El mensaje del Presidente Allende, en la mañana del 11 de septiembre de 1973, no se ha apagado -poco a poco- como es natural que suceda con el paso del tiempo, y por el contrario, se escucha, conversa y proyecta cada día más en Chile, la patria en que nació, vivió y luchó, como también se extiende y crece universalmente.
En un convulsionado y polarizado clima internacional, con amplios sectores de opinión confundidos y desorientados, el mensaje de Allende, los contenidos democráticos y de justicia social de su proyecto país se alzan, cada día más, como visionarios.
En efecto, la búsqueda de un camino propio, en democracia, pluralismo y libertad para la transformación social, económica e institucional de Chile fue una respuesta necesaria no solo a la crisis estructural del capitalismo dependiente de hace medio siglo, también hoy es el camino hacia el cambio social, de acuerdo a la realidad de cada país, como una exigencia fundamental ante el descalabro creado por los regímenes dictatoriales y la extrema desigualdad del neoliberalismo a escala global.
El sistema mundial es interdependiente, la globalización se ha asociado al dominio de los mercados, a su vez controlados por mega corporaciones financieras, cuyas magnitudes resultan inabarcables no solo para las personas sino que también para los Estados. Sin embargo, el cambio social tiene su centro y escenario en cada país. Allende era un internacionalista, pero, bien sabía que el camino a seguir solo podía fundarse y ser fructífero comprendiendo profundamente la realidad chilena.
Ahora bien, los cambios necesarios tienen urgencia, pero no suceden al mismo tiempo, es imposible realizarlos de un día para otro y el conjunto de ellos a la vez, como una especie de diluvio. La pronta e inmediata proclamación de la revolución socialista en Cuba, en abril de 1961, en el contexto de respuesta a la fracasada invasión en Playa Girón, provocó una idea conceptualmente errada, esta fue que bastaba la audaz voluntad de "la vanguardia" para lograr el poder y edificar el socialismo.
Hoy se sabe que no es así. Que la voluntad democrática de los pueblos es la condición esencial. Que no hay decisión de un grupo o sector que pueda reemplazar la realidad de cada nación y la soberanía popular. Aún más, hay crónicas crisis en regímenes despóticos y corruptos, que abriendo la ruta a experiencias revolucionarias, lamentablemente, generan trágicos casos de perpetuación en el poder, cuyos actores llegan a extremos de corrupción y abusos como los cometidos por los tiranos que consiguieron derribar.
Por eso, porque la vía democrática no es una ruta cortoplacista ni demagógica, por el contrario, resulta ser un largo camino de arduas transformaciones, plagado de dificultades, esenciales de resolver sin caer en nuevas dictaduras abyectas, hoy el líder histórico del movimiento popular chileno, Salvador Allende, sobresale como ninguno en medio del ajetreo de la contingencia y el afán dictatorial de algunos a la izquierda y la derecha del sistema político.
El Presidente Allende luchó con la convicción que no había atajos milagrosos, que sólo un poderoso movimiento social y una formidable conciencia política eran factores primordiales para desbloquear la ruta hacia la superación del atraso, la dependencia y crear una patria más justa; en consecuencia, su proyecto de reformas sucesivas en democracia expresaba el camino propio del proceso chileno.
Esa es la causa por la cual el programa de la Unidad Popular, suscrito por el PS, el PC, el PR, el MAPU y el API, vale decir, socialistas, comunistas, laico racionalistas y cristianos e independientes de izquierda, propuso al pueblo de Chile un conjunto de reformas estructurales que tenían el objetivo de afianzar la unidad social y política del pueblo chileno y destrabar con ese amplísimo respaldo los enormes obstáculos generados por la opresión oligárquica, el atraso y el subdesarrollo, con una perspectiva socialista.
El proceso generó cambios profundos, de alcance revolucionario, los grupos sociales afectados y la administración de Nixon desde los Estados Unidos, replicaron duramente implementando un plan de desestabilización que dañó en sus cimientos la estabilidad democrática, en pocos meses la situación nacional adquirió una gravísima polarización, sin embargo, el Presidente Allende no cedió ni un centímetro en su afán de encaminar el proceso de cambios en democracia, pluralismo y libertad.
Por eso, el mandatario español Pedro Sánchez ha caracterizado al Presidente Allende como "adelantado a su tiempo", en cuanto líder nacional que abrió nuevas esperanzas y una alternativa posible: una reestructuración de carácter transformador del país, cuyo rumbo se desenvolvía en democracia, pluralismo y libertad.
La opción de Salvador Allende tenía viabilidad, en ese periodo histórico, a mediados de los '60, hubo un agudo agotamiento de los proyectos políticos existentes, tanto el régimen autoritario de la oligarquía terrateniente como el sesgado impulso de los sectores financieros con presencia en el ámbito minero e industrial eran incapaces de dar solución al "desarrollo frustrado" de la nación chilena. Así también, en la realidad chilena no era viable ni deseable el modelo de partido único.
El cambio tenía una ruta viable, en democracia, pluralismo y libertad. En 1970, la amplitud de las fuerzas transformadoras se configuró como una clara mayoría nacional. La reacción derechista era minoría. Allende fue el líder que dio vida a una experiencia inédita. Pero, la polarización política impidió articular el conjunto de actores y fuerzas políticas posibles y necesarias. En el espacio progresista o de centroizquierda algunos cayeron en un anticomunismo visceral, otros retrocedieron ante la violenta intervención norteamericana, asimismo, tampoco la retórica exorbitada de la ultra izquierda ayudó en nada.
La memoria de Salvador Allende es respetada como ninguna o como la de muy escasas personalidades políticas. Hay Presidentes que se desgastan por hechos de corrupción y el desencanto que les ahogan en poco tiempo, por el contrario, Allende lideró un proceso transformador que no se vio opacado por ese tipo de sombras penosas y nefastas. Así, por esa rectitud y coherencia su legado convoca a superar las dificultades y bregar por una nueva opción de futuro, en democracia, pluralismo y libertad.
Al recrudecer la acción de grupos autoritarios, ultraconservadores, la herencia de Allende constituye una fuerza política y moral inextinguible en la gran tarea de vencer el engaño, la demagogia, el cinismo y la hipocresía de la derecha y la ultraderecha, para afirmar sólidamente la verdad histórica y hacer prevalecer la justicia, la democracia y la dignidad del ser humano.
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