De buenas a primeras no hay conexión entre una radio de música clásica, una pandemia mundial y la vida política chilena, sin embargo, intentaré hilar esto tratando de evitar que se me desvíe la pluma.
Antes de entrar en materia, no puedo sino alegrarme de la vuelta al dial de Radio Beethoven, una emisora que desde su perfil y el equipo de profesionales que la componen, han entregado tanto a la cultura nacional.
Amén de la buena noticia, el ir y venir de la emisora desde su fundación dice relación directa con las políticas culturales existentes en Chile desde al menos 1973. O sea, ante la falta del bien cultural, el privado, en este caso de buenas intenciones, resuelve el problema. Lamentablemente, la iniciativa duró sólo algún tiempo y por razones que no vienen al caso comentar ahora, la radio se vendió hace varios años. Su último dueño, ante una buena oferta, la vendió a otro. La radio era de él y él hizo lo que quiso. En hora buena la PUC se sensibilizó y se hizo cargo. Muchas gracias.
Sin embargo, el hecho demuestra con hechos, valga la redundancia, la no política cultural nacional. El Estado se ha desentendido y en muchos casos deshecho de los asuntos que tienen que ver con los derechos de los ciudadanos, en este caso una rama de la educación cual es, el acceso a la cultura. Es así entonces que no hay radio ni televisión estatal dedicados a estos menesteres, o sea la educación y la cultura. Esto está entregado a los privados.
Poco antes del esperado relanzamiento de Radio Beethoven, debutó en el mundo y por cierto en Chile un virus que ha hecho que el planeta entero esté prácticamente paralizado. Esta paralización se ha manejado de distintas formas en cada país dependiendo del nivel cultural de sus gobernantes y sus clases dirigentes, con un resultado directamente proporcional a esta variable. Resultado que en algunos casos está siendo catastrófico.
Científicos de clase mundial, entre ellos nuestro famoso astrónomo José Masa o el norteamericano Neil de Grasse Tyson, vienen hablando desde hace tiempo de la mala educación de nuestras sociedades, especialmente en ciencias, filosofía y artes.
Es así entonces que nuestros líderes (habiendo sido mal educados) consideran poco o nada las advertencias de los científicos, filósofos y artistas. Entonces, tenemos sociedades explotadas, vulneradas en sus derechos y por cierto psicológicamente deprimidas, sumando a esto una destrucción sostenida y sistemática del medioambiente en aras del crecimiento económico, que al parecer es lo único importante.
Volviendo al virus, varios gobiernos entre ellos el nuestro, desconociendo la verdad científica, han puesto en primer lugar el valor económico por sobre el valor de la vida de las personas, postergando medidas preventivas.
Este error ya reconocido por los italianos y los españoles, incluso por Inglaterra y Estados Unidos, tampoco hace reaccionar a nuestras autoridades, quienes insisten en salvaguardar la economía antes que su propio pueblo, hipotecando de paso su futuro político.
Unos meses antes de que llegara el virus a Chile, se produjo el llamado Estallido social, con el que entre otras cosas se determinó que había que cambiar la constitución.
Con modificaciones y todo, la constitución de 1980 sigue siendo el aval de un modelo económico que permite que todo sea bien de consumo, y como tal garantiza al que pueda pagar la buena calidad del servicio. Todo está al libre albedrío del mercado sin que el Ejecutivo y/o el parlamento, de los colores que sean, hagan o puedan hacer lo suficiente.
Casi todo lo que se debe hacer en Chile en favor del pueblo es inconstitucional. Eso sumado a que la desidia, insensibilidad, egoísmo e intereses de todo tipo de una buena parte de los líderes políticos y especialmente del mandatario chileno por mantener el statu quo, hacen más evidente el hecho de que las personas no somos todas iguales. Incluso habiendo una pandemia mundial de por medio, sólo se salvaguardan los intereses de las grandes empresas.
Se han vulnerado todos los derechos del pueblo horadando sus seguros de cesantía, entregando a la banca el salvataje económico (con intereses) de sus vidas, garantizando a las Isapres y las farmacias sus alzas de precios, desentendiéndose de las alzas de precios de la comida, haciendo malas leyes de las que se han arrepentido al día siguiente, entre muchas otras cosas.
Volviendo a la radio Beethoven, en hora buena la PUC se hizo cargo de la radio (la compró). Algo que para mí es una especie de indemnización moral hacia Chile por haber mandado a sus estudiantes de economía a Chicago a aprender un modelo económico que se contradice totalmente con los postulados del hijo del carpintero de Belén, quien creía que el bien común y la solidaridad eran virtud y forma de vida, no así el individualismo.
Para finalizar, si el justo acceso a la cultura y las desigualdades evidenciadas por una pandemia mundial no son argumento para que haya consenso de que hay que construir un nuevo Chile, vuelvan entonces los animales y las plantas a reconquistar sus territorios, que suban los mares y que el virus nos elimine a todos.
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