Co-escrita con Consuelo Garnica, licenciada en Historia, con mención en Ciencia Política
Hace unos días atrás nos tocó escuchar a Gonzalo Rovira, exvicepresidente de la primera FECH en los años '80, motivar con el título de esta columna a participar en las próximas elecciones del próximo 7 de mayo.
El ser parte de estas elecciones involucra honrar nuestro pasado que buscó, desde los momentos los años más duros de la dictadura, una democracia con legitimidad de origen. Significa honrar una generación de estudiantes, pobladores, campesinos y trabajadores que protestaron por el fin de un régimen cruel que nos recuerda imágenes y formas del autodenominado "dictador más cool del mundo mundial" que hoy conduce El Salvador. Escenas que cuestionan supuestos que como humanidad hemos acordado y asumido a partir de la Declaración Universal de Derechos Humanos (1948) y que una parte de los Estados han pretendido desconocer y "reinterpretar"
Nos la debemos, porque una nueva generación (2019) logró amalgamar un petitorio por un nuevo orden político con carteles, pañoletas, banderas, mucha creatividad(1) y alegría. Millones dieron la oportunidad a nuestro Estado para que conduzca un proceso que lleve a una nueva institucionalidad política y económica, con enfoque de derechos humanos, y legitimada por vía democrática y no por el monopolio de la fuerza y del temor.
El nuevo proceso constituyente, a pesar de heredar formas del texto vigente, es una oportunidad que no podemos abandonar. Es un proceso que debemos, a muchas y muchos que ya no están, y nos debemos como generaciones de chilenas y chilenos que sueñan con más, mejor y profunda democracia.
(1) Instantáneas en la marcha. Ediciones Universidad Alberto Hurtado
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