La agricultura enfrenta hoy el desafío de producir más alimentos para una población creciente, resguardando al mismo tiempo el medio ambiente y la salud de las personas. En Chile, esta tensión es especialmente relevante: nuestro país consume cerca del doble de agroquímicos que el promedio de la OCDE, mientras aumentan las exigencias frente a nuevas plagas y enfermedades.
Ante este escenario, hemos impulsado una estrategia orientada a fortalecer alternativas más sostenibles. El desarrollo de bioinsumos hechos en Chile -bioplaguicidas, biofertilizantes, bioestimulantes y probióticos de origen microbiológico- se ha consolidado como uno de los caminos más prometedores para avanzar hacia una agricultura más amigable con los ecosistemas.
Chile cuenta con una ventaja estratégica en este ámbito: el Instituto de Investigaciones Agropecuarias (INIA) lleva décadas desarrollando investigación aplicada en control biológico, microbiología agrícola y manejo integrado de plagas. Este trabajo se ve reforzado con la reciente inauguración de la planta de bioprocesos del Centro Regional INIA La Platina, que permitirá formular hasta 100 mil dosis anuales de bioplaguicidas y bioestimulantes, bajo altos estándares regulatorios y supervisión del SAG.
Estas capacidades se suman al trabajo que INIA realiza en el Centro Tecnológico de Control Biológico y el Centro Nacional de Bioinsumos, en INIA Quilamapu, donde se desarrollan soluciones basadas en microorganismos nativos, adaptadas a las condiciones productivas de nuestro territorio.
La nueva planta suma al INIA la capacidad de multiplicar soluciones amigables con el medioambiente a los requerimientos de la fruticultura de exportación y de los cultivos extensivos. Además, abre oportunidades para transferir tecnologías a mercados internacionales, donde INIA ya ha realizado experiencias exitosas de control biológico, en frutales tropicales (plátano) y especies como avellano, cerezo y mosca de la fruta.
Hay consenso sectorial en que la agricultura del futuro será sostenible, eficiente y respetuosa de la biodiversidad. Y Chile tiene las capacidades científicas para liderar este cambio, a través de instituciones como el INIA. Los bioinsumos no son solo una alternativa a los químicos tradicionales sino, además, una herramienta estratégica para asegurar la producción de alimentos en un contexto de cambio climático, escasez hídrica y aparición constante de nuevas plagas y enfermedades.
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