¿Quién puede decir quién es Boric?

El periodo electoral empuja a los balances. Recientemente, Daniel Matamala hizo el suyo y afirmó sobre Boric que "la idea que encarnó su presidencia está muerta y enterrada" y que "si Boric renunció a su proyecto, entonces ¿qué representará el boricismo desde 2026? Por ahora es un misterio. Un significante vacío".

Pero en Chile, el poder nunca está vacío, solo está tan enraizado que parece transparente. Boric y su gobierno expresaron una antigua forma de poder en Chile, aunque no de la manera que el periodista espera. Matamala le exige a Boric la densidad social de una ideología. Acuña el término "boricismo" como si el actual Presidente encarnara un ideario político equivalente al leninismo o el tatcherismo. Incluso reclama que el vaciamiento es voluntario al afirmar que "en el sálvese quien pueda post 4 de septiembre, Boric se salvó a sí mismo."

Boric, según Matamala, estaría aprovechando el ciclo al saber que "las oposiciones ganan".

Las críticas de Matamala encuentran un límite generacional. El argumento es similar al de Alfredo Joignant, quien reclama que la ultraderecha habría surgido producto de "un sentimiento antiboricista", pero simultáneamente, vería "un proyecto vago y confuso". "Boricismo" sería entonces la promesa de una ideología coherente y, al mismo tiempo, la ausencia de esa misma coherencia.

Quizá Matamala y Joignant buscan ese significado en el lugar equivocado. Si el nombre de Boric significa políticamente no es por pura voluntad de Boric. ¿Dónde está?

Shakespeare escribió en su "Rey Lear" quizá el mejor análisis sobre la transición del poder. Ya anciano, el rey Lear decide dividir su reino entre sus hijas, según cuánto lo aman. Cuando se percata que nadie lo obedece reclama: "¿Sabe alguien aquí quién soy? Pues, no puedo ser Lear. ¿Quién puede decirme quién soy?"

Lear entiende que él mismo no puede afirmar su soberanía. Otros deben reconocerlo. Lear es viejo, su poder es hereditario y no tiene una nueva oportunidad para gobernar. Gabriel Boric es joven todavía, su poder es democrático y puede reelegirse. Pero ambos tienen la necesidad de que su poder sea reconocido. En quienes lo reconocen reside el carácter de ese poder.

Por tanto, volviendo a la pregunta de Lear, ¿quién puede decir quién es Boric? Los chilenos que sostienen y hacen perdurar su nombre. Conviene recordar el comienzo de este gobierno. Chile no solo se preparaba para redactar una nueva Constitución. Si estaba esa promesa fue porque veníamos saliendo del estallido. Boric se levantó como la alternativa más razonable porque su nombre evocó la estructura más antigua y perdurable del poder chileno: el legalismo, cuyos primeros pasos hemos esbozado con Joaquín Trujillo Silva: "El legalismo en la formación de la República de Chile".

Ante la caótica bipolaridad del estallido, Boric firmó el Acuerdo por la Paz Social y la Nueva Constitución. El día que fue electo, las masas se trasladaron de Plaza Italia al Paseo Bulnes, con la promesa constituyente, pero bajo los parámetros formales de la Constitución vigente. En otras palabras, la acción de Boric antes que ser índice de una ideología, fue una respuesta adaptativa de la cultura chilena.

La solución fue legalista y el gobierno de Boric también lo fue. Las respuestas desde Presidencia, aunque tirantes con su programa, se encauzaron mediante nuestras instituciones formales. No se llamó en ningún momento a presionar en las calles para alcanzar acuerdos tan difíciles como la reforma de pensiones o la Ley 40 horas. Tampoco se cuestionó la autonomía de los organismos legales como la Contraloría o el Banco Central cuando no convenía al desempeño del gobierno.

Si algo nombra el nombre de Boric es el legalismo popular chileno, con antecedentes tan disímiles como Arturo Alessandri contra el parlamentarismo, o Pedro Aguirre Cerda durante los primeros años del Frente Popular. Gabriel Boric se ha hecho popular siguiendo la ley, no yendo contra ella -como aquellos que reclaman lawfare, cuestionan el Servel cuando pierden elecciones o quieren desarmar la estructura legal del Estado-. Y cuando defender la ley ha sido impopular, Boric ha sabido que el poder perdurable en Chile exige su defensa. Para bien o para mal, así construimos el orden social este pueblo formal y modesto que somos las chilenos y chilenos.

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