La violencia muchas veces no es más que una construcción social del odio y del miedo. Ambos sentimientos que dan cuenta del valor del mal. El mal como tal es un valor relativo, ya que el bien es absoluto. El miedo, por lo tanto, como uno de los males tiene que ver con las vulnerabilidades de nuestra sociedad, donde las personas no se sienten resguardadas y tampoco representadas.
El hecho de que las personas no se sientan resguardadas es porque las condiciones de vida son condiciones de inseguridad, o sea, la gente tiene miedo a enfermarse, a pensionarse, a salir de la casa, a saber si va a tener trabajo, a saber si va a lograr tomar locomoción, etc. El miedo a no tener seguridad es uno de los males más fundamentales de nuestra sociedad chilena contemporánea.
El odio como tal es un valor del mal porque busca el mal para otros o entrega mal a otros. Lamentablemente, en nuestra sociedad chilena, los portadores del odio se han diversificado.
Los que odian a los que defienden la vida, los que odian a los que defienden la familia, los que odian a los que aman, los que odian a los que hacen presente su opinión, los que odian a los que se manifiestan. Los portadores del odio han sido incluso promovidos institucionalmente.
El odio se oculta bajo el disfraz de una falsa tolerancia que no es más que una profunda intolerancia, el odio se oculta bajo el disfraz de una promoción de derechos que no es más que la conculcación de derechos de los demás, el odio se oculta bajo un disfraz de un falso proyecto democrático que no es más que un despiadado proyecto totalitario. Este proyecto del odio es el enemigo número uno del bien común de la patria.
Es por ello que es crucial la responsabilidad cívica de la sociedad política y civil por promover la civilización del amor, por promover los valores de la convivencia comunitaria, por promover la dignidad de las personas, sobretodo de los más débiles, de los pobres, los niños y de todos aquellos indefensos de las garras del odio, que bajo el pretexto de las condiciones del miedo justifica conculcar derechos fundamentales para hacer valer derechos particulares abusivos.
El miedo y el odio como dos sentimientos y valores se ven omnipotentes hoy en día frente a una sociedad política desprestigiada, una sociedad política que no representa, solo simula representar, una sociedad política que presenta como candidatos lo que le alcanza presentar, no tiene más. O bien, optó por no tener más.
Cuando el pueblo no se siente representado, cuando un conservador no se siente representado por un conservador, cuando un liberal no se siente representado por un liberal, cuando un demócrata cristiano no se siente representado por un demócrata cristiano, cuando un socialdemócrata no se siente representado por un socialdemócrata, cuando un socialista no se siente representado por un socialista, es porque la sociedad política dejó de existir o bien se desfiguró, creando un vacío, un vacío en que los verdaderos políticos están ausentes y sus operadores o sus oportunistas o sus “lo que queda” llenaron el espacio.
Entonces, nos vemos en una encrucijada de cómo salir de la crisis, del populismo, de la irresponsabilidad organizada. Argentina se liberó de Cristina Fernández, Venezuela está tratando de liberarse de Maduro y de toda la herencia chavista, Chile quizás se libere de Bachelet, pero lo importante es preguntarse ¿cómo construimos bien común para superar la sociedad del miedo y liberarnos de los portadores y promotores del odio?
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