¿Quién puede salvar a la derecha?

Luego de las primeras semanas de gobierno, con una derecha  auto- complaciente, vienen ahora las dudas que apuran cálculos y ajetreos relativos al proceso electoral del año 2021, en su esfera dirigencial la cautela apacigua la euforia. 

Las inconsistencias del ministro que cree que con un “bingo” de los apoderados se arregla la infraestructura del sistema público de enseñanza; del de Economía que elude sus obligaciones de promover el crecimiento e invita a invertir en el exterior, así como la frialdad presidencial ante el cierre de la planta de Iansa en Linares y la pérdida de miles de empleos, han golpeado incluso a los más fanáticos. Según sus palabras, tiene que “morir un árbol viejo”, con ello excusa el abandono y la incompetencia gubernativa. 

El Presidente viaja mucho y la calificación de riesgo del país baja igual, sus ministros han perdido su peso político específico, y no están en condiciones de opinar o criticar a la espera de ser apoyados por un Piñera, mareado por la inevitable incondicionalidad de quienes le rodean, que celebran sus infelices actuaciones sexistas y denigrantes en las que incluso ha tratado de perros a personeros de otros países; así, acerca del último despropósito bi ministerial, son anécdotas, fue lo qué dijo. 

El gobernante quiere lucirse, le gustan las conferencias en que abusa de su posición de poder y le hace feliz sentirse como oficial en vehículos de Carabineros, tanto que parece tener una nueva vocación, pero los problemas del país siguen su marcha sin hacer caso de las excusas qué hay tras cada discurso, que sin pudor ni ingenio concluyen echándole la culpa al gobierno anterior.

Por eso, a sólo tres meses de instalado el gobierno, ya está la pregunta acerca de quién, en la próxima elección, puede salvar a la derecha.

En The Clinic insinúan una opción, el “Lavín lover”, aluden con ello al aumento de la popularidad del alcalde de Las Condes, precisamente, por su plan de subsidios de vivienda en la comuna.

Por supuesto, hay otros aspirantes, uno es el senador Ossandón, con un estilo cargado al populismo que ya le dio rédito electoral. Está también Allamand, una figura tradicional que hace años porfía por ese liderazgo.

En la UDI, está Hernán Larrain que por alguna razón nunca ha sido apoyado para tan magna empresa. Dicen que entra en escena el ministro Moreno, pero su impacto ha sido menor al esperado. Y están los Kast, con su auto designación para tales lides.

Y hay otros nombres disponibles, con diversas banderas, por ejemplo, el senador Chahuán evalúa cómo propicio el tema del regionalismo; también, se comenta que el ministro Espina quiere proyectar la idea del “orden”, de hecho en su grupo asesor se habla de involucrar a las fuerzas armadas en temas de seguridad interna, lo que siempre ha terminado de la peor manera.

Ante tantas aspiraciones, que pueden llevar al desorden, hay estrategas de Palacio que consideran tener la solución milagrosa en la figura de la primera dama, Cecilia Morel. Por su parte, la alcaldesa Mathei ha hecho saber que si ella fue una vez puede serlo de nuevo. O sea, queda mucho por recorrer todavía para que descubran o designen un nombre que pueda intentar salvar a la derecha.

Pero, no hay un proyecto-país, sólo la fría e insensible inercia del libre mercado. Son individualidades que se asignan el potencial o la idoneidad necesaria para llegar a la Presidencia. Es decir, apuestas personales que confirman que la propuesta Piñera fue hecha a la exclusiva medida de la oscilante dualidad discursiva del candidato, que la derecha aceptó para volver al poder. 

Por eso, se trata de un gobierno vertical, ultra personalista, en que la obsecuencia domina, sin iniciativa ni respuesta ante retos estratégicos y en cuyas ideas se alternan un rato los auto halagos y luego los desaciertos de la incontrolable retórica presidencial.

Se equivocaron quienes se dejaron llevar por el pánico y se integraron a las “comisiones técnicas” de Piñera pensando que venía un largo periodo de primacía política de la derecha en Chile, ello sólo podría ocurrir ante la ineptitud de la oposición y la incapacidad de unirse para presentar un proyecto político y un programa que valide una alternativa capaz de gobernar el país.

Por tanto, la tarea de las fuerzas de centro e izquierda es sacudirse de los efectos de la derrota de diciembre pasado, y trabajar con amplitud y responsabilidad una alternativa programática de amplio alcance nacional, sin demora pero sin precipitarse, con la idea de ganarle a la derecha porque de que se puede, unidos se puede.

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