La política de entendimiento y diálogo parecen estar interpretándose como la estrategia que permitió el triunfo de la candidatura del PC en la primaria del oficialismo. En efecto, una lectura rápida, nerviosa y desprovista de una visión de país habría motivado a la tesis de que los sectores que estuvieron de acuerdo con las reformas a las 40 horas semanales de trabajo, las pensiones, entre otras, pavimentaron el camino de Jara a La Moneda. Al respecto, se deduce que no se debió avanzar en ninguna reforma que gestionara algún funcionario público que represente a sectores extremos. Esta lectura resulta ser una invitación a exaltar el "sectarismo" y todas las formas de discriminación política, amenazando aún más la capacidad de entendimiento del país.
En tiempos de polarización, la templanza y búsqueda del bien común se tienden a extraviar. En su reemplazo la trinchera política comprende todo tipo de acuerdos como una deslealtad o traición, lo que contamina el debate y la articulación de políticas públicas.
Dicho de otra manera, al enemigo político no se le cede ni la sal ni el agua, ya que así se acumula la fuerza necesaria para imponer las ideas de "mi sector", las únicas verdaderas, y de paso se obstaculiza la posibilidad de exhibir logros durante la gestión de mi enemigo. Esta actitud que debiese mover al PC, hoy se exhiben en algunas fuerzas de oposición, mientras que la candidata Jara proyecta todo lo contrario.
Por cierto, los acuerdos políticos deben ser evaluados según sus resultados, pero no respecto de la estrategia electoral. Cabe preguntarse, ¿todo diálogo político y eventual negociación es per se nefasta si con ello le entrego un logro a la administración de turno y, eventualmente, postergo mi posibilidad de gobernar? Si la respuesta fuese afirmativa, la política perdería todo sentido, ya que su fin no sería el bien común, sino que solo el disfrute del poder, intentado preservarlo por medio del levantamiento de trincheras que fragmentan aún más la sociedad.
Si el diagnóstico de la actual oposición sostiene que los acuerdos en materia institucional fueron equivocados no por razones técnicas de sostenibilidad, sino por estrategia electoral, será mejor proponer regímenes alternativos al democráticos, ya que en los hechos le habríamos sustraído el sentido a la democracia.
Por último, el triunfo de la candidata comunista parece responder más a sus habilidades blandas, su capacidad de negociación y su fortaleza en la trasmisión de confianza y sensatez, en ese sentido, desde un extremo del espectro político se habrían conseguido los atributos principales que debiesen tener las personas que dicen estar entre los sectores moderados o de centro.
En consecuencia, para quienes aspiramos a reposicionar al centro político, esperamos una coherencia entre las ideas programáticas y actitudinales. En ese sentido, primeramente, hay que felicitar a quien se ha impuesto en las primarias oficialistas y -a guion seguido- no caer en la estrategia de promoción del miedo, la que tiende a tributar a las candidaturas polarizantes y extremas. La invitación es a construir un espacio de entendimiento con ideas que permitan renovar el compromiso con la democracia, atención a las necesidades y demandas de la ciudadanía y crear las condiciones para la convivencia en paz.
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