Si alguien todavía confiaba en la infalibilidad del Papa, fue Francisco quien inauguró en enero la secuela de errores insólitos con los que pasará a la historia el año 2018. Y el encargado de cerrar esta serie fue el Presidente Sebastián Piñera, lo que ya no es extraño, atrapado en el conflicto mapuche.
Francisco visitó Chile entre los días 15 y 18 de enero de 2018, tiempo suficiente para reafirmar su apoyo al entonces obispo de Osorno Juan Barros, acusado de complicidad con el sacerdote Fernando Karadima y sus inclinaciones pedófilas. “No hay una sola prueba en contra, todo es calumnia”, dijo, en el último de los cuatro días de su visita pastoral.
“El día que me traigan una prueba contra el obispo Barros, ahí voy a hablar”, agregó en tono autoritario y enérgico. Un estilo poco apropiado para un líder espiritual. Pero menos de tres meses después Francisco cambió de opinión. Desde sus oficinas en El Vaticano envió una carta a la Conferencia Episcopal de Chile, donde reconoció que se había equivocado al defender al obispo de Osorno.
"He incurrido en graves equivocaciones de valoración y percepción de la situación, especialmente por falta de información veraz y equilibrada", escribió el Pontífice en su mensaje, publicado el 11 de abril.
¿Le parece conocido este argumento, “falta de información veraz y equilibrada”? Con otras palabras es la misma postura del Gobierno del Presidente Piñera para justificar el cúmulo de errores en el asesinato de Catrillanca.
El “mea culpa” del Papa culminó con la renuncia del obispo Barros, en julio, y la dimisión de otros seis purpurados, a los que en diciembre se sumaron la remoción del obispo Francisco Javier Errázuriz y la expulsión de Fernando Kadarima del sacerdocio.
En las investigaciones desde el 14 de noviembre por el asesinato del joven mapuche Camilo Catrillanca, a quien el Presidente identificó en algún momento como “Emilio” Catrillanca, se desencadena una ola de versiones falsas para inducir a error.
Y aunque los errores siempre son involuntarios, en este caso hubo acciones deliberadas para ocultar la verdad. Incluso en las primeras horas posteriores al crimen, desde el Gobierno surgió el relato de que el comunero murió después de cuatro horas de enfrentamiento con la policía.
Hasta que el 19 de diciembre se conocieron dos videos de la escena del asesinato, que permanecían ocultos a los ojos de la opinión pública. Entonces fue posible ver a los carabineros corriendo detrás de un tractor y disparando doce tiros, uno de los cuales mató al joven mapuche. Y también los televidentes pudieron escuchar los diálogos de los carabineros, incluyendo expresiones cargadas de procacidad.
Fue dentro de este clima de equivocaciones que Piñera decidió poner orden. Pidió la renuncia al general director de Carabineros Hermes Soto, nombró en su reemplazo al general Mario Rozas y aprobó la conformación de un nuevo alto mando, integrado por 40 generales que deberán superar la crisis institucional de la policía uniformada.
Más aún, el mandatario acudió a un matinal de la televisión, para enfrentar dudas y críticas y fue ahí donde cometió otro error, cuando reafirmó su idea de que en la Araucanía existe terrorismo, porque “se queman iglesias muchas veces con mujeres y niños dentro”. Así lo dijo: “muchas veces” se queman iglesias con mujeres y niños en su interior.
¿Ha escuchado o ha leído usted alguna noticia tan dramática? Uno de los panelistas del matinal de Canal 13, el periodista Mauricio Jürgensen, que conduce el programa “Dulce Patria” en Cooperativa- creyó necesario aclarar la verdad de los hechos. Y en tono respetuoso pero seguro le dijo al ilustre invitado.
“Eso nunca ha pasado, Presidente. Con mujeres y niños, nunca”.
La intervención del comunicador reflejó en breves segundos el papel que ha desempeñado la prensa durante este año tan erróneo.
Porque fueron los medios de comunicación los que permitieron deshacer la red de falsedades en torno al asesinato del joven mapuche.
También fueron estos medios los que echaron por tierra el complot de la “Operación Huracán” en la que un supuesto experto en informática inventó mensajes de whatsapp atribuidos a mapuches, para inculparlos en ataques incendiarios.
Fue la prensa la que detectó los errores del ex ministro de Educación Gerardo Varela, cuando se jactaba de entregar condones a sus “hijos campeones” los fines de semana y propuso que los colegios realizaran bingos para mejorar sus equipos. Estas declaraciones tan impropias de una autoridad educacional lo llevaron a renunciar el 9 de agosto.
Ese mismo día el Presidente aprovechó de nombrar a su amigo Mauricio Rojas como nuevo ministro de las Culturas y las Artes. Pero la prensa - ¡otra vez la maldita prensa! - desempolvó unas afirmaciones de Rojas en las que calificaba despectivamente al Museo de la Memoria y decía que los testimonios allí reunidos, sobre los crímenes de la dictadura de los años 70 y 80, son “un montaje” de la izquierda.
Con tamaño error sobre su escritorio, Piñera aceptó la renuncia de su amigo, que inicialmente debía promover el desarrollo cultural del país, incluyendo por supuesto los museos.
En un balance de lo que fue este año, el abogado y analista Jorge Navarrete afirma en el diario La Tercera que los tiempos mejores que prometió Piñera no han llegado, después de 10 meses de Gobierno de la Alianza por Chile.
Pero la oposición, conformada por los partidos de la Nueva Mayoría y el Frente Amplio, tampoco ofrece una alternativa y aún no se recupera de la derrota electoral que sufrió en diciembre de 2017.
A ese panorama, Navarrete agrega la crisis de dos instituciones que eran respetables: la Iglesia Católica y Carabineros.
“Lo que hemos terminado de conocer este año supera todo lo imaginable, especialmente si consideramos la posición y rol - tanto desde la ley como también de la fe - que los ciudadanos le otorgaban a Carabineros y la Iglesia Católica respectivamente”, advierte el analista.
Y aunque cueste asimilarlo, la crisis de estas instituciones es de una magnitud mayor de lo que parece, porque los policías y sacerdotes acusados no incurrieron en simples errores. Lo que hicieron fue cometer delitos.
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