Somos hijos de nuestra historia

Se instaló el debate, fuese por presión mediática o no, sobre las reformas que habría que incorporar al texto de la nueva Constitución una vez realizado el plebiscito convocado para el 4 de septiembre. Sin embargo, resulta curioso que activistas muy destacados de ese teórico esfuerzo de cambiar el Apruebo sean guaripolas del Rechazo, es decir, no son partidarios del Apruebo sino sus adversarios, aquellos que quieren derrotarlo. Entonces, algo no suena bien, los sostenedores de ese supuesto reformismo para perfeccionar el Apruebo resultan ser, paradójicamente, perpetuadores de la Constitución del '80.

Hay voces que ahora practican la exégesis de la derecha y afirman que es una "nueva derecha", pareciera que la magia retórica de los voceros del Rechazo es suficiente para crear una infundada seguridad, acerca de las bondades democráticas de la derecha, después que dieran sostén político a la peor dictadura de nuestra historia. Se confirma que "el camino al infierno está empedrado de buenas intenciones", en especial, ante esas afirmaciones de fe de los nuevos simpatizantes o adherentes de la derecha chilena.

Es cierto, hay figuras que jugaron un rol en las reformas implementadas en los últimos "30 años", pero hace años que abandonaron o se cansaron de ese papel y de la responsabilidad de impulsar los cambios necesarios para dar continuidad a la estabilidad democrática en nuestro país al querer "conservar" un esquema constitucional que los asocia con la derecha y sus objetivos auténticamente conservadores.

Así, tomaron distancia de la demanda por más dignidad, respeto y justicia social, adaptándose a una sociedad modelada desde arriba, sea por los "expertos" o los laberintos del trámite parlamentario. La horizontalidad reclamada desde la sociedad civil en los últimos años trastoca la conducción vertical de esas visiones tradicionales, por eso, el feminismo les resulta especialmente irritante.

Se puede cambiar de posición, habrán razones que lo explican, puede ser entendible que así suceda, pero es notorio que esa transferencia a otros intereses e ideas quiere disimularse o esconderse ya que es muy inconfortable y costoso reconocerse como defensor de la Constitución del '80, la misma que tuvo un rechazo ciudadano de 80% en el plebiscito de octubre de 2020, y que lleva la herida imborrable de las víctimas de la represión ejecutada fríamente y sin escrúpulos para imponerla.

Incluso, hay personas que cruzan a la otra vereda, cuyos familiares fueron parte de los mártires masacrados por la represión pinochetista y que son una bandera de la causa democrática. Ante este dilema, los hechos son el factor preponderante, somos hijos de nuestra historia, nos marca con sus hechos y consecuencias, así resulta inevitable que por la memoria de los y las víctimas caídas en la lucha por la libertad y la democracia, millones de compatriotas añoran alcanzar el gran objetivo de aprobar una nueva Constitución, nacida en democracia.

Por eso, es inexplicable hacerse parte del andamiaje constitucional que a pesar de las reformas que tuvo, en su esencia vital, el Estado subsidiario, es la médula que le da energía y sentido histórico, al régimen económico-social excluyente con que Jaime Guzmán amarró el apoyo de los poderes fácticos económicos a Pinochet para su perpetuación en el poder. A la postre, en esa extrema desigualdad social está el fermento del estallido social.

Ahora bien, que el plan original del autoritarismo neoliberal se desmoronara por la victoria del No y la derrota de Pinochet en el plebiscito del 5 de octubre de 1988, no acabó con esa raíz y estructura excluyente al perpetuarse el Estado subsidiario.

Asociarse y dar continuidad al armazón excluyente y autoritario del Estado subsidiario es un resultado inevitable al respaldar la opción del rechazo, porque deja vigente la Constitución del '80, un efecto que afea y delata imágenes cuidadosamente diseñadas, esa realidad no se quiere asumir y se trata de ocultar, camuflar o disfrazar.

Se presentan propuestas o iniciativas para diluir el impacto o disfrazar el rechazo en su auténtico propósito. Todo para seguir en el espacio de una matriz democrática cuando ya no se es parte de ella, el camino del rechazo tiene ese destino. A su vez, el Apruebo es la vía de las reformas para contar con una institucionalidad que permita un Chile justo y digno.

En definitiva, no basta con decir que se es de centroizquierda y trabajar con la opción de la derecha. No es honesto ni digno, tampoco transparente. Esa actitud de doble estándar daña irreparablemente la credibilidad de la acción política. Por eso, aunque sea difícil, cada cual debiese reconocerse como lo que es y no como lo que desea ser. La historia no dejará de marcar a cada cual con su veredicto.

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