En la discusión sobre el programa de gobierno de la candidatura de Jeannette Jara está en juego mucho más que un conjunto de medidas técnicas: se define si seguimos sosteniendo un modelo neoliberal maquillado o si avanzamos hacia un país que reconozca al trabajo como pilar central del desarrollo. La ciudadanía y el mundo del trabajo exigen una mirada transformadora, no parches asistenciales.
Resulta preocupante que el encargado económico de la candidatura de Jeannette Jara, Luis Eduardo Escobar, insista con lineamientos que distan de las demandas de la CUT y del movimiento sindical. Su trayectoria en el FMI y otros organismos internacionales lo posiciona claramente del lado de quienes durante décadas promovieron ajustes, focalización y subsidios en vez de salarios dignos. Esa visión concibe el trabajo como un costo que debe ser complementado por el Estado, y no como un derecho que garantiza vivir con dignidad.
Aquí entran en juego la negociación colectiva ramal y la propuesta del salario vital como dos pilares fundamentales de una nueva política laboral. Desde la CUT hemos insistido en que la negociación colectiva por sector productivo -más allá de la empresa aislada- es la principal herramienta de las y los trabajadores para fortalecer su capacidad de negociación, asignar mayor valor a su fuerza laboral y lograr mejores condiciones laborales de manera sostenida. Esto permite equilibrar el poder frente a los empleadores y garantizar condiciones mínimas uniformes para sectores completos, evitando la fragmentación que debilita a la clase trabajadora.
La negociación colectiva ramal es, además, una herramienta indispensable para mejorar los salarios. Esto en el entendido de que las y los trabajadores venden su fuerza de trabajo al empleador, la posibilidad de negociar colectivamente a nivel sectorial equilibra esa relación desigual y permite que el valor del trabajo se exprese en mejores remuneraciones, estabilidad laboral y protección social. No se trata de una concesión, sino de un derecho que fortalece la justicia en las relaciones laborales.
Al mismo tiempo, esta propuesta responde a los más altos estándares económicos internacionales, donde la negociación ramal ha demostrado ser un instrumento eficiente no solo para mejorar las condiciones laborales, sino también para ordenar mercados laborales completos, estabilizar sectores productivos y fomentar un crecimiento más equilibrado. Al contrario de lo que afirman los defensores del neoliberalismo, la negociación ramal no debilita la economía: la fortalece al generar cohesión social y previsibilidad en el desarrollo económico.
Por último, impulsar la negociación colectiva ramal es parte de la construcción de un nuevo modelo de desarrollo para Chile, donde la industria vuelva a ser un pilar del crecimiento económico nacional. Si aspiramos a dejar atrás la dependencia extractivista y apostar por una economía con valor agregado, necesitamos un movimiento sindical fuerte y con capacidad real de incidir en la distribución de la riqueza. Y para ello, la negociación colectiva ramal es una herramienta insustituible.
En esa misma línea, la propuesta original de la candidatura de Jeannette Jara recogía justamente esta demanda, estableciendo como horizonte un salario vital de 750 mil pesos. No se trata de una cifra arbitraria, sino de un reconocimiento de que la actual estructura salarial en Chile condena a millones de trabajadores a sobrevivir en condiciones de estrechez permanente. Plantear un salario vital significa construir una política salarial para el país, que supere la lógica del mínimo de subsistencia y apueste por la justicia social como principio rector.
Ese horizonte es el que debemos defender: una política de salario vital que garantice que las y los trabajadores puedan tener mejores condiciones de vida, acceso real a derechos sociales, y la posibilidad de planificar un futuro con dignidad. Es, en definitiva, entender que el salario no es un gasto, sino la expresión concreta del valor del trabajo de las personas, y que elevarlo es la condición básica para cualquier modelo de desarrollo justo y sostenible.
La clase trabajadora no quiere subsidios a su miseria, quiere un alza real y sostenida de los salarios. Pretender que la justicia social se construya con asistencialismo es renunciar a una transformación profunda. Si el programa de gobierno aspira a ser transformador, debe romper con esas inercias y recoger las propuestas de quienes representamos a las y los trabajadores, no las recetas de organismos internacionales que han sido responsables de la precarización global del empleo.
Chile enfrenta un momento decisivo. Podemos construir un nuevo pacto social, donde el trabajo sea valorizado, la negociación colectiva tenga poder real, y el salario deje de ser un instrumento subsidiado para ser un derecho asegurado. Lo contrario sería traicionar las expectativas de millones que esperan cambios de fondo, no cosmetología neoliberal.
Jeannette Jara se convirtió en candidata presidencial de la mano de propuestas que responden a las demandas de la gran mayoría del país y que ven en las mismas una respuesta a sus problemas. Propuestas como la negociación ramal o el salario vital son respuestas directas para la gente que día a día se las rebusca para llegar a fin de mes. El recetario noventero, tecnócrata y neoliberal no es el camino "responsable" para millones de chilenas y chilenos.
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