Si la DC no vuelve a las ideas, no tiene destino

El lunes fue detenido el Presidente de la Juventud Demócrata Cristiana, junto a otros dirigentes, que protestaban, frente a la Corte Suprema, por dejar en libertad a condenados por delitos de lesa humanidad durante la dictadura. 

Este acto devuelve la esperanza de que, al interior de la Democracia Cristiana, se mantiene algún espacio donde puede florecer lo que, alguna vez, fue la impronta de este partido; es decir, la movilización por causas que lo vinculan con ideales profundos, más allá de la disputa ramplona de temas de contingencia menor, que tanto ocupan a los políticos de nuevo cuño. 

En un tiempo donde la “discusión técnica” ha dejado de lado la discusión de las ideas, esta acción de los jóvenes de la JDC debe ser relevada. 

Entonces, cabe preguntarse ¿es que ya no hay cuestiones de fondo, que puedan movilizar a un partido que se caracterizó por una impronta que ponía, por encima de todo, un desafío para alcanzar una sociedad más justa, que le proponía al país el reemplazo del régimen capitalista, para construir una sociedad inspirada en el Humanismo Cristiano? 

¿Qué pasó con esos ideales que llamaban a los chilenos, a construir organización social, en los barrios, a la solidaridad internacional, cuando se observaba abusos en distintas latitudes, o adoptar la “opción preferencial por los pobres”, adhiriendo al llamado de la Iglesia Católica, en los tiempos en que esta aun no perdía su rumbo? 

Hoy, sin embargo, hay demasiados temas puestos sobre la mesa de discusión, los cuales debieran requerir, de parte de los democratacristianos, una mirada más elevada, que la discusión “técnica” o de corto plazo. 

Por ejemplo, ¿cómo vamos a enfrentar la discusión acerca del salario mínimo? 

Algunos lo harán solo desde la perspectiva puramente económica, dejando de lado la obligación ética de legislar y movilizarse, a favor de la Justicia Social, que obliga a rebelarse, contra un salario mínimo que alcanza al 65% de la línea de pobreza y que, comprado con el salario que se pagaba en los países desarrollados, cuando tenían el mismo PIB de Chile, solo llega a la mitad. 

Por cierto, en esa perspectiva, no considerarán que, de acuerdo a la última Encuesta de Hogares, más del 70% de las familias gasta más de lo que ingresa, lo que significa que, parte de lo que consumen, en alimentos o transporte, lo pagan con créditos, a favor de una banca que aumenta sus utilidades en términos estratosféricos.

Dicho de otro modo, hoy hay una transferencia de riqueza, desde los pobres a los más ricos, en función de los intereses del endeudamiento, que, además, es más caro para los que menos tienen. 

¿Cómo interpela esto a los DC? No se oye padre. 

Lo mismo ocurre con la discusión acerca de las pensiones, en un país que envejece, siguiendo la tendencia mundial. 

En este plano, nuevamente la pregunta es la misma, ¿discutiremos esto desde el punto de vista “técnico”, o desde el punto de vista ético? 

Si los DC quieren honrar su historia y su ideario primero, no caben discusiones, es preciso que el país acoja la tercera y, ahora, la cuarta edad, con un criterio de justicia, que significa que el país reconoce, con un trato digno, a quienes dieron lo mejor de su vida al servicio del bien común, con pensiones que les permitan pasar sus últimos años sin tener que elegir entre comprar los remedios o comer. 

En un período en que se ha puesto de moda hablar de “grandes acuerdos”, la DC debiera promover que, en un determinado plazo, la pensión mínima debe igualar al salario mínimo, como una manera de asegurar una vida mínimamente digna a los más viejos. 

¿Estará la DC a la altura de este desafío? 

Otro ejemplo. Durante los últimos años ha estado en primera línea de discusión el rol del SENAME, en la atención de niños vulnerables, creyendo que todo el tema tiene que ver con la eficiencia de esa institución. 

Sin embargo, nunca, en esta cuestión de tanta gravedad, se ha cuestionado el porqué, en un país que no ha estado en guerra, se desplazan a la calle más de 100 mil niños, producto de la extrema pobreza, familias desestructuradas, imperio de la droga o violencia de todo tipo. 

¿No será el momento de que el país mire este tema, que al igual que otros, tiene su raíz en el tipo de sociedad que estamos construyendo? 

Algunos quieren soslayar esta discusión. Pero, precisamente, ese debiera ser la perspectiva de análisis de los democratacristianos. 

Otro elemento esperanzador, en los últimos días, lo constituye la creación, al interior del partido, del “Frente Feminista”, que recoge la lucha por las demandas de las mujeres, postergadas por siglos y que, afortunadamente, hoy convoca a las DC a organizarse, para, junto a las de todos los colores, gritar a coro: “NUNCA MAS”, ni discriminación, ni abusos, ni violencia, cuestión de una obviedad que, desgraciadamente, aún no entienden los más conservadores. 

La lista puede ser larga. Las asimetrías territoriales, que hace que algunos nazcan y mueran en realidades propias del primer mundo y otros lo hagan en entornos propios del cuarto mundo; el acceso a servicios educacionales que aseguran la desigualdad para toda la vida, por la formación de calidad tan diferente para unos y otros etc., etc. 

El dilema está planteado. El camino de la aproximación carente de ideología ha llevado a la DC casi a su extinción. 

Afortunadamente, como siempre, los jóvenes y las mujeres parecen mostrar, una vez más, el camino correcto. 

Tal vez, entonces, haya llegado la hora en que, los dirigentes de todos los niveles y, especialmente los parlamentarios, vean en estos jóvenes que resucitan la esperanza y en nuestras mujeres luchadoras, el camino de la vuelta a las ideas esenciales, aquellas que, alguna vez, llevaron a la Democracia Cristiana, a tener una inmensa adhesión y el respeto de todos los chilenos.

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