y mucho menos el Canciller, trató de justificar lo que parece inexplicable, afirmando que “nuestra posición es clara”.
“Creemos firmemente en los derechos humanos de los migrantes, pero no que migrar sea un derecho humano”, insistió el funcionario, para que a nadie le quedara ninguna duda.
Las dudas persisten, sin embargo. Desde Madrid, la ex presidenta Michelle Bachelet, Alta Comisionada de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, lamentó que Chile se margine de este compromiso. “Yo lo lamento, pero es una decisión del Gobierno actual, y yo no puedo menos que señalar que espero que algún día Chile se sume al pacto global, que creo que puede ser muy positivo", dijo la ex mandataria.
Horas después del estallido del debate, apareció en escena el Canciller Roberto Ampuero para respaldar la decisión de Piñera pero, a diferencia del Subsecretario Ubilla, Ampuero aceptó que la migración sí es un derecho humano.
“Mi convicción profunda es que obviamente las personas tienen el derecho a irse cuando lo estimen conveniente, así que en eso no tenemos ninguna duda, yo pienso que es un derecho humano”, admitió el canciller. El mismo Roberto Ampuero que salió de Chile a fines de 1973 en su condición de joven comunista, para vivir durante 20 años como un migrante en Cuba y Alemania.
"Ministro, lo compadezco de verdad. Se lo digo sinceramente", le señaló el senador demócrata cristiano Jorge Pizarro, cuando Ampuero acudió a entregar sus explicaciones ante la Comisión de Relaciones Exteriores del Senado. El clima de la reunión fue tenso y en un momento el senador oficialista Iván Moreira creyó oportuno defender al complicado ministro:
“Nunca había visto un maltrato así a un canciller", dijo Moreira.
Lo que no aclaró fue quién está maltratando al jefe de la diplomacia chilena.
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